Joaquín García Monge

236 REPERTORIO AMERICANO Se le ha comparado a Conrad, a Blas Cendrars, a Neil y a otros grandes novelistas del mar. No se sabe hasta dónde pueden ser exactas esas comparaciones; mas lo cierto es que hay páginas del chileno Juan Marín que superan por la intensidad de su lirismo a las de cualquier otro relatista marítimo. Nadie había visto en nuestro Continente, más de cerca el mar maternal, el tiempo líquido que dice Juan Marín. Como La Vorágine es la novela ejemplar de la selva suramericana, Paralelo 53 Sur, El Secreto del Doctor Baloux y Nufragio de Marín, son las novelas ejemplares del mar suramericano.
Mas, no sólo hay que considerar al gran novelista como el explorador de las soledades oceánicas, como el Adelantado de las regiones australes de Chile, Juan Marín es también un narrador originalísimo de aventuras extraordinarias, un rehabilitador de la novela científica y del relato fantástico. Todo ello con un sabor inconfundible, producido acaso por el tono confidencial de memorias en que se hallan escritos sus mejores libros. Se diría que el autor ha vivido realmente las aventuras que narra de modo tan magistral.
Un tiempo se calificó a Marín como el novelista de la aviación. Sus novelas Margarita, el aviador y el médico y Un avión volaba, le hicieron aparecer como un hombre de nuestro siglo, con el gusto de los inventos y de la acción saludable. Mas, ya sea en avión o en barco, en auto o en submarino, la vida que nos presenta Juan Marín es tan auténtica, tan apasionante que su obra constituye, ante todo, un documento humano.
Sobre los grandes lienzos murales de cielo o de mar, o simplemente de ciudad moderna, en que se sucede la acción de sus relatos, un tema vuelve, sin embargo, persistente: el del médico obsesionado por la psicoanálisis, el médico que no viene como el de Cocteau del fondo de un espejo, sino de la revuelta masa de hombres, de las más abrumadoras experiencia vitales. Este médico cambia de nombre en cada narración; pero todos sabemos que es el mismo y le sentimos a nuestro lado con una JUAN MARÍN novelista del mar Por Jorge Carrera Andrade. De El Nacional. Caracas, de enero de 1947. En su magnífica novela Orestes y Yo, Juan Marín nos ha dado una obra verdaderamente original. La gran sobriedad de las escenas, la naturalidad palpitante del diálogo no son las virtudes menores de este drama que ha tirunfado totalmente del hermoso peligro de que hablaba Lenormand. Desde hoy, para siempre, encontraremos a la vuelta de cada esquina, al desventurado doctor Fraga, devorado por una larva saturnal e insaciable, respirando por obra y gracia de Juan Marín, que ha sabido insuflarle una vida inmortal.
Juan Marín ha viajado mucho. Ha recorrido Europa y Asia. Ha atravesado las tierras alucinantes del interior de China con el objeto de presentar sus Letras Patentes de diplomático al Generalísimo Chang Kai Shek.
Ha consultado viejos libros y se ha encontrado con la milenaria sabiduría de la raza amarilla. Nos ha hablado de la filosofía de MenTseu y de los cuentos folklóricos chinos. Pero, para nosotros, sigue siendo el gran novelista del mar, el escritor que supo encerrar en su libro Paralelo 53 Sur, la voz tormentosa de las aguas australes, cargadas de maderos de naufragios, de cardúmenes de peces y de seP. BAIXENCH cretos geológicos aprendidos en la época de la infancia de nuestro planeta.
Juan Marin (1944)
presencia casi física. Porque Juan Marin es un poderoso animador de personajes, un verdadero creador de existencias novelescas que van de lo ordinario a lo alucinante, en una escala de maestría que le coloca entre los grandes relatistas de nuestra época.
MAX JIMÉNEZ Por las hojas volanderas de Repertorio Americano conocimos, pues, a Max Jiménez, como poeta y como dibujante de extrañas formas. Una singular ocasión hizo escribirnos.
De esto hace ya catorce años. Un crítico literario, aquí en Chile, publicó un comentario injusto sobre el Quijongo de Max Jiménez.
Salimos en su defensa, con sinceridad y con franqueza. Llegó nuestro artículo a manos de Max Jiménez. aun conservamos su carta agradecida, de rasgos verticales y de generoso contenido: No sé nos decía por dónde empezar a demostrarle mis agradecimientos, muy querido amigo; los pocos románticos que vamos quedando, tenemos la felicidad, y es sobrada recompensa, la de encontrar gentes como usted, de tan maravillosa amplitud y talento. lo que respondimos: Un comentario deleznable y su bondad de alma, nos han hecho acercarnos y estrechar nuestras manos a través de tierras y mares. Egoísta, bendigo la génesis de esta amistad que empieza con una pura y alta comprensión espiritual, y como lo sé a usted de recia envergadura tengo la seguridad de que a su altivez de poeta no hacen mella los zarpazos de felino menor.
Imaginativamente nos dimos las manos, manos que no la sentimos en su natural calor de cordialidad. Pasó por Chile, sin encontrarnos. La muerte lo agazapaba en un recodo cualquiera, y lo hundió para siempre.
Aquí estamos con su carta de rasgos verticales, con su Gleba, con su Quijongo, con su Revenar, diciéndonos de su alma exquisitamente romántica, de su corazón amplio como sus cafetales, de sus manos diestras en el lápiz y pincel.
Max Jiménez, lirida de Costa Rica, amigo que conocimos y no vimos, pasó una tarde por Chile, transido, y, de regreso, pasó otra tarde, quieto eternamente, en posesión del indescifrable enigma.
Ernesto BOERO LILLO.
Santiago de Chile, julio de 1947. En el Rep. Amer. Max Jiménez. poeta, pintor, escultor, perdido la elasticidad de su paso, y sus recias artista múltiple pasó calladamente por Chi espaldas parecían haberse curvado al peso oble, no hace tres meses, y llegó a Buenos Aires. sesionante de la muerte que le atenaceaba el Según dicen los amigos que le vieron, había cerebro. Triste, con su corazón lesionado, llegó a la urbe atlántica. Se iba acercando la tragica realidad de su presentimiento. en un amanecer, en su cuarto de hotel, no hubo crisLEA DE pación de manos, ni amargura de lágrimas, ni desesperación de gritos, que lo pudieran despertar. Había pasado, quedamente, en medio del silencio de la noche, a la suprema eternidad del no ser.
EL JAUL (Prosa)
Venía de Costa Rica dorada de sol y fragante a bananas. Dicen los que con él alternaEL Domador de Pulgas ron, que era como su ciudad adorada, San José, bondadoso y altivo, generoso y noble en (Prosa)
la cordialidad amiga. Había una alma con REVENAR (Versos)
rasgos de niño en su reciedumbre física.
Le conocimos a través de Repertorio Americano, esa revista costarricense que es tanObténgalos en el tas veces lo hemos dicho el campanario más luminoso del espíritu de América; y su camRepertorio Americano panero, de manos ya nudosas pero nunca cansadas, bien lo saben todos que es don Joaquín EXTERIOR: García Monge, nombre que nos sabe a bondad también, y a comprensión; a corazón que se Precio del ejemplar: 00 da, a lazarillo talentoso y noble de la juventud y de los oprimidos.
MAX JIMENEZ Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica