REPERTORIO AMERICANO 87 man Quetzalcoatl Groussac viene a demostrar otro tanto con respecto a la originalidad de Alberdi en su inteligente ensayo crítico sobre Las Bases. Con nido en uno y otro caso son, efectivamente, todo así lo reconoce el ácido crítico que hace justicia a la fecunda influencia de los escritos de Alberdi y de Echeverría en la formación de la cultura y el orden institucional de la República Argentina en cuyos cauces el país descubre y acentúa los rasgos de su perfil y su destino. Sin duda, como ha dicho Roberto Giusti, refiriéndose a la Celestina de Fernando de Rojas, no hay nada que no haya sido pensado pero el modelo que tenemos por definitivo mata a los demás. Sin duda la Celestina como el Fausto o las Bases de Alberdi adquieren el valor que les concede de hecho su influjo creador en la cultura de su tiempo o de los tiempos que suceden al momento en que fueron concebidas. Matan a sus antecedentes.
Por eso Juan Nicasio Gallegos llegó a sostener, un poco cínicamente, que en literatura el robo resulta legitimado cuando se acompaña de asesinato.
picas y se subvierte en complejas inquisiciones subjetivas. El tema: las formas se rebuscan en lo intimo de la conciencia individual. Prientonces como valores esenciales de la creación literaria la novedad, la originalidad, la invención.
El rigor del arte acaba humanizándose ya que como bien dice el manifiesto del grupo rioplatense llamado del Arte Madiel rol inventivo puede sólo manifestarse por el hombre y por lo tanto reinstala a la persona en toda su integridad y función.
Tenida por buena para los escritores odiernos la aspiración a la originalidad novedosa, en sustitución del ideal de perfección que movió como hemos visto a los genios consagrados del Renacimiento y la época moderna, este nuevo sentido trajo necesariamente tras de sí el de la propiedad intelectual. como lo útil y lo bueno es decir, lo bello van de Pom Sobe Bretan la mano, según no se cansaba de repetir el gran viejo Don Pedro Figari, el sentimiento de la propiedad personal de nuestra capacidad de elaboración de belleza entró en la escala de los valores crematísticos, como la propiedad mueble o inmueble. Tuvimos derechos de autor consagrados en la jurisprudencia y Precio del ejemplar: dólar. Entiénplagio y plagiarios entreverados en las definidase con el editor de Rep. Amer.
ciones del delito.
Contradictorio y angustiado complejizaacusado de plagio pero injustamente. Sus Cardo, como se dice el escritor actual segrega tas de Mujeres llevan el mismo título que un el disolvente crítico de su más extrañable con libro de Marcel Prevost y, además, el contevicción. Acaba por reírse de la originalidad cartas firmadas con nombres de mujer. Pero inclinándonos a volver otra vez, como Ana nada más. Celosos catalanes intentaron demostole France, a tentar la apología del plagiario.
trar sin éxito y sin razón que la benavenEl método de la originalidad al menos de tina Malquerida reproducía una obra de Guall.
la originalidad de Brown dice Jerome, En el ámbito de las letras rioplatenses es faconsiste en tomar cuanto no es original y darmosa la polémica acerca de la imitación entre lo vuelta, llamar noche al día y día a la no Lugones y Herrera y Reissig. La crítica uruche, hacer caminar a los hombres sobre la caguaya ha definido el pleito para siempre: Lubeza y plantarles las manos en lugar de los gones escribió primero los sonetos de Los Crepies, volver los árboles con la raíz al viento y púsculos. En rigor no debe darse importancia al viejo gallo obligarlo poner huevos miena las influencias aparentes entre escritores contras la gallina cacarea el advenimiento lunar.
temporáneos. Hay temas y voluntad de fory después llamar a gritos para que todos vayan mas en la expresión inherentes a cada época.
a ver el mundo original que hemos creado se Por coincidencia de ese tipo pueden tenerse gún nuestra idea.
los casos citados de Benavente, Prevost, LugoArturo Marasso quien por otra parte nes y Herrera y Reissig. El tema del destino ha escrito un libro sobre Rubén Darío y las domina a los trágicos griegos, el del honor y fuentes literarias y plásticas de su inspiración el deber en tiempos de Calderón. Sucesivamensolía decir a sus alumnos que por el sistete los temas relativos a la personalidad, al dema de afirmar sistemáticamente lo contrario de terminismo y, finalmente con Lenormand, al una obra inmortal se podrían escribir otras infraconsciente, hermanan en la patria del tiemde apariencia genial. Un plagio al revés del po a los escritores como el nacimiento arraciQuijote o del Fausto consagraría a cualquiera. ma al común de los mortales en el espacio fíA condición de que tenga talento.
sico de una nación determinada. Nuestro Florencio Sánchez coincide, sin desmedro para él, LA SEÑORITA SOLINGEN MONSIEUR con casi todos los dramatyrgos de su tiempo GILLETTE comprendidos en la gran escuela ibseniana. La La colaboración de la señorita Solingen ambigüedad sexual del tipo de Don Juan, in como llama Monner Sans a las tijeras es sinuada en el Banquete de Platón, es un tema inapreciable para los escritores y periodistas. típico en el sincronismo de los autores conOtros preferimos la más sutil y discreta de temporáneos. Lo tratan por lo menos WainhinMonsieur Gillette. Doña Emilia Pardo Ba ger, Marañón, Pérez de Ayala, Lenormand, zán, por su sexo y carácter, eligió la primera Adler y Unamuno.
cuando, sin menoscabo de su talento de nove En la generación argentina de los proslista, anduvo en menesteres de crítico y sus criptos se señalan influencias y coincidencias frajo a un autor francés unas decenas copio notorias, entre otros, de Juan Cruz Varela sas de páginas sobre los escritores rusos según con Manuel José Quintana, de Mármol y Miquedó documentado a su hora en una alevosa tre con Espronceda. Paúl Groussac, el inolvirevelación, impresa a dos columnas paralelas dable director de la Biblioteca Nacional cuyo como es de estilo en estos casos. En cambio centenario se conmemora en estos días, señaló, el entrañable Edmundo de Amicis usaría la siguiendo al general Mitre, la repetición entre navaja barbera para rapar en un libro de via la obra de Echeverría y Alberdi y afirmó que jes unas páginas de Teófilo Gautier, tanto si se quitara al Dogma todo lo que pertenece por ser ellas sobre España como porque aún a Lammennais, Leroux, Lerminier, Mazzini po se habían inventado las hojas Gillette. e cutti quanti. sólo quedarían las alusiones También don Jacinto Benavente ha sido locales y los solecismos, Poco más o menos HOMERO EN LA CASA DE LOS PLEITOS En el orden judicial parece que ciertos fa! los de los tribunales suizos estableciendo el distingo entre la fecha literaria que se inspira en una determinada fuente y la que imita, han señalado rumbos a la jurisprudencia. Entre los especialistas argentinos se cita en primer término a Salvat, Barraquero y Dobranich. En cuanto a la determinación de daños y perjuicios que pueden alegarse en los casos aceptados como plagio por los tribunales queda librada a la comprobación de que haya sido lesionado con fines de lucro lo que puede considerarse personal y ajeno. Vale decir lo que en la fuente utilizada por el plagiario no sea materia de dominio común. Se han establecido a los fines atenuantes o agraviantes las gradaciones de copia servil, apropiación desfigurada e imitación sospechosa.
Si Homero resucitase, pues, y apelara a los tribunales. cuántos se quedarían en camisa? Probablemente todos los autores que en el mundo han sido. Pero no nos alarmemos. En primer lugar, aun admitiendo la posibilidad de la resurrección, se discute si el mismo Homero haya existido o si es realmente suyo cuanto se le atribuyó y que no estuviera en el dominio común en el mundo helénico. Por otra parte ya hemos visto al mismo panegirista del plagio, al inmortal Anatolio, exhibido en pantuflas por su infiel privado Jean Jacques Brousson, soportar la prueba tarf orondo y magnífico. Ya puede venir Homero y dejarlo no en camisa, sino basta en calzoncillos, que si tales prendas íntimas de Anatole France pueden nombrarse El Crimen de Silvestre Bonard o El Figón de la Reina Patoja, las tendremos por más dignas que sus propias pecadoras barbas y por más ilustres que su solideo académico.
Abel JORDAN.
Buenos Aires, junio de 1948.
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