REPERTORIO AMERICANO 289 Dice el Rey: JOHN KEITH, Cuando pierde de su punto la justicia, no se acierta en admitir la piedad.
Divinas y humanas letras dan ejemplo: es traidor todo hombre que no respeta a su rey, que habla mal de su persona en ausencia.
Da, Tello, a Elvira la mano para que pagues la ofensa con ser su esposo; y después que te corten la cabeza, podrá casarse con Sancho, con la mitad de tu hacienda en dote. Y, vos, Feliciana, seréis dama de la Reina, en tanto que os doy marido conforme a vuestra nobleza.
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Socio Gerente.
Interesantísima es la lección de honor que da Lope de Vega en Peribáñez y el Comendador de Ocaña (18. Cuán lejos de la otra lección cervantina! Lope no podía coincidir con Cervantes: eran polos opuestos. Lope, mimado de la fama, de las mujeres, hábil en el desarrollo de su existencia, está al otro lado de Cervantes, melancólico, de buen humor y sin mayor trance para ejercitarlos: hubo de dejarlo en los libros maravillosos.
Analícese esta exposición que al Rey hace Peribáñez.
ve, que pudo envolver nada menos que la solución del problema de aquel príncipe Don Carlos, hijo de Felipe II, enamorado de su madrastra; veamos como el concepto del honor triunfa con dolor, sin duda, sobre el amor.
Es posible que falte en el monólogo aquel sabor de humanidad desencantada que constituye uno de los secretos de Cervantes; por ello es más sugestivo el análisis: Yo soy un hombre, aunque de villana casta, limpio de sangre, y jamás de hebrea o mora manchada.
Fui el mejor de mis iguales y en cuantas cosas trataban me dieron primero voto, y truje seis años vara.
Caséme con la que ves, también limpia aunque villana: virtuosa, si la ha visto la envidia asida a la fama.
El comendador Fadrique, en vuesa villa de Ocaña señor y comendador, dió como mozo, en amarla.
Fingiendo que por servicios, honró mis humildes casas de unos reposteros, que eran cubiertas de tales cargas.
Dióme un par de mulas buenas.
Mas no tan buenas; que sacan este carro de mi honra de los lodos de mi infamia.
Con esto intentó una noche, que ausente de Ocaña estaba, forzar mi mujer; mas fuese con la esperanza burlada.
Vine yo, súpelo todo y de las paredes bajas quité las armas, que al toro pudieran servir de capa.
Advertí mejor su intento; mas llamóme una mañana y díjome que tenía de vuestras altezas cartas para que con gente alguna le sirviese esta jornada: en fin, de cien labradores me dió la valiente escuadra.
Con nombre de capitán, salí con ellos de Ocaña; y como vi que de noche era mi deshonra clara, en una yegua a las diez de vuelta en mi casa estaba; que oſ decir a un hidalgo que era bienaventuranza tener en las ocasiones dos yeguas buenas en casa.
Hallé mis puertas rompidas y mi mujer destocada, como corderilla simple que está del lobo en las garras Dió voces, llegué, saqué la misma dagı y espada que ceñi para servirte, no para tan triste hazaña; paséle el pecho, y entonces dejó la cordera blanca, porque yo, como pastor, supe del lobo quitarla.
Vine a Toledo, y hallé que por mi cabeza daban mil escudos; y así, quise que mi Casilda me traiga.
Hazle esta merced, señor; que es quien agora la gana, porque viuda de mí, no pierda prenda tan alta.
Cielos, hoy se ha de ver en mi casa no más que vuestro castigo; alzad la divina vara.
No es venganza de mi agravio; que yo no quiero tomarla en vuestra ofensa, y de un hijo ya fuera bárbara hazaña.
Este ha de ser un castigo vuestro no más, porque valga para que perdone el cielo el rigor por la templanza, seré padre y no marido, dando la justicia santa a un pecado sin vergüenza un castigo sin venganza.
Esto disponen las leyes del honor, y que no haya publicidad en mi afrenta, con que se doble mi infamia.
Quien en público castiga, dos veces su honor infama, pues después que le ha perdido por el mundo le dilata.
La infame Casandra dejo de pies y manos atada, con un tafetán cubierta, y por no escuchar sus ansias, con una liga en la boca; porque al decirle la causa, para cuanto quise hacer me dió lugar desmayada.
Esto aun pudiera ofendida, sufrir la piedad humana; pero dar la muerte a un hijo ¿qué corazón no desmaya?
Sólo de pensarlo, jay triste!
tiembla el cuerpo, expira el alma.
lloran los ojos, la sangre muere en las venas heladas, el pecho se desalienta, el entendimiento falta, la memoria está corrida y la voluntad turbada.
Como arroyo que detiene Dr. García Carrillo Corazón y Vasos CITAS EN EL TEL. 4328 Como última muestra de la manera de entender el honor por parte de Lope de Vega, he de traer a colación el maravilloso monólogo del Duque, en la tercera jornada de El castigo sin venganza (19. Es quizá una de las tragicomedias más felices del Fénix de los Ingenios: obra de ancianidad, la remata a los sesenta y nueve años. Felipo de Carrizales también tiene su monólogo en la novela cervantina; pero, iqué distinto el devanar ideas del Duque del de Felipo. Meditemos este monólogo del Duque en el que se expone una doctrina, doctrina graElectrocardiografía Metabolismo Basal Radioscopía Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica