130 REPERTORIO AMERICANO Quetzalcoatl Porn Svende the Bete Aants Precio del ejemplar: dólar. Entiendase con el editor de Rep. Amer.
en efecto los misioneros lo emplearon luego con éxito en la prédica y la enseñanza de la doctrina. También el pensamiento de la revolución de Mayo se trasmitió a los pueblos del alto Perú por bandos redactados en el idioma vernáculo.
Existe también, a más de la poesía popular, una no escasa producción con pretensiones literarias, pero a mi objeto sólo importan los pocos documentos auténticos, anteriores a la conquista.
La sistematización de la fe religiosa, fuera de duda, había salvado sus formas primitivas, y sobre la base de un antiguo culto solar tendía a refundir los mitos antropomorfos en un monoteismo abstracto. Ya el disco del sol no era sino un símbolo visible de la divinidad trascendente. Concebida en hipostasis varias, como un principio cósmico, como el alma viviente de la naturaleza, iniciábase la evolución que debía constituirla luego en el supremo ideal ético. En el vulgo, es cierto, persistían las añejas supersticiones, resabios de tiempos más remotos, mientras en las clases superiores se depuraba el concepto religioso, y así se explican fácilmente los informes contradictorios.
El inca Garcilaso nos ha conservado un delicioso cantar dedicado a celebrar la lluvia fecundadora. Está imbuído de una sentimiento panteista, de un misticismo erótico, no exento de malicia. Su analogia con muchos bimnos védicos, en los cuales se personifican los agentes atmosféricos y se presta vida a los fenómenos naturales, es notable y no desdice al lado de ellos.
Pero el documento más interesante que conozco es el himno que por primera vez publicó Jiménez de la Espada. Lafone Quevedo lo reprodujo corregido y traducido al romance por el Padre Mossi. En esta composición se refleja una fervorosa emoción religiosa unida a una alta concepción de la divinidad. La anima el intenso anhelo de la comunión mística con el principio eterno, inaccesible a la razón humana, como un misterio cuya oculta esencia trasciende los límites del conocimiento, inescrutable e inefable. Torturado por angustiosas dudas en ansiosas interrogaciones, apostrofa el autor al Gran Desconocido.
Pido perdón a los manes del venerable fraile si me permito alterar levemente su traslado literal para darle una forma más literaria sin alterar su sentido. Oh, Viracocha, señor del universo, varón o hembra, tú que engendras y concibes, con ansias te conjuro. Dónde te ocultas. Acaso no soy tu hijo? Desde las alturas, desde los abismos, desde el esplendor de tu trono: Oyeme!
la inmensidad excelsa donde moras, profundidades del mar donde resides, Hacedor del mundo, Creador del hombre, Señor supremo, por verte a ti mis ojos desfallecen. Si te conociera, te contemplara, te entendiera, tú también me verías, me ampararías. El sol, la luna, el día, la noche, el océano, el universo, obedientes a la meta. se encaminan. Cualquiera que sea: al término llegan, cetro les señala. Oyeme, escúchame, que desfallezco, que muero.
Por su tono dubitativo, este desabogo de una alma atribulada por hondos problemas sólo puede compararse al himno de la creación del Rig Veda que en una versión mía, publicó ha poco Vida Nuestra. El canto védico es más reflexivo, de consiguiente más filosófico, pero expresa el mismo estado de ánimo, la misma suspensión del juicio, el mismo temor de una afirmación concreta.
En los salmos de la Biblia no hay ninguno semejante en su conjunto al del viejo quichua. Con frecuencia, por cierto, en algún versículo estalla el grito de la angustia: Por qué estás lejos de mi te escondes en el tiempo de la tribulación, Mi alma tiene sed de Dios, el Dlos vivo, cuando vendré y pereceré ante Dios, Cansado estoy de llamar, mi garganta se ha enronquecido, han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. No escondas tu rostro de tu siervo, porque estoy angustia. Oyeme foh Dios. de mi alabanza no calles.
Se trata sin embargo, de un recurso poético. La duda no persiste ni es el tema fundamental de ningún salmo. De inmediato sigue la afirmación jubilosa de la fe inconmovible, pues al fin: Dios es conocido en Judá, en Israel es grande su nombre. La actitud filosófica asoma en otras partes del canon biblico, en el poema de Job y en el Kohelet.
En el himno quichua no se revela tanto un estado de ánimo personal, cuanto el colectivo de los amautas. No solamente existen otros fragmentos poéticos de contenido análogo; en varios pasajes de los Comentarios Reales, cuando se menciona a Pachacamac, se le llama el Dios desconocido.
Garcilaso polemiza con Pedro de Ciesa poique éste a Pachacamac la califica de demonio e interpreta su nombre como hacedor del universo, pues por ser español no sabía la lengua tan bien como yo, que soy inca. su entender, siginifica lo que el alma con el cuerpo, que es darle ser, vida, alimento y sustento.
No se percata el Inca como aquí asoma una reminiscencia casi panteista de la vieja deidad cósmica. Dejo la temprana controversia etimológica a más entendidos, pero me inclino a darle la razón al hijo de la Palla Doña Ysabel. Aun en nuestras provincias subsiste la superstición de la Pachamama, el principio femenino de la naturaleza, que supone la existencia de otro viril, cuyo nombre era Pachayoyanchi, literalmente nuestro padre del universo. El dualismo primitivo simbolizado por el sol y la luna fué superado en la idea de una divinidad suprema, varón o hembra como dice el himno. Pachacamac no sería pues tanto el hacedor del mundo, sino el que engendra el proceso cósmi.
co. No olvidemos ni la tonalidad erótica del misticismo incásico ni que el concepto de Pacha involucra la noción del tiempo.
El buen Garcilaso lo identifica sin reparo alguno con el verdadero Dios, nuestro Señor, que los indios rastrearon por la lumbre natural. El siguiente pasaje trasmite sin duda una tradición auténtica. Tuvieron al Pachacamac en mayor veneración interior que el sol que, como he dicho, no osaban tomar su nombre en la boca, y al Sol le nombran a cada paso. Preguntando quién era el Pachacamac, decían que era el que daba la vida al universo y le sustentaba, pero que no lo conocían, porque no le hahian visto y que por esto no le hacían templos ni le ofrecían sacrificios, mas que le adoraban en su corazón (esto es mentalmente)
y le tenían por Dios no conocido.
Aunque los araucanos nunca fueron sometidos, su culto solar denota la influencia incásica. Los nombres del sol y de la luna son quichuas. En Los Gauchescos, Ricardo Rojas transcribe una oración en lengua mapuche en la que el sentimiento religioso aún se manifiesta en toda su ingenuidad, no contaminado por la duda y la reflexión. Me he permitido hacer una paráfrasis que, sin afectar el fondo, modifica quizás demasiado la versión tosca que agrega Rojas, obra de algún lenguaraz. Con estos afeites no creo haberla mejorado y aun me asaltan escrúpulos por haberla despojado de su sabor agreste. Deseo tan sólo llamar la atención sobre su belleza. El espíritu de los antiguos vedas anima también este himno sencillo y hermoso. Ante ti, oh padre, hoy nos arrodillamos. Pedimoste que nos perdones, que nuestros hijos vivan, que sean hombres. Lluvia te pedimos, que la siembra germine y el ganado abunde. Llueva has de decir, tú, varón excelso de cabellera de oro, y tú, mujer excelsa; a ambos númenes imploramos. Ayudadnos en toda empresa, amparadnos del mal.
Alzamos nuestros ojos dos veces, nos arrodillamos. Que no enfermen los hijos. Has de decir, oh disco fulgurante. En medio del cielo estás. Todo lo creaste. Por ti estamos de pie.
He tratado tal vez con excesiva ligereza un tema atrayente que reclama detenimiento.
Conviene, empero, recordar de vez en cuando el interés de estos antecedentes que son, al fin, un integrante atávico de la evolución nacional. Fué Vicente Fidel López quien entre nosotros con mayor empeño, quizá con exageración, apreció la influencia de la cultura incásica. En su historia de la literatura argentina Rojas ha vuelto a señalar la tradición americana, como una fuerza viva y creadora en el desarrollo del sentimiento argentino y de su expresión estética. Estudios de esta índole realizan una obra nacionalista y contribuyen a despertar en nuestro pueblo la conciencia de su personalidad propia.
En en las que tu Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica