218 REPERTORIO AMERICANO RADIUS les Calle del Variedades. TELEFONO 4692 Espejos de todas las clases Cuadros Marcos Objetos tallados Souvenirs Oleos y Acuarelas Vidrios para sobre de muebles y para Automóviles SERIEDAD RAPIDEZ EFICIENCIA torno al lugar aquel hasta que, de nuevo, llevó el mago su mano a la nariz y dijo. Tienen suerte, he aquí otra! Ojalá sea una gran cobra. Después de las imprecaciones habituaу de golpear el suelo con los pies y con el bastón, decidió extraerla también con la propia mano, ya que el animal se defendía en el interior de su comadrera. Tenía razón el cheik: esta vez fué una enorme cobra de unos tres metros de largo que salió apretada por el cuello en su mano y dando colazos amenazantes. Acérquense, no tengan miedo. gritaba el cheik. Yo la mando. Ella no puede hacerles mal! Aunque me muerda, ella no puede hacerme daño. Yo tengo el talisman la fórmula mágica. Tómenla de la cola!
Nos acercamos, mi esposa y yo, y tuvimos que tomar la enorme culebra por la cola para grabar en unas fotografías tan solemne momento. Ahora la voy a soltar en el suelo, dijo, para que ustedes vean cómo yo la domino con mis ojos y mi palabra.
En efecto, soltó la cobra sobre la arena, vigilando con sus ojos penetrantes el menor de sus movimientos. Como la culebra enderezara, silbante y con la lengua afuera entre su boca desmesuradamente abierta, justamente en la dirección de nosotros, el cheik profirió un grito y con su varilla tocó la cola del animal.
Este se detuvo inmediatamente y alzando su cabeza a una altura de unos 20 centímetros del suelo, clavó los ojos en el mago, el cual la fijó también con su mirada. Unos cuantos segundos estuvieron las dos potencias mágicas enfrentándose; luego, la culebra vencida bajó el cuello y empezó a caminar por el suelo en dirección a su domesticador. Ya está vencida, dijo éste. Aunque me mordiera no podría hacerme daño. Diciendo esto la tomó bruscamente por la cola, cogió luego la cabeza del ofidio y la puso sobre su mano abierta, luego sobre su antebrazo y finalmente la envolvió en torno a su cuello. Ustedes pueden hacer lo mismo, nos dijo. Yo la domino. Si quieren tomarse una foto con torno del cuello, pueden hacerlo.
Declinamos cortésmente el ofrecimiento y le sugerimos que la guardara mejor en la canasta, junto con las otras, para poder seguir converasndo de cosas que nos interesaban. Accedió y nos sentamos sobre una piedra a la sombra de las ruinas milenarias y grandiosas del Templo de Ramses II. Un escritor francés que lo conoció a us.
ted, ha dicho en un libro que usted lo inició en estos misterios de las serpientes, le dijimos. Es esto verdad. Un francés, sí, recuerdo. Sí, pero ello es cierto sólo a medias, respondió. Pues los secretos que me fueron revelados por mi padre yo he jurado no revelarlos jamás a nadie, como no sea a mi verdadero discípulo, el que continuará mi trabajo después de mi muerte. Yo a él le enseñé sólo algunas fórmulas elementales para hacer salir a las serpientes de sus escondrijos y para dominarlas. Pero, lo que me hace invulnerable a sus mordeduras eso es secreto. Si yo lo revelara o también si yo alguna vez llegara a matar a una serpiente, perdería en el acto todo mi poder. si usted no mata a las serpientes, le preguntamos. qué hace usted con todas estas que encuentra? Sabemos que a usted se le llama de todas las casas o jardines en que se ha visto o se sospecha una serpiente para que la cace, no sólo aquí en Luxor y Karnak sino en todo el Alto Egipto. Según nuestras informaciones, usted tendría entonces miles de ellas en su casa. No, replicó. Lo importante es que yo no las mate con mis manos, pero si yo las dejo en la canasta para que se maten unas con otras o con escorpiones que también yo domino con mi poder y recojo en el cesto, o aun si las dejo morir de hambre sin darles de comer, entonces yo no falto al pacto que con los ocultos poderes tengo contraído. eso es lo que hago. Sólo en muy raras ocasiones he dejado una serpiente suelta en el desierto. Es peligroso, muy peligroso, pues en la arena no se distinguen y el caminante o su cabalgadura pueden pisarlas sin querer. y entonces, la serpiente ataca, muerde.
De pronto, volviéndose hacia mí, exclamo. Desearía usted recibir de mí un encantamiento para la Buena Suerte. Gracias a mi poder sobre los reptiles, yo podría dárselo.
Sus ojos negros me miraban penetrantes y fijos. De nuestra respuesta y lo que pasó después, hablaremos en el próximo artículo.
ella en arrodillo frente a mí, se envolvió el cuello con una de las cobras y me hizo poner mi mano sobre el cuerpo del reptil mientras mi otra mano reposaba sobre la suya. Empezó entonces a recitar fórmulas mágicas en que lo único que yo entendía de vez en cuando era el nombre de Aláh. Piense que la Buena Suerte lo va a acompañar. No tenga ningún miedo a la culebra. Los reptiles son buenos amigos cuando no se les teme. Esta cobra le traerá Buena Suerte.
Luego, levantándose y soltando mi mano, exclamo. Bien, ya está terminado. en seguida, volviéndose a mi esposa que asistía atenta a la escena, preguntó. No querría the Lady hacerse ella invulnerable a las serpientes? Bien veo que ella tiene mucha afición a la arqueología y habitualmente las ruinas están llenas de culebras y escorpiones. No querría de verdad?
Antes de que yo alcanzara a contestar, ella había accedido. El mago, ágilmente, la hizo sentarse sobre el mismo manteo plegado en que yo había recibido mi encantamiento benéfico y sacando del canasto una gran cobra la deposito sobre el suelo y empezó a recitar sus fórmulas. Luego cogió a la sierpe por la mitad del cuerpo con una mano y con la otra tomó el brazo desnudo de la improvisada novicia. Arrodillándose frente a ella tomó entonces la cabeza de la cobra y la colocó blandamente sobre el antebrazo y la mano de ella.
En esos momentos sucedió algo tremendamente dramático: bruscamente la cobra se desprendió de la mano del mago y clavó sus dientes afilados con rapidez increíble en uno de los dedos del domador, Yo, que miraba la escena muy de cerca, atento a no perder un detalle por una parte y a tomar una buena foto con mi Leica por la otra, no pude dejar de dar un salto atrás y preguntar a mi esposa si había sido mordida. Con un admirable buen humor ella me respondió que todavía no. pero que el domador, en cambio, sí había sido mordido.
El mago, sangrando abundantemente de su mano, volvió a coger la cabeza de la cobra y la puso de nuevo sobre la palma de la mano de su valiente e improvisada discípula y recitó en forma solemne una oración en lengua árabe pero de quién sabe qué religión.
II Habíamos convenido en reunirnos en el Hipostylo del Gran Templo a la mañana siguiente a las 9, para evitar el calor y los curiosos que siempre se agrupan cuando se trata del Cheik y sus sierpes. Puntualmen te estaba allí el mago con su bastón y su canasta. Echamos a andar hacia un rincón sombreado de las ruinas. Interrogado sobre si tenía serpientes en la cesta, dijo que había alli tres cobras de capuchón.
Mientras tomábamos nuevas fotos y sometía él a sus serpientes a diversas pruebas permitiéndonos tomarlas por la cola y del cuerpo y examinar de cerca el interior rosado de su temible boca, el Cheik me dijo. Bueno, voy a cumplir ahora mi ofrecimiento de ayer. Voy a conferirle un encantamiento para la Buena Suerte, gracias a mi poder sobre los reptibles y que me permite conjurar todas las fuerzas hostiles al hombre.
Diciendo esto se despojó de su túnica, hizo con ella un pliegue cuadrado como el que Buda hizo con su manteo bajo el Arbol de Gaya el día de la revelación y me hizo sentarme sobre este improvisado cojín. Se Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica