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186 REPERTORIO AMERICANO RADIUS?
Calle del Variedades. TELEFONO 4692 Espejos de todas las clases Cuadros Marcos Objetos tallados Souvenirs Oleos y Acuarelas Vidrios para sobre de muebles y para Automóviles SERIEDAD RAPIDEZ EFICIENCIA un rica Latina de los pueblos de China y de la India, que de los Estados Unidos, porque el grado de su evolución histórica aproxima a aquéllos por encima de la distancia geográfica, en tanto que la historia separa a los Estados Unidos de la América Latina, a pesar de la proximidad material que los junta en el mismo Hemisferio.
Sólo una causa común a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra puede unir a los países del Continente Americano, como ocurrió ante el plan de dominio del mundo por la Alemania nazi. En cambio, una guerra por intereses americanos, exclusivos del Continente Americano, es imposible, pues tales intereses no son comunes.
La amenaza de Adolfo Hitler fué una amenaza por igual para las grandes potencias tanto como para los países de escaso poder.
Vencidas aquéllas, los pueblos débiles como los de la América Latina, habrían sucumbido ante la fuerza bárbara al servicio del plan de nuevo arreglo del mundo, basado en la supuesta superioridad de las razas y de las naciones.
Una verdadera causa universal, un peligro real y directo para cada país del mundo, la amenaza cierta de una potencia o un grupo de potencias que propugnaran un plan de sometimiento de todos los pueblos a los intereses económicos y políticos de esa fuerza, podrían asociar otra vez a los pueblos de la América Latina con otros pueblos en una lucha coulún. Pero también una causa universal posi ava puede unir a los pueblos latinoamerica 110s a los demás pueblos del mundo. Esta es la causa de la paz.
Si hay pueblos amantes de la paz y ene migos decididos de la guerra, los de la Amé rica Latina han de contarse entre ellos en pri.
mér término. Porque si estallara una nueva guerra mundial, el Continente Americano sería aislado del resto del mundo por las fuerzas militares de los Estados Unidos, y se desencadenaría una represión brutal contra todas las fuerzas democráticas de las naciones latinoamericanas. Es decir, si viniera la guerra otra vez, se destruiría totalmente la democracia en la América Latina por largos años. sin democracia, vivida cotidianamente y no sólo proclamada para fines de propaganda interior o internacional, las mejores fuerzas del pueblo en la América Latina no podrán liquidar las supervivencias del pasado feudal ni podrán tampoco impulsar el desarrollo económico de cada país, que ha de conducirlos algún día a su cabal emancipación.
La Segunda Guerra Mundial, que salvó de la mortal amenaza fascista a todas las naciones, hizo a la inmensa mayoría de los países de la América Latina más dependientes de los Estados Unidos que nunca, y las consecuencias de esa sujeción las están sufriendo ahora mismo sus pueblos en la forma de un tremendo desequilibrio entre los precios de las mercancías y servicios fundamentales para la vida y los recursos económicos de las grandes masas, y en la presión de los monopolios norteamericanos que tratan de destruir el reciente progreso industrial logrado en algunas naciones latinoamericanas, para que éstas permanezcan en su tradicional situación de proveedoras de materias primas para el gran aparato de producción industrial de los Estados Unidos, de compradoras de manufacturas provenientes del norte y de mercados para el capital sobrante de la gran potencia.
Por estas causas nadie quiere aquí, en esta región del mundo, una nueva guerra. Sólo los agentes del imperialismo yanqui se suman hoy a la campaña de los monopolios tendiente a que el mundo acepte la tesis acerca del llamado destino de América como fuerza directriz de la humanidad.
Los filósofos del imperialismo yanqui hablan de la americanidad. Esta tesis es falsa, porque supone la existencia de una América homogénea y unida desde Alaska hasta los países del Plata, y esta unidad dentro de la igualdad no existe.
Los filósofos del imperialismo yanqui hablan también del Siglo Americano. Esta tesis es falsa, como la otra: la conducción de los hombres y de los pueblos no es tarea o privilegio que el destino haya repartido, por rotación, entre los países de la tierra.
Los americanos de la América Latina sólo en un alarde de desmesurada vanidad podríamos atrevernos a decir que nos corresponde la dirección histórica de los hombres y de los pueblos de los otros continentes.
Resurgimiento (En el Rep. Amer. Lejos de todo aquel ruido de ayer que hizo vivir en oscuras cavernas mi espíritu anhelante de nuevos horizontes.
lejos, tan distante, que ni los ecos llegan, hoy vivo feliz.
Un rancho donde habito: embriagada mi alma por la serenidad y por esa temerosa inocencia de estos campesinitos, que como otrora yo, llegan friolentos, descalzos y muy limpios.
Temprano, tan temprano que los montes aún están cubiertos de neblina, llegan con flores frescas, con frases cariñosas, con diáfana alegría.
Nunca como hoy he sentido el inmenso placer de ser maestro; silencioso, en la amplitud del campo, entre la sinfonía de ríos y de montes, mi espíritu cansado, hoy resurgido y como nunca alegre, se desborda a cantar.
Omar FLORES.
La Angostura, Pérez Zeledón, Setiembre 19 del 48.
Los americanos de los Estados Unidos de Norteamérica tampoco pueden asignarse a sí mismos el honor de dirigir a los demás pueblos de la tierra, porque ningún país, por poderoso que sea, tiene derecho a arrogarse tamaña facultad. Y, además, porque son un pueblo joven que al lado de sus virtudes indudables, de su disciplina colectiva valiosa, de su gran capacidad para el trabajo y de su honestidad frente a muchos problemas de la existencia, adolece de los defectos de un país que no acaba de salir aún del primitivismo y de la superficialidad, y por estas causas se aleja mucho del papel de modelo para las demás naciones del mundo.
El siglo XX no es, ni puede ser, el siglo americano, excepto que se pretenda ocultar en esa frase audaz y ambiciosa el propósito de los grandes monopolios yanquis de dominar a los demás países de la tierra. Pero si de esto se trata, es evidente que ni en la teoría ni en la práctica puede aceptarse tesis tan grotesca y tan injuriosa para la especie humana.
Los filósofos del imperialismo yanqui hablan, asimismo, de que América es, en la actualidad, la depositaria de la cultura occidental. Esta tesis, falsa como las anteriores, implica la idea de que la cultura sigue siendo patrimonio exclusivo del Occidente, y también de que en los países europeos la cultura ha desaparecido o se halla en crisis irreparable y que, por esta razón, ha tenido que refugiarse en tierras de América. Apenas es necesario decir, para mostrar lo deleznable de semejante teoría, que en nuestra época la cultura es universal como nunca, si por cultura ha de entenderse la posesión del acervo de los conocimientos del hombre sobre la naturaleza y sobre la vida la valoración de la existencia, con tal calidad, que haga fuerte la fe en la perfectibilidad constante del ser humano, por encima de consideraciones geográficas e históricas.
Ningún país del mundo puede reclamar hoy, como propia, la prerrogativa de ser el depositario de la cultura, que no es occidental ni oriental, sino simplemente humana, y que será cada vez más humana, en la medida en que los hombres se emancipen de la explotación y puedan tener acceso al saber y a las posibilidades de expresar y transmitir el conocimiento por medio de la ciencia y del arte.
Los filósofos del imperialismo yanqui hablan, de igual modo, de la Era Atómica, fundando su afirmación en la creencia de que el 11 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica