REPERTORIO AMERICANO 169 Estiuca GRE2 Romancero de Bernardo de Bernardo Higgins RIQUELME ENCUENTRA MAESTRO Por Roberto MEZA FUENTES Era en la niebla de Londres, nébula, niebla, neblina. galopar a la Academia un niño mozo venía.
Ojos de jacinto en flor de mirada entristecida.
Guedeja rubia en la frente de adolescencia marchita.
Heredad de adolescencia lindera en niñez cautiva.
Niñez que guarda una llama contra el corazón prendida.
Llama azotada del mundo su pecho la guarecía.
La lumbre que fué creciendo se confundió con su vida y el niño adolescente en rosa de amor se abría.
Amor de la adolescencia alucinada y divina, lámpara en el laberinto trémulo de maravilla, misterio entre los misterios, misterios de estrellería.
Por seguir ese misterio entre misterios camina.
Tierra Buscaban sus pies sin saber a dónde iba.
Trae su ilusión del sur con su azul mañana niña y en el alba de su sueño la dulce patria nacía.
Va, peregrino, del alba a la tarde pensativa.
Desde la noche profunda al fulgor del nuevo día, desde el silencio en tiniebla al trino sobre la cima. su soledad se puebla de estertores de agonía y tras la muerte el vagido del alma recién nacida.
Con un rocío de lágrimas besa su congoja viva.
Brota en el jacinto en flor una luz humedecida.
El hijo sin padre busca su padre, maestro y guía, con ansia del corazón golpeó en la puerta escondida.
Don Francisco de Miranda, paternal, la puerta abría.
ab (Envío del autor, en Santiago de Chile. Con estas alentadoras palabras: Desde el día de Chile un saludo a don Joaquín en su Repertorio, faro, vigia y atalaya de América.
Y, con los versos de Santiago, las palabras de San Francisco de Quito, en el legio Mejía, al ent regar el mensaje de tro Instituto Nacional a cuyo aleto se co bijó su espíritu en horas de mocedad inquieta y batalladora.
Y, con los versos y las palabras, la esperanza de siempre. la Unión de América, por el Espíritu de la Juventud! un abrazo, Meza Santiago, 18 de setiembre de 1946. Porque, escuchando su voz, y en el alma sin amor su prisión el alma olvida brotará la flor bellida.
y despierta a nueva fe Don Francisco de Miranda el que zozobra y vacila a Riquelme recibía.
y siente que la fe muerta Le mostraba el corazón en su fervor resucita.
hoguera, en su anhelo, henchid: Se están abriendo las puertas en que iba naciendo América, del sueño que era su vida patria que llamar solía, y en el sueño van surgiendo como columna de fuego las presencias diamantinas, que enciende al pueblo y lo guía varones para el ejemplo y lo conduce cantando y la hazaña esclarecida, a la tierra prometida.
puras simientes de amor de la roca manaba para el viejo mundo en ruinas, manantial de eterna vida.
raíz hincada en la tierra, flor, en el cielo, encendida, Ya entra Bernardo Riquelme generaciones que marchan y arrodillado caía.
en el dolor y la dicha Ya le besaba las manos siempre el corazón en alto con el alma enardecida.
con la antorcha la vida, Ya encontraba su maestro siempre promesa de flores tu libertad, Patria mía.
en las congojas baldías, El niño encontró el sendero siempre la seda del beso de fulgencia matutina.
en la sangre de la herida, Don Francisco de Miranda siempre dulzura del cielo Hijo mío le decía.
en nuestra soberbia impía, Así se oía nombrar siempre victoria del alma primera vez en su vida.
sobre tristes cobardías, Corazón y alma, temblaba siempre claridad de amor en la varonil caricia.
cuando nuestra luz declina, Londres le guardaba un padre amor, siempre amor, que canta en su niebla y su neblina.
en inmortal sinfonía.
En la neblina con lágrimas Amor que venció a la muerte.
una cruz del sur nacía.
Muerte, por siempre, vencida. en la patria lontananza De su noche silenciosa ya germinaba una espiga nueva claridad nacía y zarcillos de las vides que aromaba la creación abrazaban las olivas.
con su esperanza florida.
El corazón de veinte años Llama de fuego y amor estallaba de alegría.
que acaricia y purifica En el niño adolescente en los confines del mundo el hombre se estremecía abre las puertas del día.
con la canción augural En la noche sin consuelo de su fe recién nacida.
ya va a alumbrar la sonrisa Ya la madrastra era madre en toda la tierra niña.
Ya de la tierra materna la dulce patria nacía.
Ya los pueblos encontraban sus fundadores y guías.
Los pastores y patriarcas abren la senda escondida El niño que lo miraba siente temblar las rodillas al imperio sobrehumano de la mirada aquilina.
No sabe si está soñando o si despierta a la vida. No le parece, al oirlo, que escucha una voz divina?
Le llena el alma una música celeste y desconocida.
Ya no sabe si sus pies sobre la tierra caminan o si está ungiendo su anhelo la palabra del Mesías en una nube de mármol o en una zarza florida, en un sosiego de lirios o en un martirio de espinas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica