Violence

194 REPERTORIO AMERICANO hombres de acción con tanta conciencia de sí mismos y tanta responsabilidad de su destino. Ante lo que de tremendo éste tuviese para lo relativo a sí mismo, nunca se le vió vacilar; pero cuando le hablaba a su pueblo, cuando tenía que modelarle el corazón a su criatura, siempre le brotaron de la boca pa labras edificantes.
Coinciden, afortunadamente, en esa inquietud ante los atributos de la espada y en la renuncia al provecho del predominio que ella hubiese conferido, los máximos libertadores de América. Aquí fué el admirable Washington, el primogénito, que se sacude de las manos creadoras de patria el polvo mortífero de las batallas y como el buen padre de familia que a la casa trajo el sustento bien procurado y con los hijos se sienta a compartirlo en la mesa cordial, colgado el sable de la misión cumplida, recobra el sitio del ciudadano para presidir el trabajo de los que van a asegurar en la paz la obra fecunda de la guerra; allá abajo fué también San Martín, de regreso de Guayaquil, libertador satisfecho de su obra que no cae en la tentación que se le ofrece de sobrevivirse más allá de la hora generosa en el tiempo de la gloria; allí el nuestro, que si traspasó fronteras y derrocó virreinatos no fué sino para fundar patrias libres, en cuya dignidad se pudiesen complacer los hijos de sus suelos. téngase en cuenta que la naturaleza le dió temperamento dominador y que a su genio impetuoso modalidades americanas no dejaron de hacerle invitaciones a la violencia.
Pertenecía a un mundo que aún ejercía sobre sus pobladores de espíritu animoso la fascinación que sus selvas, sus ríos anchurosos, sus montes coronados de nieve y borrascas, sus vastas soledades, ejercieron sobre el conquistador temerario, explorador de misterios geográficos más aún que dominador de indiadas. Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra la Naturaleza dice en Caracas, entre los escombros del terremoto de 1812. y es porque ya tiene enderezada la lucha contra el medio natural, todavía bárbaro en su país, la gana de esguazar ríos a nado de cabalgar potros salvajes, para que lo acatasen como jefe natural quienes a esas pruebas sometieron la hombría de los suyos. Pero también la de tramontar páramos ventosos, para extender sus horizontes a todo lo que pudieran darle los ojos desde eminencias y para delirar sobre el Chimborazo.
Es el caudillo que produce el suelo americano y especialmente el venezolano, apenas resuena el grito de emancipación, antes de que la idea exacta de ésta hubiese puesto en movimiento, propiamente, la voluntad colectiva; pero se diferencia de los demás en que no abriga el propósito personalista de dominar dentro de los términos de la región natal, sobre los determinados hombres, de presa también, que pudiesen disputarle tal dominio; sino el ambicioso y por ello generoso de trasponer sus propias fronteras, de empinarse sobre toda la América, no para someterla a su personal imperio, sino, por lo contrario, para pertenecerle totalmente a toda ella. sus más duras, difíciles y tenaces luchas son, desde los primeros momentos, contra los libertadores de patrias chicas a quienes no les llegaba el espíritu hasta abarcar los contornos de la grande que ya él llevaba en su mente.
Que no es solamente Venezuela, desde los camienzos, ni será tampoco la Gran Colombia, poco después, sino la América entera.
Pero conviene advertir que la idea de americanismo integral no es ocurrencia exclusivamente suya, cual de hombre desligado de su mundo circundante, sino que ya ha comenzado a formar parte del pensamiento político venezolano. En Europa, Miranda se presenta como enviado de América y en la Constitución venezolana de 1812 se establecía que podían ser miembros del ejecutivo los naturales del continente colombiano. sólo con haber residido durante un año en el territorio de Venezuela.
En Simón Bolívar, personificación de pueblo y grandeza humana en cuya composición todo se encuentra en proporciones extraordiDarias, aquellos balbuceos de americanismo integral adquieren firmeza y magnitud de pensamiento dominante, categóricamente expresado tanto en la hora de la angustia, como en la del gozo consecutivo al triunfo o en la de la reflexión serena.
Es el año funesto de 1814. Las huestes de Boves han destrozado la República, llaneros de Venezuela en pos del asturiano impetuoso han clavado sus lanzas en el tierno cuerpo de la Patria naciente y a los leales soldados de la división de Urdaneta, Bolívar les estimula el ánimo grande, diciéndoles: Para nosotros la Patria es la América.
Es la suerte cambiada en 1818. Aunque incierta todavía la existencia de Colombia, los triunfos obtenidos con la conquista de Guayana y con la reunión del Congreso de Angostura, tienen carácter de victoria definitiva y Bolívar complacido le escribe a Pueyrredón: Una sola debe ser la Patria de los americanos.
Es, finalmente, para no insistir demasiado, en 1825, cuando las armas de Colombia cubren todo el territorio comprendido desde las bocas del Orinoco y el istmo de Panamá hasta la región del Chaco Bolivar se halla en toda la plenitud de su influencia sobre el mundo americano, cuando propone la reunión del Congreso de Panamá, para echar las bases de una gran confederación de las naciones del Continente. he aquí, en la hora de la fortuna acariciadora del triunfo, cuando mayores riesgos corre la grandeza humana, en la ocasión de los laureles, sobre los cuales ha sorprendido la historia, dormidos, a tantos hombres que parecían hechos para los desvelos portentosos, el pensamiento del genio vigilante, en estos puntos capitales del ideal de aquel congreso, tomados en un borrador sin fecha. El nuevo mundo se constituiría en ciones independientes, ligadas todas por una ley común que fijase sus relaciones externas y les ofreciese el poder conservador en un congreso general y permanente; el orden interno se conservaría intacto entre los diferentes Estados y dentro de cada uno de ellos; ninguno sería débil con respecto a otro, ninguno sería más fuerte; la fuerza de todos concurriría al auxilio del que sufriese por parte del enemigo externo o de las facciones anárquicas; la diferencia de origen y de lores perdería su influencia y poder; la reforma social se alcanzaría bajo los santos auspicios de la libertad y la paz. como coronamiento de esta concepción visionaria, de auténtica excelencia espiritual y no en forma de discurso compuesto para impresionar y deslumbrar, sino en un papel de notas para fijar el pensamiento relampagueante, la visión de una sola nación cubriendo el universo, la federal, en la marcha de los siglos, para la dicha de los pueblos. Delirios sobre el Chimborazo todavía?
Yo no sé de nada que sea grande y hermoso entre las angustias y miserias de la vida cotidiana y que no haya sido relámpagos del ideal a través de cerebros visionarios. Pero en todo caso es buen motivo de orgullo nuestro, el que en el pensamiento de un guerrero de América, de un hombre violento como la naturaleza de su país, todavía indómita, haya anidado siquiera la imaginación de un solo asiento de felicidad humana, y por obra de leyes prudentes, la tierra entera. Los guerreros de otras patrias nunca pudieron soñar sino con la sujeción de las ajenas al dominio de la propia. Aquí fueron libertadores, sin ánimos de conquista.
Pero de nada nos serviría el haber venido a rendir homenaje al pasado, honrando la memoria de los que fueron y son grandeza real y perenne, si no estuviésemos dispuestos a llevarnos de aquí alguna lección provechosa. al entregarle, como formalmente lo hago, al Presidente de los Estados Unidos de América y en nombre del gobierno y del pueblo de Venezuela esta estatua del Libertador de mi Patria, para que él le transfiera su posesión a este pueblo que su nombre lleva, se la confío a su generosa devoción bolivariana como si le entregase una semilla de amor a Venezuela, para que la siembre en su suelo y sea la flor con que se adorne la planta que de ella nazca, amor a América, igualmente nuestra.
Porque Vos y yo, señor Presidente Truman, hemos conmemorado juntos los consecutivos días nacionales de nuestras Patrias y en un solo viaje hemos pasado del uno al otro y por añadidura de Washington a Bolívar, sin traspasar fronteras, y quiero creer que algún sentido trascendente hayan tenido estas concurrencias. Estuvo, acaso, en vuestro pensamiento la premeditación intencionada de que esto sucediese cual si significase algo que debería ocurrir en plano de acontecimientos superiores? Yo me inclino a creerlo y me complazco en celebrarlo, porque a la verdad son dos pueblos, el vuestro y el mío, quienes han hecho ese viaje, cordialmente compartido. De Washington a Bolívar, los grandes y admirables creadores de nuestras Patrias, sin trocar un sentimiento por otro, sin quitar los corazones, ni por un instante, de donde se tienen desde el nacer firmemente puestos; pero sin esquivárselos tampoco al grande amor que este visionario le confió a la marcha de los siglos. Una hermosa utopía y nada más, América patria común de todos los americanos. Pees la historia del mundo dramático relato de una trabajosa persecución de utopías, cargados de angustias los pueblos, mirando hacia donde la esperanza promete: alli descansarás en la posesión de la felicidad. de dónde, si no de las anticipaciones de los visionarios de ayer, han sacado los hombres prácticos de hoy las soluciones positivas de que tan arrogantes se muestran?
Por todo esto, cumplido el encargo que me dió Venezuela, hecha en este pueblo la siembra de amor a ella, yo me retiraré de aquí, no con la superficial complacencia de haber contribuído a acto de protocolar cortesía, sino con la emoción de haber asistido a un acontecimiento trascendental.
naro no CO Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica