REPERTORIO AMERICANO 251 Soledad de los abismos esta soledad del agua.
Este es el viento niño, adelgazado.
De puntillas, en pies leves, huídos, sus trasparentes dedos escondidos pasan, y es como si no hubieran pasado.
AHORRAR es condición sine qua non de una vida disciplinada su hay el dolor del viento.
Gemido entre la noche que no termina, llega cabalgando por sobre ese recuerdo ilímite de minutos salobres perdidos entre techos y entre ventanas. Oye; voz está cantando antiguas canciones debajo, en las raíces que hay en la piel del hombre.
Hay el dolor del viento.
Tú lo sabes. En dónde?
El te dirá su signo, te contará su norte en esa oscuridad que no termina. Corre.
Que hay el dolor del viento esperando tu nombre.
Lo llaman brisa, céfiro. Está alado de imperceptibles pájaros dormidos, y sueña entre sus brazos inasidos un duende sueño azul, tornasolado.
DISCIPLINA es la más firme base del buen éxito LA SECCION DE AHORROS del Pero sabe besar plácidamente.
En el labio de un niño se le caza y en tu mejilla rosa, cuando pasa, como soplo de luces se te siente.
Que el viento niño es como niño en casa cuando juega en los hilos del relente.
BANCO ANGLO COSTARRICENSE Llámala tan sólo el agua. así, con la sencillez de un pájaro en la mañana. el más antiguo del país)
está a la orden para que usted realice este sano propósito ¿Por qué tienes que pensarla crucificada en los lirios o adormecida en palabras?
AHORRAR De ti hasta el agua hay la distancia sólo de una sutil burbuja inexplorada.
Sabe su geografía recóndita y exacta el ojo sorprendido del pececillo que saltó a la playa.
Conoce su honda gruta diminuta y perdida, horizonte del sueño y del hallazgo, el recental que por las tardes baja a beber el cielo claro en el cristal fresco y temblante.
Suéñala gentil y blanca desde su clara cintura, verde perfil de sus algas.
llegará el preclaro norte de tu hallazgo verdadero.
Si quieres hallarle el alma toda en los cuatro universos de sus letras de esmeralda, Sólo tú y sólo yo no hemos podido todavía encontrarla.
ábrete plena a su llama sonora y viva, ya tú temblorosa hoja de palma.
De aquí se fué la nostalgia.
No estamos ni tú ni yo.
Está, simplemente, el agua.
Que me lleves, viento, allá.
Allá. yo no sé si queda ni si está.
Todo hacia mí por ti viene, pero conmigo no va.
Conmigo sólo mi vida, tu vida y mi vida, ya.
El allá que tú me guardas, viento, di, įme esperará?
Tu polvo, que nada sabe, lo sabrá.
Dame ya, viento, tus hombros, álzame y llévame allá, que si no queda, vendrá, y si queda, qué esperanza, a ti lo mismo te da.
Que me lleves, viento allá.
De lejos vengo, Amor, de lejos vengo.
Tengo de ti un sabor desconocido, sí que lo tengo.
Vengo de donde estás, de donde nada lleva su nombre puesto, y son la piedra, el árbol, la distancia, el lucero, todos un mismo haz de sombra y sueño.
De lejos vengo, Amor, vengo del tiempo por donde la palabra es cristalina, tan pura y tan de cierto, que la dijera sin que nadie la oiga, y yo la oyera sin nombrarla, sólo porque la trae el viento.
De lejos vengo, Amor, de lejos vengo.
Todo está placentero, cazadora, cazadora del viento.
Cae desde la montaña, jugueteando, el sudor fresco y grácil de los hilos del agua, en piedra y tierra deslizados.
Deslíe el pájaro el ansia de sus alas en el aire de luces, y en el grillo el campo grita el verde afán de florecerse, ya clavel de canciones.
Un buey puede mugir; puede, arriscando su túnica de grumos y algodones, vaciar la nube el ánfora de lluvias y el gallo uncir al carro del silencio su caballo de canto. del calor del humo del fogón brotar, por una puerta de bostezo, la campesina, niña de los árboles, de los trigos pastora y jardinera, el pecho al sol, la risa en sus pupilas.
Todo está placentero, cazadora, cazadora del viento.
Todo, aunque cante, calla.
Aunque grite, en descanso de verde y claro y sol meditabundo sonríe como un niño.
Pero echa ya tu red de mariposas, echa tu red ahora, cazadora de luces, y mirarás un pez inesperado, clarín de un sueño largo que sobre el campo trae temblor de mundos, saltar, corazón vivo de distancias, sabedor de infinitos, y en tu mano ahora escamas sorprendidas y alucinante mapa te encenderá ciudades, ríos, mariposas, nieves puras y arenas que murmuran la verdad alta del viento.
Cazadora, si lo haces, ah, qué ciencia de velamen tremendo.
Qué patinar la luz en río de vuelos, cazadora del viento.
Ah, la soledad del agua.
Si quieres estar contigo, llena de sombra y de gracia, sólo tienes que venir, sin recuerdos, sin instancias del corazón, a posar tus blancos pies en el agua.
Soledad perfecta y cálida.
Hoy he encontrado en su río la soledad que no hallaba, aquella en que la amargura y la alegría se alargan hasta ser en lo infinito una sola, íntima página donde el nombre de las cosas es ya una memoria vaga, y se descubre el camino de la espiga y de la palma, confluencia de los senderos, plenitud de la esperanza.
Quiero cantar a la rosa.
Mas no a la que en los jardines es rosa de rojos pétalos, ni a la que va en cabelleras, ni a la rosa de los vientos.
Canto a la rosa del agua, surtidora de misterios, crfebre de los caminos del trigo, y grito sereno.
Canto a la más alta rosa por su tierra y por su cielo, y porque en su clara ría que, si fugaz burbujeo, es intacta eternidad de lo diáfano y lo bueno, Ayer nuevamente vine a acompañarme del agua. Qué lindero para el pájaro, qué palma abierta que estaba!
Ya casi, de estar viviendo conmigo, en ciudad sin alas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica