Violence

REPERTORIO AMERICANO 149 RADIUS Calle del Variedades TELEFONO 4692 Espejos de todas las clases Cuadros Marcos Objetos tallados Souvenirs Oleos y Acuarelas Vidrios para sobre de muebles y para Automóviles SERIEDAD RAPIDEZ EFICIENCIA ¿has dejado pasar, hermano, la flor del mundo?
me Estado, también necesitan del estratega que sepa defender a su ciudad cuando esté en peligro; el juez que haga posible su justicia, del poeta que cante sus glorias, del zapatero que lo calce y del panadero que lo alimente. En la ciudad cada hombre, cada ciudadano tiene la obligación de cumplir plenamente con la tarea que le ha sido encomendada. Qué tarea corresponde a cada uno? Esta tarea la conocerá el ciudadano si empieza por hacer lo que le pide Sócrates: conocerse a sí mismo.
Sócrates cree, como los sofistas, que el problema de la Polis es asunto de todos; pero no está de acuerdo en lo que se refiere al gobierno de la misma. No todos los ciudadanos pueden gobernar, para esto se necesita una cierta aptitud; pero tal aptitud no se obtiene, como predicaban los sofistas, por adiestramiento.
Con la aptitud para gobernar, como para cualquier cosa, se nace. El arte de gobernar sólo se puede enseñar al que tiene la virtud o capacidad de gobernante. De aquí que Sócrates no pretenda, como los sofistas, enseñar el arte de gobernar, como tampoco el arte de la zapatería. El arte que pretende enseñar es el del conocimiento de sí mismo.
Lo único que quiere Sócrates es que cada ciudadano sea plenamente consciente del papel que le corresponde en la ciudad, de su misión o quehacer a realizar. Cada ciudadano tiene una misión igualmente valiosa: el gobernante gobernar y el zapatero hacer zapatos. Pero el problema estriba en gobernar bien y en fabricar igualmente bien los zapatos. Esta misión, correspondiente a un determinado saber, hace igualmente valioso a ambos. En su respectivo arte cada uno es absoluto. El gobernante lo es tanto como el zapatero. Cada uno tiene un saber en que es indiscutible. Lo malo es cuando este saber es discutido, entonces no hay cumplimiento de misión alguna posible.
Sócrates tiene, igualmente su misión: enseñar a los atenienses a buscarse a sí mismos. esta misión será fiel hasta su muerte. En cumplimiento de ella ofrendará la vida. Sócrates sabía que la destrucción de la ciudad vendría fatalmente si cada ciudadano no cooperaba en el sostenimiento de su orden. tal orden no iba a ser posible si cada ciudadano no se limitaba a actuar dentro del mundo de sus capacidades. El mal había empezado en el mismo momento en que cada uno había hecho de la política un instrumento al servicio de sus particulares intereses, y no como debería ser, de los de la mayoría. El mal empezó el mismo día en que el zapatero Cleón se erigió en gobernante. No para cuidar del interés de todos, sino el suyo propio.
Sócrates insistirá en cada momento en la dignidad de todos los oficios si se es digno en su realización. La mejor manera de servir a la ciudad es haciendo bien cada cosa para la cual se tiene capacidad. Sócrates sale a la plaza pública a despertar vocaciones. Quiere que cada ateniense sepa el oficio para el cual se siente Hamado, avocado. que una vez que lo sepa se entregue a él en cuerpo y alma.
Está contra los zapateros metidos a gobernantes como contra los gobernantes que se quieran meter a zapateros.
Allí tenemos a Sócrates aguijoneando, como un moscardón, a todos los ciudadanos de Atenas. Al gobernante preguntándole si conoce el arte de gobernar, al estratega si conoce el arte de la guerra, al poeta si conoce su arte, al zapatero si conoce el arte de la zapatería. a cada uno irá mostrando que no sabe lo suficiente o que no es apto para el oficio a que se ha metido. La hibris de los atenienses no soportará esta sabiduría que tanto les descubre. Ya nada podrá detener la violencia y con ella el fin de la Polis griega. El aguijón socrático molestaba más de la cuenta y hubo Gallardo y yo fuimos muy amigos dijo mi padre. Su hermano fué mi compañero de armas, y acaso le debo la vida. de repente, aquella poesía en sordina dejó el sitio, en sus evocaciones, al estruendo de los combates; ráfaga de banderas y bayonetas, caballos que se derrumban, humo pegajoso de la pólvora negra, roto aquí y allá por la estrella de la metralla; angustiosas caminatas de polvo y sol, dos cosas de que se hace la gloria. celadas, carreras sin rumbo; trojas que se desbaratan y se recomponen coco pueden; o bien campamentos bajo la luna, sobre cuyas filas de fusiles en pabellones y bultos de hombres arrebujados, comienza a volar, en el frío de la madrugada, el largo temblor de los clarines.
Hay un alboroto, porque se oye un ruido de cascos. Los centinelas acuden. Los hombres se levantan de un salto y echan mano a las armas. Nada, lo de siempre! No es la primera vez que ocurre: un caballo desbocado trae a lomos a algún austríaco o francés, como prisionero de guerra. Porque los caballos mexicanos que arrebataba el enemigo también se portaban como buenos y ayudaban a su manera. Mal avenidos con el jinete extranjero, al que no estaban habituados, venteaban de pronto, sentían la querencia de los suyos, mordían el freno, y partían, a la desesperada, en busca de nuestros campamentos, donde arrojaban al suelo su botín, entre dos o tres corvetas furiosas. Oh, dioses menores de la comarca, oscuros héroes animales, la historia no ha reconocido aún lo mucho que os debe!
También acontecía que algún invasor, aca.
rreado a la fuerza en la aventura napoelónica y enamorado de la libertad a todo trance, se pasara voluntariamente a nuestras armas, conquistado por las influencias teluricas de México. Acaso, como en León Paul Fargue (Déchiré. algún numen mexicano, bloque de obsidiana con los ojos llenos de cielo, delegado plenipotenciario de la mo taña y de la lluvia. había conseguido magnetizarlo.
Mi padre hallaba de un pobre francés que, aunque fiel a sus ideales democráticos, echaba de menos la paga regular, los buenos zapatos y la comida de su ejército. El fran, que callarlo.
EVOCACIÓN PATERNA Los dos pavores Por Alfonso REYES (Envío del autor, en México, Véanse las dos entregas anteriores)
Un día encontré en la biblioteca paterna bre una hermosa frente. La mirada, imploel volumen de versos de Aurelio Luis Gallar rante, se refugia en el cielo. La boca, levedo, poeta de Guadalajara, fruto de ese roman mente abierta entre el bigotillo y la fina barticismo tardío que, en las tierras america ba, parece lanzar un suspiro. De sólo connas, se alarga hasta los años de 80. El re templar esta imagen, acuden las líneas de trato que aparece en el libro (y que he re Paul Verlaine: producido en mi correo literario, Monterrey. Qu tu fait, o toi que voilà NO. es to un documento sobre la senPleurant sans cesse; sibilidad de la época. Es un retrato becque Dis, qu as tu fait, toi que voila, riano. lánguido y más que melancólico. El De ta jeunesse?
poeta usa un vestido flojo, cuello abierto, corbata artísticamente deshecha. Con acti y también las de Rubén Darío: tud transida, reclina el rostro en una mano. Tú que estás la barba en la mano, La corta melena cae sobre la oreja y descu. meditabundo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica