56 REPERTORIO AMERICANO MAX JIMÉNEZ COMO POETA Por Enrique MACAYA (En el Rep. Amer. FRIZERS Max Jiménez (Busto de Angela Pacheco)
Max Jiménez como poeta. Quizás cometa un error al limitar este comentario de su obra al solo aspecto de su poesía, Max Jiménez es una maravillosa unidad de realización arsística. Si su poesía es suficientemente representativa para adjudicarle el puesto de uno de nuestros mejores poetas modernos, no dudo un instante en asegurar que para su justa apreciación como artista, es necesario considerar su arte en todas sus expresiones: como poeta, novelista y ensayista y también como escultor y pintor. Iria aun más lejos para agregar lo que también fué como hombre y como amigo.
Se ha dicho que su obra fué desigual. Podríamos aceptar por relativamente cierta esta afirmación. Cierto es también que no encontramos en su obra unidad alguna de tesis literaria que le hubiera permitido formar escuela o, al menos, afinidades artísticas. La gran variedad humana que siempre tuvo su arte, le alejó de las rutas firmes y repetidas de posibles programas literarios. Se complacia únicamente en buscar en sus autores preferidos Montaigne, principalmente pequeñas fra.
ses, luminosas sentencias que lo afirmaran en sus entusiasmos temporales por una idea a realizar o por un sentimiento que deseaba experimentar en toda la intensidad de su plenitud. Recuerdo la admiración que por un tiempo le causó aquella fina sentencia de Remy de Gourmont: es posible no comprender algo y, sin embargo, emocionarse. Frase que era para él todo un programa de estética; el mismo sentido que tenía la música ante todo de Verlaine o la melodía de las ideas de Rubén Darío.
Podríamos decir que también hay una melodía ideal en la obra toda de Max Jiménez; melodía ideal robusta y fuerte como fué su cuerpo físico, pero también compleja y sonora casi sinfónica como su vida que fué tan variada y su inconfundible personalidad de artista.
No busquemos, pues, en la obra de nuestro poeta, ni antecedentes concretos ni derivaciones inmediatas. No tuvo maestro ni pudo formar escuelas. Artísticamente marchó siempre solo, permaneció siempre solo en un intimo coloquio con su firme voluntad de realizar su vida en el arte.
Le debemos, sin embargo, algo que fué definitivo en el desarrollo de la cultura nacional: la iniciación al modernismo contemporáneo. Recordemos el estado de nuestro mundo artístico en la fecha misma en que aparece su primer libro de poesías: Gleba, publicado en 1927. Rubén Darío era aún entre nosotros la plenitud de todas las posibilidades poéticas. Chocano, por otro lado y que por aquel entonces había sido nuestro huésped reciente mantenía el prestigio de sus sonoridades épicas. Ni la pintura ni la escultura habían encontrado aún orientación alguna de trascendencia. Solamente Rafael Estrada cuya muerte prematura fué dolorosa negación de fecundas promesas dejaba una obra literaria interesante saturada de una inquietud de nuevas formas de expresión poética.
Este umbral del modernismo contemporáneo nuestro en que nos coloca Max Jiménez, tiene un origen curioso que trataremos de explicar. Podríamos decir que la poesía de Max es la realización de una serie interminable de emociones esenciales de su vida. Nunca se detuvo para pensar si esa emoción que lo llevaba a la realización poética tenía posibilidades suficientes para formar un buen cema literario. Sentía la emoción ante la vidia al mismo tiempo el deseo ineludible de expresarla en sus versos. No le interesaba la selección de temas ni supo discriminar entre lo que tenía posibilidades literarias y lo que era material sordo para la poesía. De ahí proviene, justamente, cierta desigualdad que ya se ha hecho notar en su obra, pero, al mismo tiempo, tal circunstancia constituye el origen mismo de la maravillosa unidad de temperamento y de idea poemática que tiene su arte.
Cuando lo que podríamos llamar su cuentro con la poesía lo lleva a un tema intimamente afín con su temperamento, entonces logra escribir sus mejores versos, que son ya verdaderas páginas de antología.
Es así como Max Jiménez inicia nuestra moderna literatura contemporánea: a través de un factor personal. Jamás la sistematización didáctica entró en sus planes literarios.
Menos aún la reflexión madurada de los programas estéticos. Toda la preponderancia que tu vo sobre un grupo de nuestros escritores y que representa los comienzos de una era nueva fué influencia directamente creativa, magisterio de realizaciones, admiración hacia su personalidad inconfundible. Tan sólo supo despertar una inquietud, sin predicar nada: hizo adivinar nuevas posibilidades. Nos entregó su obra en silencio para que de ella los preocupados por las nuevas formas sacaran sus propias conclusiones. Representó para nuestra literatura contemporánea no la indicación de un nuevo derrotero a seguir, sino más bien algo así como una sombra diferente y acogedora al sesgo del camino, que invitaba a meditar.
Vale la pena considerar con algún detenimiento esta modalidad dentro de la cual Max Jiménez inicia nuestro movimiento modernista. Si su influencia se hubiera limitado solamente al trabajo de dar a conocer los escritores modernistas contemporáneos de Francia y España, quizás nuestra joven literatura hubiera sufrido o bien iniciado un movimiento parcial, uno de los tantos ismos que por entonces abundaban en el clima europeo. La influencia de Max Jiménez se limitó a sugerir una necesidad de renovación, dejando una plena libertad en la voluntad de interpretación que sobre esa misma necesidad de renovarse, se imponía en nuestros escritores jóvenes. Ya dije anteriormente que nuestro poeta no formó escuela: sin embargo, no es aventurado decir que a no ser por el ejemplo de la obra realizada por Max Jiménez, quizás nuestro modernismo conterporáneo hubiera retardado su aparición por un período de varios años. por fortuna y en gran parte también como consecuencia de esa misma libertad interpretativa planteda por el autor de Gleba y Sonaja la nueva escuela poética se planteó en muchos casos los más felices quizás dentro de una realización de valores personales. Podemos afirmar, al menos parcialmente, que la ruta seguida por varios de nuestros mejores poetas al no limitarse a un simple trasplante de escuelas europeas, se debió fundamentalmente al ejemplo de la obra de Max Jiménez. Gracias en gran parte a él, debemos felicitarnos hoy de la originalidad de varios de nuestros mejores poetas.
Creo que esta observación que me he pernitido hacer sobre la influencia literaria de Max Jiménez en nuestro modernismo contemporáneo, se podría extender a su labor realizada también en el campo de las artes plásticas. Pero este no es mi campo ni creo tampoco que el limitado tiempo que nos hemos impuesto hoy para este comentario, nos permitiría hacerlo.
Finalmente, merece felicitación especial el acierto de haber reunido en esta exposición todos los diferentes aspectos que abarcó la obra de Max Jiménez. Es esta la única manera de dar una idea exacta de su inmenso talento y de su personalidad inconfundible. Pareciera que todas las direcciones de su fuerza creativa se unieran hacia una sola expresión que por revestir justamente esa armoniosa forma de síntesis, se nos aparece acrecentada pe10, al mismo tiempo, como más serena y trascendental San José, 19 de junio de 1948. enLEA DE MAX JIMENEZ EL JAUL (Prosa)
EL Domador de Pulgas (Prosa)
REVENAR (Versos)
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