268 REPERTORIO AMERICANO SILUETAS En el centenario de Don Fed. Henriquez Carvajal Federico Henríquez y Carvajal (En el Rep. Amer. Envío de don Rafael Anido, en La Habana, Cuba. Sigue. Véase el número anterior)
BAIXENCE Dr. Federico Henriquez y Carvajal Para sus adversarios es un eterno fracasado. Para sus amigos es una alma bella. Los unos le juzgan temerariamente. Los otros admiran la prodigalidad armoniosa de su vida en todo lo que busca realizar un avance al patriotismo.
Es, empero, un hombre fuerte. No veis cómo no ha caído al incivil empuje de la ira con que a las veces detuvo su paso la maldad ¿No veis cómo lleva su nombre por entre sirtes, sin que desgarre la miseria ni su pensador sosiego, ni su acendrada devoción al ideal?
Combatido, vence al cabo por su virtud; injuriado, no hace mellas en su escudo la injuria; amado u odiado, su verbo es el perdón.
Cuando le bieren, sufre; y es que, no obstante la varonil psicología de su ser, alza en su espíritu la tristeza el amargo motivo de la queja recondita que nunca sale a sus labios porque los cierra el orgullo, pero que flota encendida en la tranquila meditación de sus fre.
cuentes desencantos.
Tiene un defecto visible el mundo: su arrogancia. Acaso por esto aparece entorpecida su obra; y sea margen a la temeraria ironía de sus enemigos la indeferencia que afectan cuando escuchan rendir a su nombre las tributaciones solemnes de la justicia.
Si la gravedad del carácter fuese en él nota constante y no disputara con frecuencia a la juventud sus privilegios, el realismo de los abrojos que le opone la vida no despertara jamás su alto numen; y en la lira de rosas en que suele cantar sus ensueños, sonaría a sones inmortales la triunfadora vibración de su canto.
Es un hombre fuerte y es un hombre débil. Débil por la temeraria insistencia de sus consagraciones al dilettantismo y a la voluptuosa religión del ritmo; por el encariñamiento con que responde al aplauso; por la infantilidad de su apego a la amable lisonja.
Y, sin embargo.
Gallardo paladín en el escenario de su pueblo, su semblanza reviste la majestad de quienes reciben de este caribe sol americano la providencia del Bien Nacido artista, las negligencias de su carácter, el emocionado espíritu de sus idealidades, la apacible resistencia de sus resoluciones, tienen la excusa que la filosofía del Arte pone en el maravilloso concepto de sus elegidos cuando éstos, equivocando el sendero, en vez de encaminarse resueltamente a la cima arrebolada del arte, para arrancar laureles a la fama, bajan al campo de la vida común, desgarrado el manto imperial, caida la veste, para luego sentir las hondas tristezas de Lamartine.
Ha cantado con inspiración donosa las grandezas del patriotismo, y puesto su verbo ilustre en la defensa altruista de la verdad.
Poeta lírico, lleno de inefable fervor, sus obras tienen el sello de la expansiva cordialidad de sus afectos. Ningún literato, ni orador, ni publicista, ni prosador dominicano más popular que el en este medio ambiente de las letras patrias; pero ninguno, tampoco, más encariñado con sus propios merecimientos ni más solícito del eco de la posteridad.
Cuando le miro combatido, desconocido, cercado por la torpeza de sus adversarios, pienso en la inmaculada serenidad de su concien cia de patriota y exclamo. Por qué si tu vida es campo virgen, en donde no crece el encono, ni la mentira, ni los convencionalismos arteros de la hipocresía, ni el peculado, ni la zarza del mal, no supiste remontar el vuelo y ser primero en medio de la falange de tus contemporáneos? me responde el análisis: Vida sin la pujanza de las eenrgías activas de la acción del pensamiento es vida cuasi malograda en el extenso dominio de las realidades humanas. Para llamarse vencedor, hay que dar al olvido los vencidos. No se trepa a la cumbre sino a esfuerzos de pasión. La pasión invencible salva el destino.
Falto, pues, de esa pujanza divina de las osadías honradas de la inteligencia, la filosofía de su musa no ostenta como formula constante sino el cariño. Es un gran amador, con toda la inmensa placidez, con toda la compasiva delicadeza de los bondadosos religionarios de la virtud. Si prende en su ánima la ira, nada temáis: que se desvanece sutilmente, candorosamente, sin dejar siquiera la más inocente huella de su inútil incendio.
Hombre público, de indiscutible doctrina liberal, de amplio criterio, de verdadero desinterés, convencido y abnegado, es un apóstol de los más avanzados progresos de la ciencia jurídica. Emulador afectivo de todo ensayo generoso, su pluma es miel biblea que se deslie entre aromas en vaso de oro cuando anima el vuelo del artista novel, o solemniza el triunfo osado de los bizarros. Jamás alza su crítica hasta el castigo, antes bien la abate para dar salida a su incontrastable ternura.
No es, sin embargo, que la fisonomía psicológica de este hombre se halle exenta de lineamientos vigorosos, y de resoluciones en que la arrogancia del carácter salga triunfanLe por lo imperativo del acto. Si buscáis en sus viejas páginas de ciudadano, encontraréis aquella campaña ejemplarísima, edificante, de las violadas y ensangrentadas elecciones de 1886, en las cuales fué pensamiento, verbo y acción; y aquel otro rasgo heroico de su labor de periodista integérrimo con que dijo adiós a El Mensajero constreñido por el absolutismo patibulario de Ulises Heureaux, en una época en que su pluma era la única protesta que convidaba al remedio de los inusitados daños que agobiaban la Patria; y en que se erguía para decir sin miedo la altivez de su verbo en atrevidos análisis de cuanto era tema de la política en aquellos peligrosos momentos. Estos rasgos suyos abonan por sí solos, cuando no tuviera otros, como su altiva renuncia de un cargo oficial en los días iniciales de la dictadura Meriño, la evidencia de que su temperamento de poeta, y su educación de artista, no excluyen la realidad de hechos de probada estatura viril, cuando lo juzgan necesario la limpieza moral de su alma al severo consejo de su patriotismo inequívoco.
Periodista, catedrático, orador, publicista, pedagogo, la extensa cultura de su razón le da puesto respetable, como Miembro Honorario. en el seno de cuasi todas las corporaciones científico literarias de nuestro país; y le abre campo, como Miembro Correspondiente. en varias Academias extranjeras.
Con medalla de oro galardonó el Honorable Ayuntamiento de Santo Domingo su discurso de orden pronunciado, a nombre de dicho consejo, en el acto de ofrendas consagrado en 1895 a la memoria de nuestros próceres de la Independencia. La notoriedad de su nombre ha traspuesto gallardamente los linderos de la República, para merecer alabanzas de insignes pensadores, como Ruiz Zorrilla, Navarro, Viola, Merchán, Matta, Betances, Saluzzo, Varona, Hostos, Martí y cien adalides más del pensamiento y de la gloria.
Su obra, pues, enaltece la individualidad de su meritoria existencia. Si como batallador político no luce relieves que dejen consagrada la soberanía de su nombre, porque lo debilitan en cierto modo los idealismos que bullen en todo su ser, y le resta fuerzas al apacible encariñamiento de sus virtudes sociales por el sonoro ritmo de la sangre latina, su labor de infatigable hombre culto corona, por manera acabada, la serena cordialidad de su vida.
Un hombre así, hecho para los goces helénicos de la piedad; un hombre así, en cuyo rumen asoma perennemente el alba de la fe en el ideal; un hombre sin envidia, un hombre casto, pródigo de su alma y su nobleza, al saber de las esquiveces de la vida le sorprenderá que a la vida falte ternura; y caerá sacudido por las realidades súbitas del mundo, mas dejará al caer el inefable frescor de su grandeza que animará la savia de su nombre puro, y abrirá a la claridad de la Historia la inmarcesible blanca flor de su virtud.
Miguel Angel GARRIDO.
Año 1902.
LINEAS omo meComo tributo de estricta justicia, aparece encabezando esta Colección de autores nacioriales el nombre ilustre y amado de Federico Henríquez y Carvajal, el Maestro, recidamente le llama la juventud dominicana y aun muchos que, sin pertenecer a ella, nos consideramos también como sus discípulos.
Tal preeminencia es en alto grado merecida. Pocas personalidades, no ya en el redu Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica