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40 REPERTORIO AMERICANO tuviera el primer premio en el con EL GENERAL RIVERA SU PUEBLO GAUCHO Por José ANTUNA curso de Monografías para los artistas del Monumento al General Fructuoso Rivera, héroe de la independencia del Uruguay. Envío del autor, en Montevideo, junio de 1948. PBNIXENCE Señalaremos las etapas del General Riveta: militar, ciudadano, gobernante, revolucionario y proscripto.
Hemos de referirnos, desde el punto de vista general de la crítica histórica y sociológica, al pueblo gaucho y de inmediato a sus caudillos.
La índole particular de este estudio, hace indispensable su referencia suscinta.
Factor preponderante, el gaucho hizo la patria. En el proceso de su epopeya, no existía entre nosotros ningún antecedente organico de culturización. Ni las emancipadas clases ricas, como ocurriera en otras partes de América; ni el alto clero, de que carecíamos o la Compañía de Jesús, aliada eficaz de las burguesías regionales, frente al régimen monopolista de los dominadores extranjeros.
Sin embargo, tuvo Montevideo un Cabildo que no fué, como otros, el teatro permanente de los tumultos demagógicos. Sentó las tases del primer gobierno autónomo en el virreynato del Plata, al modo de la Capitanía General de Chile en el Virreynato del Perú.
No fueron sus cabildantes los potentados, guardadores celosos del monopolio: los Alzaga los Villanueva del frente. Eran, simplemente, los inspirados de un verbo revolucionario. Acallado por la autoridad del gobernador Ruiz Huidobro, transformose Elio en caudillo de la causa republicana, frente a los arrestos bonapartistas del Virrey del Río de la Plata y conde de Buenos Aires, don Santiago de Liniers.
No tuvimos el esplendor de un imperio fre colombino, ni como otros el reflejo directo de una dignidad regia de tres siglos de monarquía ibérica. No poseía nuestra tradición, en su génesis, rancia categoría de cultura, ni encumbrado relieve político.
Ni por la voz de los poetas y los payadores, que cantaron su hazaña y su leyenda; ni por la inspiración del romance, donde aparece como su protagonista autóctono, se ha obtenido la definitiva vindicación del gaucho.
Se obtuvo entre nosotros, por los ensayos de Francisco Bauza, nuestro primer historiador, y de Carlos Reyles, novelista y a la vez ensayista y sociólogo. Fué el tipo primitivo de la civilización uruguaya. concepuó el primero con todas las virtudes y defectos de los días iniciales de su borrascosa infancia. Lo estudia el maestro, en los múltiples aspectos de su personalidad histórica; y en la raza, la sociedad y la psiquis. No lo niega; tampoco se avergüenza de su origen.
Arranca del fondo de la tribu de bronce, y asoma en la cerrillada montaraz con sus chozas, hachas, hogueras y amuletos.
Pasa el aborigen del descubrimiento a la colonización. Desde Solís a Hernandarias. Indómito siempre y luchando trescientos años contra el invasor, la naturaleza y los animales salvajes. No en balde, Azara, pudo consignar que cuatrocientos charrúas, hicieron más bajas en las filas españolas que los ejércitos de Moctezuma y de Atahualpa. Forjaron ellos a nuestros gauchos, y asoma, como si dijéramos, del fondo de los mitos. No es extraño, por ende, que narradores extranjeros las viejas y castizas faenas, y le comunican esa conmovedora melancolía que tienen las cosas llamadas a desaparecer.
El pueblo anónimo de los campos que realizó el milagro, en grado mayor que los ciudadanos de los quietos y burocráticos centros coloniales.
La independencia fué empresa grande, dice Lugones; también la organización del país, consecuencia de la lucha intestina. Influyó el gaucho de manera decisiva en la formación de la nacionalidad. Decir lo contrario fuera peor que renegar del destino y del propio origen: desconocer un proceso histórico y el fenómeno social, uruguayo y americano. La libertad, fué siempre entre el gauchaje el móvil psicológico determinante. Analfabetos en las lides del abacedario, pero más que alfabetos en los sentimientos esenciales de la patria. se dijo, frente al denuesto de Sarmiento. Libertadores, frente al invasor; y civilizadores: Gral. Fructuoso Rivera, Dioscuros de la pampa, cabalgando en los po1er. Presidente del Uruguay.
tros de sus instintos. Tanto duró su sacrificio, que la tensión trágica de su larga epopeya lo de fines del siglo XVIII, desbordando su fan agoto. Pero muriendo y matando en la defentasía, los imaginen en la compañía fabulosa sa de un ideal: la democracia, que no comde los hipocentauros. Fenómeno local y ame prende, pero que sigue con ingénito frenesí.
ricano, el sociólogo ha querido abarcarlo en El novelador evoca a los Campeadores orientoda la complejidad de su conjunto. Proscrip tales, en ardientes brochazos. Raza sin pedito el indio, dentro de su propia tierra, y co gree, pero una raza. Sin escudo en los comlocado al margen de la historia, el mestizo, bates; una víncha tan sólo para guardar sus pasa a constituir el núcleo primario de la na frentes; tercerolas enmohecidas, lanzas en ascionalidad. Aparece el criollo. En los unos tillero y sables mellados y dagas que se afilan se delínea, con más o menos nitidez, una vo en las piedras. Evocándolos, advierte cómo luntad de independencia. Los otros, por lo en el tumulto, el gorro frigio se confunde con general terratenientes y conservadores, letraia bota de potro.
dos y extranjerizantes, se alían al dominador Debe figurar el pueblo gaucho en el mopor comodidad o por interés.
numento al general Rivera. Tenemos una reNuestro gaucho, creador de la estirpe, con presentación individual en el bronce vibrante su perfil moral inconfundible, ofrece a Bau de José Luis Zorrilla de San Martín, de raszá la convicción de que la historia ha de gos fieles y de recia prestancia. Falta la evoasignarle un lugar distinguido en sus pági cación colectiva. es esta la oportunidad nas. No podrá escribirse sin mentarle en pri de ser tratado por el artista en toda la vasta mer término. Porque se trata, piensa, del extensión del tema. No olvidemos que coprimer eslabón de un grupo humano, desti rresponde a la creación individual imitar la rado a conquistar su independencia y su li obra secular y colectiva y a la inteligencia inbertad por el valor militar y la entereza cí vadir en el terreno de las grandes producciovica. es entonces, cuando destaca la ac nes del instinto.
ción decisiva de las columnas gauchas en la Conductor de aquel pueblo Rivera. Diacción emancipadora, porque gauchos eran námica de la rebeldía y del coraje nativos; los dragones que al mando de uno de los Ar lumbre y cauce de su ideal ingénito; artesano tigas, batieron a Bustamante en San José; y de su libertad.
gauchos los blandengues de Las Piedras; y los No fué sin embargo el Caudillo originade Rincón y Sarandí; y aquellos que toma riamente un gaucho, ni actuó como tal en la ron los parques brasileños de la isla del Viz vida pública. Ni por su educación, ni por su cayno, desnudos y con los sables en la boca; cuna, ni por su sangre. Gaucho en el camy los que destrozaron al ejército de Echague po y patricio en la ciudad. escribió Rodó.
en Cagancha; y gauchos por fin, recuerda, Su padre, Pablo Hilarión Perafán de la los ochocientos orientales degollados por or Rivera, el fuerte hacendado, nacido en la ciuden de Urquiza en India Muerta.
dad de Córdoba, no fué un mestizo. En 1811, Tuvieron el instinto y la pasión de la li lo confió a Artigas y a su causa emancipabertad. Gracias a ellos, el Uruguay es inde dora. Tampoco su madre, doña Andrea Tospendiente.
cano, de Buenos Aires, que descendia de itaLo evoca Reyles en la paz y en las faenas lianos, y que siguió en el éxodo al Patriarca.
rurales. Del gran lienzo del paisaje uruguayo Inició sus estudios primarios en la escuesurgirá el pionero con su nota de color ca la de José Bonilla, y hubo de enviarlo a Euliente. El sentimiento rudo, la soberbia, el ropa su progenitor, junto con Luis Eduardo valor y el desprecio de la muerte y la fortu Pérez, para que continuara sus estudios. Su na, lo coloran con líneas firmes y tonos se apasionada vocación lo arrastró desde niguros, mientras las ideas nuevas y los flaman ño, y corrió a los campamentos. Hemos retes procedimientos del trabajo rural, matan (Concluye en la pág. 47. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica