REPERTORIO AMERICANO 55 ANTONIO URBANO EL GREMIO TELEFONO 2157 APARTADO 480 ALMACEN DE ABARROTES AL POR MAYOR San José, Costa Rica ceres que del trabajo honrado, mentirosa, engañadora y contraria al interés natural de la nación. Sólo la contenta la vida muelle y regalada. Otros pueblos codician nuestras tierras y nuestros bienes, amenazando las fronteras. Cómo las defenderemos si el antiguo vigor ha huído de nuestro corazón. Quieran los dioses que el hado de los persas no sea el mismo de los medos a quienes sojuzgamos! Por eso he venido, señores, a pediros consejo. Habló aquí Ijaspes, uno de sus dos confidentes, virtuoso mago que tenía a su mando las milicias encargadas de velar por la tranquilidad pública, e hizo este discurso. Puedo contar con que mis razones quedarán sepultadas en vuestros pechos conforme a la antigua ley de los persas que manda ser veraces y leales a la palabra empeñada? Pues bien, joh Rey. yo te ofrezco el medio de salvar a nuestro pueblo de la abyección; pero ello no será sin el sacrificio de nuestra reputación y no sin riesgo de la propia vida. Los dioses que todo lo ven serán nuestros jueces soberanos y ellos nos otorgarán en el seno de Ahura Mazda lo que en la tierra desconozcan tus súbditos. habiendo explicado el mago su plan y aprobádole el rey y su otro ministro, aquél fué puesto de inmediato en trance de ejecución. Hasta diez mil hombres custodiaban el orden en Babilonia, Pasagarda, Ectábana y demás ciudades, además, dos mil perquisidores, introduciéndose en todas partes y disimulándose entre la gente de varia condición, naturales y extranjeros, dictaban a los escribas las tabletas que eran como la historia viva de la ciudad y de cada uno de sus moradores, con ia fidelidad aproximada que era dable pedir a estos humildes ojos y oídos del Rey, hijos algunos de pastores bárbaros y otros recogidos sin ocupación en el mercado y fuera de las murallas. Agudo era Ijaspes y conocedor del corazón humano. Ordenó de inmediato que los pacíficos custodios de la ciudad mortificaran a todas horas y en todas las ocasiones sin motivo aparente a los viandantes, ora cerrándoles el paso al tiempo de mayor afluencia al mercado, ota amenazándolos con látigos y dagas, ora mandándolos callar o forzándolos a separarse apenas juntábanse más de dos. Mientras tanto, sus ojos y oídos echáronse a visitar todos los lugares frecuentados, llevándose presos a los sospechados de murmurar del rey y de los magos y a los que de uno y otro modo insinuaban que Esmerdis no era el hijo de Cyro, cosa de nadie ignorada en toda la nación. Las cárceles pronto estuvieron llenas y hubo que abrir otras, provisorias, en los flancos de las murallas. Unos entraban y otros salían sin que los duros lechos nunca se enfriasen. Las madres dormían desveladas, siempre aguardando que sus maridos y sus hijos fueran despertados por un llamamiento nocturno ante los alguaciles, que los persas en su lengua nombran drópicos. que quiere decir preguntadores o inquisidores. Tampoco los niños eran ahorrados, por más que la severidad de las maneras con que se los trataba disimulaban apenas la benignidad de las miradas de sus carceleros. Gran alegría tenían los amigos al encontrarse en la calle y al enterarse los unos de los otros que por singular fortuna no habían sido todavía preguntados o inquiridos, ni menos encarcelados, o bien que ya habían pasado esa prueba. Así fué como muchos persas, ansiosos de poner término a su zozobra, huían de noche al país de los escitas y al Bósforo Cimerio. Los demás ministros tampoco comprendían este caprichoso rigor y uno tras otro se apartaban de Esmerdis. Pero el efecto buscado por el rey, tan astutamente aconsejado por Ijaspes, no se hizo esperar. Es cierto que muchos sellaban sus labios y encogíanse atemorizados, pero no fueron menos los que, con tantas mortificaciones para ellos inexplicables, sintieron mudarse en aborrecimiento su anterior gratitud al dador de las primeras mercedes, enardecerse sus corazones y renacer en ellos la antigua virtud. Si sus abuelos habían sido esforzados y sacudido el yugo de los medos, ellos también lo serían; si aquéllos habían padecido el hambre y la sed y afrontado la muerte para librarse de la esclavitud, ellos, después de haber pasado, inocentes, por el ayuno, las privaciones y el encierro, ya nada temían. he aquí por qué siete señores principales, entre ellos Darío, se unieron para hacer justicia de Esmerdis, según ya he referido. Los descendientes del mago han sido involuntariamente in justos con él y con sus consejeros cuando los juzgaron impostores y tiranos; ignoraban su elevada intención, inspirada en el bien de los súbditos, que a mi me fué revelada por el anciano servidor del Serrallo. Pero los dioses que todo lo ven y lo pesan sabiamente han premiado los desvelos de Esmerdis e Ijaspes, quienes con tanta abnegación y sacrificio retemplaron por caminos aparentemente torcidos la virtud de sus súbditos, envilecida y aflojada bajo el reinado de Cambises, e hicieron posible, con su treta sublime, el glorioso reinado de Darío. RADIUS Cuando leí esta versión del texto griego, a la que el docto sacerdote ha dado un sabor quizás algo moderno, quedé sorprendido de la extraordinaria analogia que existió entre la previsión del mago Ijaspes y la de Benito Mussolini. El duce también ponderó la educación de la cárcel como escuela del porvenir. Fué en sus Coloquios con Emilio Ludwig, cuya edición italiana, expurgada, corrí a releer. En prisión se aprende la paciencia dijo Mussolini Es como un viaje por el mar: a bordo y en prisión es preciso probar la paciencia.
Ludwig le pidió entonces que le hablara de sus prisiones y el duce las conto: once en cuatro estados. Cada vez comentó era una sana pausa de reposo, que yo por mi libre voluntad no habría podido concederme. En cierta ocasión en la cárcel leí el Don Quijote y me divertí inmensamente. Era una cárcel suiza, conviene saberlo, aquella en que el duce estaba tan entretenido. Aquí Ludwig le preguntó ironicamente. Entonces, tal vez por ello manda usted a la cárcel a sus enemigos?
Mussolini sonrió. De su respuesta final parece inferirse que así como él había fortalecido el carácter en las cárceles suizas, austriacas e italianas, ahora se lo fortalecia con igual terapéutica a sus enemigos. Que cumplieran ellos su deber como el cumplió el suyo. lo han cumplido.
Pero ya estoy avergonzado de haber sido llevado por mi incurable espíritu politiquero a glosar con baladies recuerdos contemporáneos un venerable texto cinco siglos anterior a Cristo.
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