14 REPERTORIO AMERICANO cias: la vida por el dinero. En contra de la fórmula de la sabiduría: la vida por la felicidad. La filosofía pragmatista, hoy profesada en el mundo entero, ha convertido la vida en una fealdad y ha hecho de la civilización una tienda sin poesía. Pero, así como el cultivo de la inteligencia afina las almas, el ejercicio de un oficio tosco las deforma moldeándolas a su imagen y semejanza, haciéndolas toscas, como estatuas a medio hacer. Este juicio mío sobre el homo norteamericanus es bien benigno, comparado con el similar de Schopenháuer. Para su equilibrio de hombre perfecto, Uncle Sam debía haber acuñado los valores preciosos de que nos habla el escritor colombiano, alineando junto a los grandes capitanes de la industria, grandes señores de las letras. Fabricantes y filósofos, comerciantes y pensadores, hombres prácticos y hombres tejedores de ensueños, dentistas y artistas: esta es la síntesis. Carros, sí, algodón, sí; manteca, sí. Pero ipor Júpiter. filosofía también; arte grande, también; quijotismo, idealismo, también; grandes libros, sobre todo, para calmar la sed de aventuras trascendentales del alma humana por la geografía de lo descono cido. Pero ¿dónde está el libro del norte, ungido para la inmortalidad por las manos y con el óleo de los dioses? Saludamos a los productos yanquis que arriban a todas las playas; pero sentados sobre la arena, avizoramos el horizonte y esperamos en vanos los productos selectos de los cerebros del norte: Novenas Sinfonías, Divinas Comedias; Cuadros de las Lanzas; Faustos y Cándidos; Iliadas y Hamlets; Edipos y Macbeths: Madonas y Meninas; Quijotes y Sherazadas. Algo que nos eleve a las cumbres supremas del Pensamiento, del Arte y de la Belleza, y nos haga pensar, sentir, soñar y gozar. La filosofía, las letras y el arte son tan necesarios como el confort.
La una porque nos trae revelaciones del Infinito. Los otros porque nos traen una dicha profunda y liberadora por su contacto con la Belleza increada. Uncle Sam debe alcanzar estas metas. Así ganará muchas indulgencias para hacerse perdonar su felicidad.
Agencia del Repertorio Americano en Londres Stevens Brown, Ltd.
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Días de Venezuela LA TRASMISIÓN DEL MANDO Por Juan MARINELLO (En el Rep. Amer. Envío del autor, en La Habana. No es cosa fácil dar idea de los actos ofre.
do un gran espectáculo americano. En verdad cidos por el Gobierno de Venezuela con mo. que merecen el comentario.
tivo de la trasmisión del poder de Rómulo El desfile militar fué dispuesto en las afueBetancourt a Rómulo Gallegos. Puede afirmar ras de Caracas, sobre una ancha calzada borse que nunca un cambio de mandatario ha re deada de llanuras verdes, pronto interrumpivestido tan amplia y sostenida magnificencia, das por montañas hermosísimas. En la tarde tan irrestricta hospitalidad, tan ancho esplen clarísima, volviendo las caras y lentificando el dor. La prensa oposicionista, especialmente la paso marcial ante el ciudadano presidente, desde la extrema derecha copeyana, que no poi filaron unidades numerosas del ejército venereaccionaria deja de gozar, a veces, de la pri zolano; mucho material motorizado, cerradas morosa gracia caraquean, llamó a la trasmi escuadras de la Guardia Nacional y, levantansión del mando la Coronación de Don Rómu. do tempestades de emoción y aplausos, los lanlo. De este modo quiso aludir a la singular ceros a caballo, estampa de los que trajeron magnitud otorgada al acontecimiento.
con su sangre la independencia. Con los solEl escenario hizo mucho. Caracas, con su dados nacionales marcharon los cadetes de Covalle imponderable, con sus jardines adormeci. lombia y los de Guatemala y Ecuador. Pero dos, con su clima perfecto, con su cielo alto lo que dió un nuevo matiz al desfile fué la y luminoso, con su maravilloso cerco de mon nutrida presencia de hombres rubios, altos y tañas presidido por el Avila, sueño y recuer fornidos, ceñudos y automáticos, impasibles y do de José Martí, abraza y aprisiona al ex duros. Eran los infantes de la Real Marina tranjero con tibia cordialidad criolla. Las vie Inglesa, los soldados de Holanda y los muchajas tradiciones libertadoras, nimbadas allí de chos del Saipán, el poderoso portaviones de señorial prestancia, el culto omnipresente de los Estados Unidos, surto en la Guaira duBolívar, los nombres ilustres. Carabobo, Bo rante los días de la trasmisión de poderes.
yacáseñalando plazas y avenidas; todo dis Coincidiendo con el desfile, y aprovechándolo, pone al desfile imponente y a la meditación los aviones estadunidenses atronaron el espaamericana.
cio y dieron sombra a sus soldados impasiLos actos protocolares recepción en la bles. La multitud inteligente y sagaz que cuCasa Amarilla, baile en el Salón Elíptico del bría las dehesas que bordeaban la calzada, Capitolio que erigió Guzmán Blanco fue. miraba hacia el cielo y hacia los soldados cerron a un tiempo discretos y nutridos, muy canos con una expresión inconfundible de preopoblados de uniformes flamantes y de conde cupada malicia. En muchas mentes apareció el coraciones refulgentes, pero muy lleno de la mismo comentario: habían venido a enseñar entrañable familiaridad venezolana. El recuer la bandera las tres potencias petroleras ligadas do a los héroes fundadores revistió ejemplar a Venezuela por interés económico o cercanía sobriedad. La toma de posesión fué un acto geográfica. Habían inclinado la frente con trade emocionada sencillez, avalorado por un ex dicional elegancia ante el mandatario nuevo, celente discurso político del ciudadano que pero el pueblo, rico de intuciones profundas, asumía el difícil mando supremo.
miraba más el paso imperial y retador, la quiDos hechos tuvieron significación trascen jada prominente y la mirada de acero, que la dente, por muy diversas razones: el desfile reverencia obligada.
militar y el festival floklórico. El primero El festival folklórico ofrecido por el Gofué un gran acontecimiento político, el segun bierno venezolano a las misiones oficiales e intelectuales fué en verdad, el mejor acontecimiento. Halagó mucho nuestra condición de americanos, nuestra realidad de pueblos integrados de razas distintas, la confesión de los delegados europeos de que no tienen sus tierras tan rica suma de ritmos y danzas, tan innumerable variedad de bailes y cantos sorprendentes. El aplauso tenía, sobre la enorme gradería del Nuevo Circo, mucho de sorpresa y de asombro.
El pueblo venezolano es, como se sabe, una mezcla muy varia y cambiante de sangre india, negra y blanca. En su enorme territorio nueve veces Cuba, mayor que Francia y España unidas. domina una sangre o la otra: el negro en Barlovento, el indio en los Andes, el blanco en las grandes ciudades en que el conquistador detuvo un poco sus impaciencias andariegas. Lo difícil de las comunicaciones (sólo ahora acortadas por el avión)
ha contribuído a que las danzas autóctonas, o las que han ido integrándose al impacto del conquistador blanco y del esclavo negro, acendren cus esencias y mantengan su fuerza candorosa. Por ello puede afirmarse que ningún país hispánico de América posee riqueza folklórica similar a la de Venezuela.
Lo extraordinario del desfile folklórico ofrecido en el Nuevo Circo estuvo en su legitimidad, en la terca ausencia de mixtificaciones teatrales. Juan Liscano, excelente escritor, folklorista ejemplar, mantuvo la difícil vigilancia, cuidó fieramente de la genuinidad del gran espectáculo. Desde muchos días antes de la llegada de las misiones a Caracas habían sido traídos a la capital conjuntos de bailarines y cantadores de todos los rincones del país.
No se les indicó variación en su tarea. Eran marineros del Oriente trabajadores del Zulia, jinetes del llano, moradores de la Gran Sabana, pescadores de Margarita. Abundaban las mujeres de mucha edad, danzadoras habilisimas; los viejos cantadores aldeanos: señales de que se había alejado lo pintoresco y bonito, lo fácil y pegajoso; lo que está envenenando y matando el prodigioso caudal folklórico de México. El orden y la disciplina del enorme público estuvo a la altura de la perfección escénica: un locutor anunciaba en sobrios trazos la región, las características, los valores tradicionales de la danza que iba a presenciarse. los reflectores descubrían, ya listos para su obra, a las masas corales y danzantes. Al terminarse un baile, ya otros reflectores ofrecían en el lado opuesto del dilatado ruedo, un espectáculo distinto, de una región dominada por otra tradición, por otros elementos raciales, por otros dictados económicos. Al final, la enorme multitud desaguó su emoción en un grito cerrado y unánime: el himno nacional llenó el espacio: era que cada uno ese ciudadano de Caracas que casi nunca es de Caracas había sido removido por las voces y los gestos de su región lejana; sentía en lo más hondo su venezolanidad singularizada, abarcaba orgulloso el magno espectáculo en Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica