332 REPERTORIO AMERICANO INVITACIÓN DENUNCIA En la frente, en los labios y en el pecho bagamos la sagrada señal de nuestra infancia. toquemos el dulce nombre de nuestros muertos y encendamos el fuego con un ramo de amigos.
Pongamos a vibrar las palabras más hondas, las que salen del fondo de la tierra y son como luceros rodando por el pueblo.
Bailemos con la novia un treinta y uno, salgamos a la calle, compremos no me olvides y te amamos.
Sepultemos al padre y al hermano, lloremos en la noche sin que nadie nos vea, Vayamos a la escuela, tan profunda después de los años, tan olorosa a pan, a ropa y a nosotros.
Pasemos por los viejos arcángeles sexuales, por la calle lluvioas de la primera vez, y recojamos pedazos de asombro y quememos inciensos al recuerdo.
Tomemos una copa de aguardiente allá en las pulperías inefables, y amanezcamos entre las montañas lanzando huipipías a los vientos.
Recordemos las enfermedades cuando niños, Dibujo de José Ml. Lépiz, en San José de Costa Rica.
aquellos sarampiones y resfriados, aquellas tifoideas en mangos sin lavar.
Mojémonos en ríos y aguaceros, atravesemos sus rumores antiguos y miremos las frutas, los duraznos intonsos, Por Alfredo CARDON PENA.
los sábados del huerto, las abejas del sol. En el Rep. Amer. Envío del autor, en México, mayo de 1948. Escuchemos El Duelo de la Patria un viernes santo por la tarde en flor.
niños en alcohol, serpientes venenosas frente al altivo bronce de los héroes: mientras pasan las niñas vestidas de miradas y los tesoros de la Isla del Coco. En en el nombre del Padre de la Patria, y las guarias decoran los reinos de la luz. Volvamos al salón del cine mudo y del Hijo soldado que cayó envuelto en Escuchemos las manos de la lluvia un domingo bajo el aguacero. llamas, caer sobre la hoja de los plátanos, para ver a Charlot y su lágrima pura y del Espíritu Santo de las madres, y las carretas en la madrugada y dramas con mujeres que caían oh Costa Rica, flor sacrificada, golpear las viejas piedras del camino.
entre grandes espejos, desmayadas.
venimos a ofrecerte un olivo de paz. el pito de la Fábrica, y las doce, a las retretas por el mes de diciembre Oh Costa Rica, negros vendavales y las campanas de la Soledad.
con el Templo de la Música todo de luciérnaga hirieron tu semblanza de paloma y laurel. Yo no conozco ruidos más patricios, y el olor del vestido nuevo, y los disfraces. Tu nombre, blanca rosa, tus nueve estrellas, porque en ellos, que son mis caracoles, al Teatro Nacional en la noche de Otelo el oro de tu frente, ha circulado cual música de mar duerme la infancia. con Melico cantando lleno de alondras, por los centros de América. No como ayer, Vayamos un domingo a la misa de tropa y a los lecheros con paraguas, que se oía y cantaba entre las almas sólo para oír el tambor cuando todos se y al Mercado de fresas con crema, como un signo de paz dulcísimo a los dioses. arrodillan, y a la Niña Panchita de los cuentos, sino con sangre y oprobiosa muerte, y a la Sabana de los barriletes, y a Magón, que sabe a picadillo de chayote, trayendo la funesta noticia de las llamas, pampa diminuta y cordial con telones de fondo. a pejibaye, a sol y a poza de Tibás, diciéndonos, oh Madre, la vergüenza a las brujas de Escasú que nadie ha visto, y a las concherías de Aquileo, que se oyen de un nombre que demiurgos escribieron de lejos y al pueblito pintado de cal, con orgullo en los cielos.
y a los potreros con acequia y boñiga.
como yigüirros entre la tormenta, Te humillaron sicarios, rosa nuestra.
y en la boñiga escarabajos de oro.
y a los tipos populares y entrañables, La cochina política, no aquélla a los cafetos, rojos y económicos, locos fuertes o simples vagabundos que edifica las normas y el decoro, de la ciudad por ellos decorada: sino la vendedora de caricias, que por enero sangran como gotas. a la pacífica Cuesta de Moras Relámpago, que limpiaba vidrios como la prostituta de los ojos amargos, donde vivía don Tomás Povedano con sus epiléptico; llegó hasta ti como una lepra antigua. cuadros Yeguas, enfurecido porque así le decían, No te mataron, no. Que pisoteada y había una logia llena de teósofos con su canasta y su dolor equino y humillada y herida te levantas, que deshojaban versos sobre la flor del pero Dios sabe cuándo volveremos a verte to.
y el jueputa temblándole en los labios. a Cinco Esquinas, linda encrucijada digamos, en fin, un 15 de Septiembre otra vez en la aurora, nunciadora del sol.
que evocaba de noche a los espíritus.
Allí don Solón Corrales conversaba con don Braulio Carrillo, y de las mesas partían invisibles telegramas. al Museo Nacional una mañana, con su alberca de peces, sus maderas, y aquellas pajareras disecadas, cantos embalsamados de los montes llenando las paredes y el silencio, y el motor del avión en que Benditi se estrelló contra el árbol de la hazaña, y un hueso de ballena que ya quisieran los cesantes, y un cuadro que recuerda mi sueño adolescente de una canoa remontando el San Juan en un amanecer entre la selva.
Había Zaguanes oscuros, sm.
con letreros diciendo Se prohibe la entrada, y yo imaginaba que adentro tenían muertos, Dibujo de Juan Manuel, en San José de Costa Rica.
ENEW EBEN Gil Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica