REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLIII San José, Costa Rica 1947 Sábado de Octubre No. Año XXVIII No. 1035 EL SARMIENTO DE MARTINEZ ESTRADA Por Sánchez Trincado (El Nacional. Caracas, marzo 16 de 1947. TALDE 26 Sarmiento (Por Valdivia. La acción lo fascinaba. añade todavía Visto con su estatura enorme, diseñado en en alguna de las últimas páginas de su libro sus exactos contornos, agrandado para que sea sobre Sarmiento (Argos. Buenos Aires. 1946. observado mejor y para que con mejor moEzequiel Martínez Estrada, después de haber tivo, sea admirado y para que, admirado en la insistido una y otra vez sobre este rasgo del grandeza terrible de sus limitaciones y supevigoroso dibujo que, con plástica imaginación, raciones, pueda ser comprendido de golpe, el talento sintetizado, señales de cultura muy va dibujo de Sarmiento que ha salido de las maria, ha trazado del eminente político argen nos de Estrada es como una lámina magistral, tino.
frente a la que el impaciente lector, si lo es de Más que retrato coloreado, en efecto, rea verdad y no un transeúnte desocupado, se eslista, fiel y favorecedor a la vez, académica tremecerá de pies a cabeza. El crítico ha commente suave y colocado sobre tiernos fondos prendido bien a Sarmiento y lo ha dicho en convencionales, Martínez Estrada ha hecho de estas páginas impresas por Argos insistentes, Sarmierto un dibujo en negro, rápido, deci repetición rítmica de golpes de forja, en un dido y hasta violento. Líneas duras, sombras libro cabal.
tenaces. rasgos esenciales, todo ello para desta No fué Sarmiento un teórico ni un moracar el esqueleto de verdad que se escondía de lista. Sarmiento necesita reducir a términos trás de la colección de palabras, hechos, ade concretos las acciones para entenderlas, dibumanes y gritos que, como cualquier hombre jarlas para recordarlas, representárselas como público, sometido a constante discusión, Sar figuras y especialmente como facturas o anhemiento interponía entre su auténtica figura y los de seres humanos. Los objetos nada reprela mirada perspicaz de sus críticos.
sentaban para él ignoraba la contemplación Estav ez, hombre de verdad, ha sido juz y el arrobo sino por la cantidad de trabajo gado valientemente por un crítico de verdad. humano que hubieran insumido. Sin capaciDice Estrada de Sarmiento que, polémico y dad de soñar, de embelesarse en las ideas, de agresivo, siempre agradable a sus rivales, los teorizar, de envolverse en la nube de la condotaba de tallas de gigante, combatiéndolos. templación. Sin intimidad. Sarmiento nunca Combatiéndolos, añadamos, quijotescamente. examinó su interior: no tuvo tiempo y se priPorque también quijotescamente agrandamos a vaba de tiempo para no hacerlo. No fué un nuestros amigos, combatiendo vehementemen artista: Sus flores retóricas inclusive tenían te contra ellos, admirándolos a la vez y jus siempre el delicioso aspecto y la fragancia de tificándolos, y nuestro don Quijote no hizo las flores silvestres. su pensamiento era sino esto mismo, haciendo que creciera a ojos siempre un producto elaborado dentro de su vistas su minúsculo Sancho, tan lejano a él cuerpo. no absorbido en los libros o en la exmismo en calidades, tan cerca en la colabora periencia y vertido nuevamente al mundo coción. Como señal de que le agigantó y alzó mo ideas. Si se examina su obra entera, a las doradas regiones por donde circulan los parece más bien la obra de un novelista que relámpagos suaves de la demencia, en los do la de un pedagogo o un filósofo. Eso fué, mingos de la gracia, pienso yo que podría se novelista, biógrafo, inventor e intérprete de las falarse el hecho de que, al final, Sancho, que figuras literarias que le urgia presentar y conohasta entonces no había osado hablar sino de sí cer como representaciones de personas, sucemismo, de sus ambiciones groseras, de sus te sos y entidades nacionales y del modo de ser niores y hasta de su tripuda vanidad, Sancho argentino que no poseía sino un idioma visceral, comen Enamorado de la acción, relataba con pluzó, como don Quijote había hecho desde el ma enérgica de biógrafo apasionado, las acciocomienzo, a hablar de la justicia, o del honor, nes de los demás y, con ellas, describía a la o del amor, de la muerte de los titanes y de la vez el espectáculo soberbio de un pueblo enteconderación de los endriagos y de cosas fan ro en acción. La acción lo fascinaba.
rásticas o abstractas.
Ciertos hombres de acción, Sarmiento enMartínez Estrada ha agigantado a su Sar tre ellos, habían desbordado las lindes naciomiento, le ha despojado de algunas de sus au nales. No sólo que fueran, como lo era el reolas de cuadro de Museo, le ha podado al antor de Facundo, un poco nómadas por nagunas de esas cualidades retóricas que era ne turaleza, ansiosos y vigilantes viajeros de la cesario ensalzar en las ceremonias cívicas y ha Tierra, ni tampoco, solamente, por su actividad adivinado en su figura, junto a algunas pro política de reformadores que hubieran otorgapiedades inéditas, algunos de sus defectos po do proyecciones mayores a sus gestos públiderosos. Era en verdad, dice, la encarnación cos sino que, comprometidos por sus hazañas, de lo bueno y lo malo de su país. más palabras y actitudes en las horas en las que el adelante: No sólo es Sarmiento el más argen poder pasaba a manos opuestas, debieron cotino de los escritores, sino el más argentino menzar entonces otro tipo de actividades fasde los pensadores y el más argentino de los cinadoras y dramáticas, la de los políticos en argentinos, con todas nuestras virtudes y de el exilio. En las décadas del veinte al cinfectos.
cuenta, del siglo xix. dice Martínez EstraEstrecha como es la vida del hombre, y limitada a una corta época y a un reducido espacio de tierra, la gloria no lo olviden los ji venes es el arte de prolongar y extender la existencia en la historia, haciendo, por grandes e incuestionables servicios rendidos a la humanidad, que mayor número de hombres que los que lo conocieron, lo estimen y amen, y que la losa que cubre sus restos no raye su nombre de entre los vivos, ni sepulte su memoria. Sarmiento, en el 2o volumen de sus Discursos Populares, y tomo XXII de sus Obras. Buenos Aires.
1914. da los verdaderos argentinos eran los desteTiados. De esta tajante afirmación, característica de su estilo denso, deduce su autor algún corolario audaz. Juzga que, en cierto modo, se debe a la influencia extraordinaria de los prohombres argentinos desterrados, el hecho de que hayan corrido con tan buena suerte los regímenes democráticos en los países vecinos que les dieron albergue, Chile Uruguay, hasta la fecha. Una segunda afirmación pareja, y tan sugestiva y valiente como la anterior, es la de que los desterrados formaron nuestra cultura, de donde tuvo desde entonces una señal de extranjería. No conoce teorías, sino táctica de combatir. El destino no se ablando frente a su táctica. Aunque nada mejor para un profetą que la tierra extranjera. no pudo resignarse Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica