REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLIII San José, Costa Rica 1947 Sábado de Diciembre No. 13 Año XXVIII No. 1040 Perfil Biográfico del Prócer de la Independencia FRANCISCO ANTONIO ZEA Por Manuel Chaves Nogales. Envío del autor. En Londres y en agosto de 1942. BP ae Este muchachito pálido, de perfil afilado y ojos como brasas ha sido severamente educado por los Padres del seminario de Popayán que han hecho de él, a los quince años, un latinista consumado, un domine adolescente, un sabio precoz cuyo casaquín negro de profesor oculta difícilmente el tumultuoso fervor de su alma juvenil. Francisco Antonio Zea es a los veinte años el legítimo orgullo y la gran esperanza de Nueva Granada, una de las promesas más firmes de aquella nueva generación intelectual de Santa Fé formada espiritualmente en la biblioteca de San Carlos que había de producir bajo la égida del sabio Mutis el florecimiento cultural de la Expedición Botánica que maravilló a Humboldt y que había de preparar a fuerza de tesón y de sacrificios el advenimiento de la Independencia.
Mientras los muchachos de su edad se apedrean en bandadas por el Camellón de los Carneros y los callejones de Santa Cruz o cortejan a las mozas en la Plaza Mayor junto al Mono de la Pila, el profesorcito antioqueño encerrado en su celda del colegio de San Bartolomé estudia a los clásicos, aprende en Esparta y Atenas el ejercicio de las virtudes civicas y cultiva las ciencias naturales, la nueva filosofía. El virrey Ezpeleta, maravillado de su saber ha hecho preceptor de sus hijos a este muchacho imberbe. través del cuadro angosto de la ventanita de su celda el niño sabio contempla el panorama del mundo que se abre ante sus ojos curiosos de naturalista y sus sueños ambiciosos de adolescente. Cuando alza la cabeza de los infolios, Francisco Antonio mira más allá de las veredas que reptan por los cerros donde pastan las vacadas, traspasa con los ojos del espíritu el vaho que se alza de los potreros envolviendo la Sabana en cendales de neblina y ve alzarse en su imaginación las maravillosas ciudades del viejo mundo cuya cu! tura absorbe ávidamente. Atenas, Roma, Córdoba, Paris, Londres.
Cerca, la ciudad acompaña su vigilia estudiosa con el tanido lento de las campanas de la catedral, las canciones que ju mbrosas del retorno con dejos guatecanos y bambucos, el batir monótono de la lluvia sobre el parche de cuero del terajoz que cubre las ventanas saledizas y las galerías voleadas de las casonas coloniales y el estrépito de la carroza del obispo que pasa saltando sobre los guijarros del empedrado.
Esta calma solemne de la ciudad dormida oculta sin embargo una corriente subterránea de inquietud espiritual. Hasta aquel rincón del mundo va llegando, agrandado por la distancia, el eco de los acontecimientos políticos de Europa. Ocultas en las bodegas de los barcos entre los fardos de los mercaderes llegan hasta la juventud estudiosa de Santa Fé, primero las obras de los enciclopedistas y luego las proclamas de la revolución francesa.
Las tertulias literarias, la del Buen gusto y la Tertulia Eutrapélica son un hervidero de las nuevas ideas. Pero, más que ninguna, la tertulia de don Antonio Nariño, el dueño de Francisco Antonio Zea la Imprenta Patriótica, se ha convertido en un verdadero club político y el joven Zea se destaca pronto como uno de sus más entusiastas adeptos. La noble rebeldía contra la injusticia y la tiranía prende fácilmente en su espíritu fogoso. Francisco Antonio Zea siendo casi un niño, ha visto las horcas alzadas en la Plaza Mayor para colgar a los ciudadanos que protestaban contra las exacciones de los visitadores. Ha presenciado las constantes querellas de criollos y chapetones y se deja arrastrar por la pasión política con todo el impetu de su alma. En el papel periódico de Santa Fé ha escrito un día: Si la vida de un oscuro ciudadano fuera precio bastante, yo me sacrificaría por ver a la juventud respirando humanidad y patriotismo, ilustrada y feliz.
preceptor de sus hijos en la lista de los conjurados. la cárcel también con el profesorcito! La Inquisición pone su garra en el proceso y Francisco Antonio Zea es condenado a la deportación y enviado a la prisión de La Carraca en España. Adiós la gloria del sabio adolescente! Nariño condenado a diez años de presidio en Africa consigue escapar y llega a Europa con la esperanza de ganar la voluntad de Pitt y de interesar a las naciones civilizadas en la triste suerte de Nueva Granada. Francisco Antonio Zea pasa dos años preso en Cádiz. Su raro talento y su prestigio científico le abren al fin las puertas de la prisión y la monarquía española que tan duramente le ha castigado termina envián dole pensionado a París, para que continue sus estudios.
Vuelve a España y hace una brillante carrera como escritor y hombre de ciencia. Llega a ser director del Jardin Botánico de Madrid y al producirse la invasión napoleónica toma el partido de los afrancesados pensando que la victoria de Bonaparte favorecerá la causa de la independencia americana. Durante la invasión francesa ocupa los más altos puestos: es miembro de la Junta de Bayona que redacta la constitución, prefecto de Málaga y Ministro del Interior.
Cuando los franceses tienen que salir de España, Zea se traslada a Londres y se pone en contacto con los patriotas americanos emigrados. En 1815 sale de Gran Bretaña con rumbo a Jamaica donde se encuentra con Bo.
lívar, de quien va a convertirse en el más ferviente defensor. La unión de estos dos honbres es providencial. Estrechamente unidos, absolutamente identificados, el uno con la espada, el otro con la pluma, luchan sin descanso por el triunfo de sus grandiosos ideales. La concepción genial de la Gran Colombia se hace carne en ellos, venezolano el unc, granadino el otro.
Zea, manteniendo siempre su dignidad de hombre civil, de intelectual puro, sostiene la empresa guerrera de Bolívar, tomando parte en la expedición de Los Cayos como Intendente General del Ejército. Asiste al abordaje de la fragata El Intrépido y sigue por doquiera la huella de Bolívar. En la isla Margarita es el verbo inflamado de Zea lo que arrastra a la Junta de Oficiales a aceptar la jefatura suprema de Bolívar. Acompaña a la expedición de los seiscientos convirtiéndose en el consejero de sus jefes y cuando llegan a Gurana los voluntarios británicos que van a luchar por la causa de la independencia, es también el verbo inflamado de Zea el que los arenga.
LA PARABOLA DEL PATRIOTA Clandestinamente, burlando las pesquisas de la Inquisición llega un dia a Santa Fé una proclama maravillosa: la Delaración de los Derechos del Hombre. Nariño auxiliado por Zea y otros patriota decide traducir, imprimir y publicar esta Carta Magna de la Revolución. Una noche de verano los conjurados colocan su pasquín revolucionario en las esquinas de la ciudad. El virrey Ezpeleta quiere hacer un terrible escarmiento. Nariño es per seguido y sus bienes son confiscados. El terrible calvario de los patriotas comienza.
El virrey ha encontrado el nombre del Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica