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REPERTORIO AMERICANO 211 Nariño, Manuelita Sáenz, Mosquera, Obando, Córdoba. No hay gran poeta sin su leyenda. dijo Santos Chocano. Podría extenderse el concepto: No hay grande hombre sin ella.
El nombre de Zea nunca se ha olvidado en estos países, pero sus trabajos y sus hechos no son tan conocidos.
Sin embargo, en su tiempo no hubo sino dos latinoamericanos que fueran tan conocidos en Europa como él: Bolívar y Miranda. acaso, después no ha surgido otro hombre en estos países que haya alcanzado en su tiempo tanta celebridad en el mundo. Zea era miembro de cuarenta academias científicas. Sus artículos literarios y políticos y sus estudios sobre botánica que escribía en la prensa de Madrid o de París eran reproducidos en todas las capitales europeas.
En Madrid fué director del Jardín Botánico y cuando España fué invadida por los franceses entró a formar parte del gabinete de José Bonaparte. En Paris penetró como Pedro por su casa a los círculos más selectos de la inteligencia. Fué el amigo de los sabios, de los estadistas, de los poetas más renombrados. fué el huésped de la más rancia aristocracia inglesa.
Hoy a un latinoamericano no le es muy difícil tener grandes relaciones en Europa.
Cualquier caballero acaudalado y con buenos modales, cualquier joven audaz con buena ropa, cualquier advenedizo con un poco de personalidad aventurera, se pueden tutear con el lucero del alba en los más altos planos políticos, sociales o artísticos.
Pero en aquellos tiempos para llegar a eso, saliendo de estos países en donde se consideraba que no había sino indios y negros, se necesitaba verdadero genio.
gados del mundo, y desde luego los que peor viven, pues si no poseen fortuna personal y mucho desprendimiento, tienen que vivir casi como los menestrales. Con la circunstancia de que algunos de nuestros diplomáticos, además de estar mal pagados, economizan.
El señor Zea le escribía a Bolívar: Debo anunciar a vuestra excelencia, que yo me propongo gastar mucho dinero, porque estoy empeñado en que mi misión tenga el más completo éxito. gastó el dinero y tuvo un rotundo éxito.
Pero, naturalmente, no se limitó a gastar como un alocado calavera. Su lujo era solamente el marco indispensable en que un diplomático necesita envolver decorosamente su empeño y su tarea de aprovechamiento de los recursos de la nación extraña en beneficio de la propia.
Personalmente Zea era sobrio y austero como un cenobita, como lo demostró en la campaña de Venezuela en donde siguió paso a paso el ejército sufriendo todas las escaseces de la vida militar de los libertadores con profunda abnegación. en Londres, Zea trabajó con sin igual intensidad: hacía una permanente campaña entre comerciantes y banqueros ingleses para hacerles conocer todas las riquezas del país y las formidables posibilidades económicas que aquí podría encontrar el comercio inglés. Escribía continuamente en los diarios ingleses.
Expuso un plan para la apertura del canal de Panamá y el proyecto económico para realizarlo mediante un gran empréstito. Ejercía una influencia sobre los grupos parlamentarios. Por medios discretos, pero eficaces, sostenía un hábil asedio ante el gobierno para obtener el reconocimiento de Colombia. Recorría las universidades reclutando hombres de ciencia para enviar a Santa Fe a fundar un colegio de ingenieros. Compraba barcos de guerra y armamentos para el ejército li.
bertador.
Además, como lo hice notar en mi anterior reseña del libro de Botero Saldarriaga, realizaba la tarea ingente de restaurar el crédito de una nación más que desacreditada, encenagada en la balumba de trampas, enredos y actos desprovistos de toda seriedad de algunos comisionados anteriores de la Nueva Granada y Venezuela.
En La Taberna de Londres, un grupo de banqueros y miembros del parlamentos, algunos de los comerciantes más importantes de esa ciudad, y miembros de la nobleza, presididos por el duque de Somerset, le ofrecieron un banquete para celebrar el grande éxito de las gestiones de Zea en el acercamiento colombo británico.
Zea, pues, gastó su dinero y tuvo éxito.
Pero también, como parece fatalmente inherente a todas las grandes figuras de la Historia, tuvo también su castigo. Poco después era retirado bochornosamente del servicio de la república.
Botero Saldarriaga hace una defensa magistral de esa actuación de Zea que ha sido tan acerbamente criticada. Nosotros que debiéramos tener como norma: Economía en el interior y generosidad en la diplomacia, la hemos practicado muchas veces al revés. Hemos dilapidado tontamente en provincianos lujos inútiles, en derroches de entre casa, y gastado mucha parquedad en las misiones ante los extraños.
El boato de Zea inquieto a nuestros proceres. No pensaron en los servicios que le estaba prestando a la patria, sino en la vidita regalada que se estaba llevando, y se desató contra él una verdadera ofensiva que encabezaron los mismos Bolívar y Santander. Por medio de notas, oficios y publicaciones en la prensa, le revocaron los poderes, lo destituyeron e improbaron los empréstitos que había celebrado. Era el modo de ser de los hombres de la época revolucionaria. comenta el señor Botero Saldarriaga.
La gloria hay que pagarla a precios crueles fatalmente.
ENTERESE ESCOJA Hoy el ímpetu de la democracia suele llevar muy lejos, y por otra parte, las aristocracias de todos los órdenes se han tornado eclécticas. Pero en aquellos tiempos los círculos sociales, científicos, literarios y políticos eran herméticos.
Miranda y Bolívar consiguieron penetrar a ellos por la personalidad avasalladora de esos caraqueños. Zea también por la personalidad, pero especialmente por su cultura científica y por su esplendidez.
Solia rodearse en todas partes de un tren soberbio. sin el atolondramiento de los rastacueros, derrochaba el dinero a manos llenas. Uno de los testigos de su entrada a Madrid, como embajador, citado por el señor Botero Saldariaga, describe así su vehículo: Bien luego llegó Zea con bastante lucimiento, en su primoroso coche de lujo, acabado de hacer en París, con preciosos jeroglíficos alusivos, llevando su postillón y dos lacayos vestidos muy decentemente, con finos hopos de plumas en el sombrero y vistosos penachos los caballos que tanto lucieron en la entrada.
En Inglaterra, cuando no estaba en Londres, vivía en los hoteles en donde se hospedaban los reyes y los principes cuando no en los palacios de las duquesas.
En Londres, fué su gran sentido del desprendimiento, de que debería siempre dar muestras un diplomático, lo que logró disipar la pesada atmósfera de descrédito financiero de Colombia y rodear de gran dignidad el nombre del país. Una tradición, que por cierto se perdió en nuestra cancillería y que ahora hay que reconocerlo se propone revivir este gobierno. Porque también hay que convenir en que desde el señor Zea hasta nuestros días, con rarísimas excepciones, los diplomáticos colombianos han sido los peores paEgon Caesar Conte Cori: Maximiliano y Carlota Alfredo de Vigny: Stello. Novela Guadalupe de Anda: Juan del Riel, Novela Frederick Lord y otros: Quimioterapia y seroterapia de la neumonia Edgar Hoover: Economia geográfica Schlumberger: La paternidad inquieta. Novela José Ma. Roa Bárcena: Noche al ra.
so. Historias y anécdotas. Un volumen pasta Juan de la Encina: Goya. Su mundo histórico y poético Bernard Newman: La nueva Europa Hamilton Hay Madison: El Federalista Dr. Cristian Cortés Lladó: La insuficiencia cardíaca. Un vol. pasta Sterne: Viaje sentimental. Novela Willa Cather: Una dama perdida. Novela Petre: Introducción al estudio de Grecia Dr. Antonio Peyri: Dermatología Guadalupe Ande: Los Cristeros.
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Un vol. pasta 00 00 Dashiell Hammett: La llave de cris8. 00 tal. Novela 00 Ricardo Palma: La monja de la lla2. 00 ve. Historias de amor. Un vol.
pasta 00 Antonio Caso: Positivismo, neopo3. 00 sitivismo y fenomenología 75 Conde Alfred de Vigny: Laura. Na5. 00 rraciones militares 00 14. 00 Eduardo Arcila Farias: Economía colonial de Venezuela 16. 00 10. 00 Pedro Henríquez Ureña: Historia de la Literatura de la América 00 Hispánica 00 00 Rodolfo Usigli: Corona de sombra.
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