DemocracyMarxMarxismTotalitarism

REPERTORIO AMERICANO EDITOR García Monge Teléfono 3754 Correos: Letra En Costa Rica: Sus. mensual 00 CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA El suelo nativo es la única propiedad plena del hombre, tesoro común que a todos iguala y enriquece, por lo que para dicha de la persona y calma pública no se ha de ceder ni fiar a otro, ni hipotecar jamás. José Martí. y concebí una federación de ideas, Mía de Hostos.
EXTERIOR: Suscrición anual. dólares Giro bancario sobre Nueva York AMERICA DEL SUR Octavio Jiménez Por Alberto Gerchunoff. De Argentina Libre. Buenos Aires, 26 de Junio de 1947. ABOGADO NOTARIO Oficina: 25 vaars al Oeste de la Tesorería de la Junta de Protección Social TELEFONO 4184 APARTADO 338 Mr. Joseph Montague Kenworthy, noveno barón de su familia y difundido en la democracia laborista con el título de Lord Strabolgi, es un viejo amigo nuestro. Solía comunicarse con el público argentino por medio de sus artículos, en la época de la guerra, y en los cuales se esforzaba en demostrarnos las ventajas de la civilización, presentada por Gran Bretaña y sus aliados, sobre la barbarie encarnada por Alemania y los países que formaban el poderoso consorcio totalitario. Entonces no le costaba trabajo persuadirnos porque no hacía más que favorecer con su periódica prosa la inclinación que dominaba entre nosotros. este miembro de la nobleza británica, que entronca en un castillo del siglo xiv y profesa una doctrina revolucionaria, acaba de darnos una nueva prueba de amistad. Visitó el país no hace mucho y con motivo de un hecho de actualidad quiso resumir sus impresiones de viaje, con amplia visión de político, acostumbrado a conciliar las cosas más opuestas, y con la flexibilidad del tuTista inglés, a quien nada sorprende, mientras recorre las rutas del mundo, con la gorra echada sobre los ojos y colgados del hombro los prismáticos para contemplar de lejos el idilio de una mona en las ramas de un árbol, la red de brazos de una divinidad india o la ruina venerable que se vislumbra en la cumbre de un cerro. Es nuestro amigo como lo es de las comarcas africanas a cuyo ordeño metropolitano asistió a menudo. Lord Strabolgi no sería capaz, en su recto juicio de hombre que conoce la historia, exigir demasiado a las poblaciones del Africa en materia política y tampoco cree que se puede pedir a la Argentina más de lo que es susceptible de dar en su composición republicana y democrática. Ciertamente dice el noveno barón de los Montague Kenworthy. algunas fases del gobierno son dictatoriales, pero debemos recordar que esa es la América del Sur, donde la democracia es relativamente joven. Tales aspectos de estagnación o de retroceso no logran asombrar al insigne legislador de la Cámara de los Lores. En su calidad de marxista que estudia los acontecimientos históricos, le consta que así como un país no consigue superar sus recursos técnicos, tampoco los traspone de golpe en los planos más altos de la cultura o de política. Por otra parte, como inglés de la metrópoli, le es familiar la justicia negra de las regiones ecuatoriales, las sentencias de los brujos, que los magistrados de Londres tienen que examinar agobiados por sus lanosas pelucas, modificar o confirmar. El juez ve que el héroe Gugul, cazador de cocodrilos, fué condenado a perecer en el fuego porque había desobedecido al rey Glaglá. Qué remedio le queda al juez que aprobar esa severísima jurisprudencia. Le es posible, acaso, reformar el alma de las tribus que se tuestan en los claros de los bosques o en las costas de los ríos del Africa? Lord Strabolgi sabe que esa tarea, que es la de civilizar pueblos, requiere siglos de paciente enseñanza, de factorías con puertos en que humean los barcos británicos, de gabinetes junto al Támesis en que los pausados caballeros, que descienden, como Lord Strabolgi, de antiguos hogares, preparan con laboriosa previsión su fin de semana. Consta a Lord Strabolgi que no es factible forzar la evolución conforme a las premisas de Marx, y tratar a los africanos como si pertenecieran a la especie humana, ni considerar a la Argentina como una nación de vida secular, con sistemas legales inalterables, incompatible, por lo tanto, con trazos que enturbien su fisonomía democrática.
La Argentina, según esa teoría, integra la América del Sur y no ha de provocar sorpresa en nadie la circunstancia de que la gobierne una especie de dictadura. del mismo modo que se sorben las minas en el Africa, sin que lo impida el atraso de sus habitantes, es lícito hacer buenos negocios con esa república americana, un poco primitiva todavía y un poco dictatorial, que proporciona suculentas tajadas de rosbif a los compatriotas de Lord Strabolgi y aquéllos le venden los ferrocarriles. Lord Strabolgi lo ha declarado con una indiferencia insular. Su impávido punto de vista de individuo británico no debe irritarnos más de lo que nos irrita habitualmente cualquier fenómeno de insensibilidad. En el fondo, ha enunciado una verdad anotada con excesiva neutralidad de observador, dispuesto a seguir aprovechando aun lo que ha de detestar en secreto. Nosotros sabemos lo que no ignora Lord Strabolgi. La diferencia está en que lo sabemos dolorosamente, con hosca amargura, y comprendemos hasta qué límite es exacta la aseveración que concierne a la incapacidad de crecimiento moral de ese ancho sector americano. Es justamente el drama que vive el ciudadano civilizado de América.
Presencia periódicamente el naufragio de sus ideas, es el testigo diario del salto atrás de los países que ama. En el Sur, en el Centro y en el Norte de las Américas, surge a cada instante el caudillo providencial, la petisa tisura napoleónica, el personaje que ha conspirado en el sigilo del cuartel, el prócer que da su nombre a ciudades, el tiranillo clásico que antes terminaba por huir a París, donde guardaba sus reservas de oro. Todos los países latinoamericanos conocieron este tipo de mandador con quien negociaban y negocian placenteramente las grandes potencias. Lord Strabolgi, viajero frío y veraz, viene a probarnos que sería un error creerlo desaparecido en pasado. Esa es la América del Sur. Un continente dictatorial, es decir, inmoral, verboso y demagógico, que progresa en la economía, en la ciencia, en las industrias o en las artes, menos en política, esto es, la ciencia y el arte que necesitan los seres humanos para construir sociedades en que la norma convenida sobrepasa en poder a la fuerza, pues en ello y nada más que en ello, reside la esencia y la eficacia de la civilización.
LA ANTIGUA ACREDITADA CASA MARCOS ESPEJOS LLERANDI (Esquina Diagonal a la Biblioteca Nacional)
LE RECUERDA que, como siempre, tiene para Ud.
CUADROS con finas láminas suizas, MARCOS con molduras nacionales y extranjeras, ESPEJOS de distintas formas y medidas, PORTARRETRATOS en vidrio, cristal, cuero, plástico, dorados, tallados y calados.
Para su regalo, le ofrece SOUVENIRS del país y de fuera, así como óleos, acuarelas y tallas de distintos artistas.
Asimismo, se encarga de replatear espejos manchados y de restaurar marcos artísticos antiguos.
Teléfono 4688 San José, Con esta acreditada Agencia obtiene Ud. la suscrición al Repertorio Americano: The Moore Cottrell Susbcription Agencies Incorporated North Cohocton, New York Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica