170 REPERTORIO AMERICANO Banco Anglo aún más copioso, y el trabajador sien sorbida por la tierra, daba a ésta un te que el aliento se le va; pero el pen tono aún más negro. El peón se haAHORRAR samiento de la esposa y de los hijos bía herido la planta del pie, casi sin pequ fitos, a quienes hay que sus sentirlo en el primer momento, al es condición sine qua non tentar todos los días y a toda costa, asentarla sobre el filo de un vidrio de una vida disciplinada infunde puevos alientos a aquel hom medio oculto en el suelo. Por toda bre, y prosigue en la dura, en la he precaución el trabajador se había apliDISCIPLINA roica tarea. Eu tanto, en los arbustos cado un parche de tierra húmeda, cies la más firme base de la hacienda ge ta, prometedora más ñendo la herida después con una cásaún que el año anterior, la nueva co cara de plátano seca. Cuando la ronda del buen éxito.
secha.
atravesó el potrero, Marcelino iba LA SECCION DE AHORROS. Así, manejando una pala de 12 claudicando del pie izquierdo; así y del pulgadas, banado en sudor de la cabe todo, siguió trabajando; no era de za a los pies, bajo los más ardientes perder por tan poca cosa medio jornal rigores del sol, vieron las haciendas que le hubiera sido rebajado, porque de café de Tres Ríos durante años y eso era lo corriente en casos semejanCostarricense años, a aquel peón macho para el tra tes. Como hacia las dos de la tarde (el más antiguo del país)
bajo que se llamó Marcelino Cedeño. caía una lluvia fuerte, la jornada del. Hombre de bien en todo el signi día había ter Dinado y los peones se está a la orden para que usted ficado de la expresión, tenía su vivien retiraron a sus casas. Durante el ca realice este sano propósito: dita allá por el Sur de la iglesia de mino, Marcelino claudicaba del pie aquella villa, en los alrededores del izquierdo, sin embargo bromeaba con AHORRAR rastro municipal. Uva esposa diligen los compañeros. Ya en su casa, la te y los hijos pequeñitos compartían mujer le hizo algunas curas con recon él el pan ganado tan duramente, medios caseros. No sentía el menor Para el hogar y sólo para el hogar eran apetito como para ir a la mesa y pre. En la hacienda las cosas seguían sus desvelos, todos sus afanes, su vi firió acostarse. Por la noche se sintió como antes, alli nada había pasado, un da. Tenía, además, un culto especial, acalenturado y con fuerte dolor en la peón menos que pronto fué repuesto el de la madre anciana. así trans herida y en tod. la pierna; hacia la con otro peón fuerte, la insignificante curría regularmente la existencia de madrugada los dolores y la calentura pieza de una máquina que de pronto aquel buen peón, de la casa al trabajo, eran ya más fuertes, y no pudo tener se ha dañado y se tira, el ladrillo de de la hacienda al hogar. Todos los se en pie cuando en la mañana lo in una pared que se ha desprendido en días, a las seis de la mañana invaria tento para volver al trabajo. La pala pedazos y se cambia por otra de más blemente, hiciera el tiempo que hic e. fué colgada en un clavo en la parte consistencia. La maquina seguirá su ra, bajo el sol o la lluvia, los vecinos alta de la pared del cuarto. El médi marcha regular sin interrupción, repodían ver salir a Marcelino Cedeño co del pueblo acudió al llamado que puesta la pieza dañada; la pared conde su puerta, sobre el hombro el saco se le hiciera y aconsejó el traslado in tinuará siempre en pie. Ni el peón con el almuerzo preparado desde la mediato del paciente al hospital, en mutilado, ni la pieza averiada de la víspera por la esposa, más encima la donde fué alojado en un rincón oscu máquina, ni el ladrillo desmoronado, enorme pala, camino de la hacienda. ro, como unidad anónima siu padri ninguna de esas cosas inútiles hacen Era considerado por el patrón y por nos que lo recomendasen. El estado falta para que las cosas sigan como los peones como uno de los mejores del enfermo requería una intervención antes.
trabajadores, cumplido, silencioso y quirúrgica pronta, y en la mañana. en el hogar del buen peón reesforzado. El patrón le sonreía las del día siguiente un cirujano le am ducido ahora a simple despojo humapocas veces que acertaba pasar por putaba la pierna. Su permanencia en no? Ah. allí sí, allí todo ha camdonde la cuadrilla, inclinada sobre las el hospital fué larga y penosa. El ros biado terriblemente. La pobreza exavenidas formadas por los cafetos, efectro del enfermo adquirió la palidez de trema de antes convertida en miseria tuaba las paleas, las aporcas o las po la cera. El, antes con aquella cara extrema. La esposa finge de cuando das. Aquella benévola sonrisa del ha quemada por el sol, en la que asom en cuando secar el sudor de su frente cendado era considerada como una ba una sangre fuerte, era ahora otra al enjugar el silencio mortal de una deferencia, como una concesión espe persona, completamente distinta del lágrima; el pobre trabajador mutilado, cial, tal vez como la consagración del hombre de pocos días antes. Amarilla cada vez más pálido, más consumidas servidor que tan bravamente sabía es la cara y apagada la voz, los amigos las pupilas de aquellos grandes ojos forzarse por la prosperidad siempre que fueron a verlo al hospital, apenas oscuros, como extraviados ahora en creciente de la hacienda. Así, con una si lograban reconocerlo fijándose en un limbo ipfinito de tristeza y de anligera somisa, premiaba el propietario aquellos ojos grandes, antes enos de gustia. Lo último que les quedaba por del fundo de cuando en cuando el mé luz, ahora casi inexpresivos, abatidos vender para contar con algún recurso rito del trabajador excepcional, con por la desesperanza y por la pesadum en aquel tumalto de necesidades aseuna sonrisa de satisfacción.
bre mas amarga y más cruel. Al tiem diantes, era aquella pala de 12 pulga» Mas un mal día ocurrió algo trá po le dieron el alta y regresó al pue das, pendiente de un clavo como una gico y fatal en la vida de Marcelino blo. Personas piadosas le habían pro. muda interrogación a la vida. El traCedeño. La peonada esparcida en uno porcionado una muleta en qué apo bajador no había querido deshacerse de los cuadros de hacienda inmedia yarse en su marcha lenta. Encontró sin resistencia de aquella compañera ta a la carretera, terminaba la palea en que su hogar era como un sollozo in de trabajo, no podía resignarse a la aquella sección para enseguida pasar terminable de dolor y de miseria, y idea de separarse de su pala ya para a la siguiente, atravesando el potrero. contrajo el entrecejo con toda fuerza siempre; siempre conservaba la vana lo largo de la avenida en donde para no llorar también él. Si no, en esperanza de que, andando el tiempo, Marcelino estaba trabajando, se ad dónde estaba el hombre de aquella algún día podría volver al trabajo de vertía un rastro de sangre que, ab casa?
la hacienda: Recordaba aquella ligera Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica