90 REPERTORIO AMERICANO DOS CUENTOS de Carlos Salazar Herrera. Atención del autor. Del libro en prensa Cuentos de angustias y paisajes. EL CURANDERO Una suscrición al Rep. Americano la consigue Ud. con Matilde Martínez Márquez LIBROS REVISTAS Avenida Los Aliados NO 60 Apartado Nº 2007 Teléfono FO 2539 La Habana, Cuba Constantino nada dijo. Volvió al cuarto del enfermo y se sentó en la cama.
rompiendo el corazón la sospecha de que quizás aquellas desgraciadas muchachas.
Lupe, apoyada en la pared, mordiendo la punta del delantal, pensaba. Hace veintidos años y cuatro meses pasó lo que fué, y aquellas infelices criaturas gemelas estaba segura eran hijas de Constantino. Nadie lo sabía. Nadie en el mundo. sinc ella y elia lo sabía con toda la tremenda realidad de una mujer que se creía justamente castigada por su flaqueza. Pero ahora, estaba sintiendo una angustia. Sintiendo el temor de que Constantino fuera a sospecha que aquellas pobres mellizas eran hijas de él. Ella no quería que Constantino sufrie1a por aquello. Por miedo y por amor, había dejado la pena a su inocente marido.
El enfermo se movió, y esta agitación arrancó a Constantino de sus pensamientos. Hay que ponele unos sinapismos en pecho y espalda, y dale a oler las siete yerbas.
Yo tengo la mula ahi ajuera, y vuir a la Viila a trer mostaza. Mientras, vaya usté, Lupe, a la cocina y pone a calentar cuanto chuica encuentre. Si tiene cobijas coloradas, mejor.
La mujer se fué a la cocina a hacer lo que le mandaban.
El curandero quedó mirando al enfermo.
Isaías abrió los ojos, y con mucha dificultad le habló a Constantino de esta manera: Constantino, sentado en la cama, tomando el pulso del enfermo, pensaba. Hace como veinte o veinticinco años ocurrió aquello. El no sabía cuánto tiempo. Lo cierto era que fué una aventura de su juventud sin consecuencias, y que le había dejado un grato recuerdo. Desde entonces, se había marchado del lugar y vivía soltero, a doce liguas de distancia, sin saber nada de aquella familia. hasta hoy. Pero ahora, le estaba Mira. Tino. No te molestés en haceme medecinas. Yo me muero esta mesma noche. he mandao a llamar. pa que te bagás cargo de mi mujer. y de tus dos hijas.
El curandero sintió que se le había caído el corazón y se agachó para recogerlo del suelo. Está bien dijo. cumplió su promesa.
En primer término un árbol, desnudo de musgo.
Era un árbol sin vida, en pie. Un enorme viejo petrificado, de más de trescientos años.
Después.
La neblina, revolviéndose en su misma densidad, como debe ser la tremenda confusión del alma cuando se le muere el cuerpo.
Una calavera de novillo, tirada por ahí, con las cuencas llenas de agua. casi invisible, la mancha gris de una casa, destruída por la neblina.
El curandero Constantino se bajó de la mula, la cual confió al viejo petrificado. Miró la calavera de novillo. y como un espectro, pasó sin dificultad a través de los muros blancos de la neblina. Upe. Quién. Constantino. Dentre.
El curandero empujó la puerta y entró pintando de miradas las paredes. Con su permiso. Onde está Isaias. Pase por aquí, Tino. Yo creo que y está agonizando contestó en secreto la mujer de Isaías.
El curandero se acercó al enfermo. Le puso una mano en la frente. Le levantó un párpado y miró el ojo.
Afuera estaban los sudarios, y las calaveras de novillo y los árboles callados, resistiéndose a desplomarse.
Adentro, el cuarto estaba lleno de respiraciones, de oídos, de ojos, de latidos de sincios llenos de palabras. Dende cuándo está enfermo. preguntó el curandero. hacer una semana. Cómo empezó. Con fríos, vómitos, tos, calentura y una estaca en la espalda. Ajá. Le yerve el pecho y le cuesta resollar. Ajá.
El curandero dió algunos pasos rascándose la cabeza y llamó hacia la cocina a la mujer del enfermo. Dígame una cosa, Lupe. por qué me mandó recao a yo que viniera a ver a Isaias. Si yo no juí, Tino. Jué él, el mesmo Jsáias. Dende que se enfermo está diciendo: Tráinganme a Constantino. Yo sé que Tino me alivia. Yo sé que Tino me alivial. yo estrañó mucho que lo pidiera a usté, que vive tan largo, y estando ahi nomasito ñor Lolo, pero. dionde convencelo. diay. Yo qu iba hacer. El curandero descubrió apiñaditas, como protegiéndose una con la otra, sentadas en un oscuro rincón de la cocina, a dos muchachas como de la misma edad. Son mis hijas creyó necesario explicar Lupe Mis únicas hijas, las pobrecitas son sordomudas.
todo trapo.
EL ESTERO la sombra inclinada de un higuerón, Maurilio cogió su orgullo y lo puso a un Maurilio, con un garrote de guayacán, des lado.
cascaraba unos palos de mangle sobre una Déjámela, Toño, no seás mal amigo.
horqueta, después de haber picado una carreVos sos muy suertero con las mujeres. yo tada de leña en trozos.
no. Vos la querés como a todas, pa burlarte cuatro o cinco pasos de distancia, lo ella y desacreditarla. Yo la quiero pa camiraba Toño, tumbado boca abajo, sobre la sarme con ella y pa estimarla toda la vida, proa de un bongo viejo y destartalado.
hasta que me muera. Dejamela, Toño, no Las astillas, de un color rojo fuego, pa seás mal amigo.
recían pavesas encendidas, desparramadas sobre Pues está bien, Maurilio, me quito. Ya Ja arena.
está. se fué para su casa, dejando el. No te cansás estar de vago. No. veces me he canso de verte trabapuerto franco, para que su amigo bogara a jar.
Algo lejos, sobre una panga volcada baMaurilio terminó su tarea y caminando jo un almendro, Oliva sacaba chuchecas de un en dirección a Oliva, pasó bajo un molinete montón de conchas.
en donde se secaba un chinchorro y alegremenUn escandaloso remolcador tiraba de un te lo puso a girar de un manotazo.
tren de lanchones repletos de ganado. Qué dicha que vino usté, Maurilio Hacia la Isla de Chira, entre los espacios dijo la muchacha estaba desiando que vide unas y otras nubes, pasaban los rayos del niera.
sol, igual al aparejo de un enorme velero fan Pues aquí estoy pa servirle.
tasma. desdibujado por la distancia.
El Estero brillaba rojizo, como una lá. Pa eso lo quería, Maurilio, pa que me mina de cobre amartillado.
le lleve un recao a Toño. Digamele qu esta De rato en rato, Toño arrancaba la minoche lo espero en aquella lancha.
rada de la labor de Maurilio, y la echaba a Maurilio se vino caminando muy despadescansar encima de Oliva.
cio. De pasada, detuvo tristemente el molineMaurilio seguía descascarando palillos de te que todavía estaba dando vueltas. Llegó al mangle.
montón de leña. Empuñó el garrote con que En aquel ardiente clima, Oliva, así, sen estuvo descascarando mangle y lo arrojó al rada, acinturadita y morocha, parecía un ca Estero con mucha fuerza, como quien manLabazo llenito de agua fresca.
da al diablo todas sus esperanzas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica