244 REPERTORIO AMERICANO Dr. García Carrillo su necesario asombro y su música ciega?
Ella le burla y le desprecia el miedo, esbelta de alegría y de palabra, hija de sal y de olvidadas lunas pero con las raíces de la costa. el hombre, sometido, borrando la llamada de las barcas, siembra su corazón en tierra firme y alza dfas de musgo y de regazo.
Corazón y Vasos Este buscar en la distancia sólida.
Estas nubes de polvo.
Padezco los vagidos y los muros sin puerta y los candados.
Lavando voy los coágulos que encuentro por vecindad y compasión de tacto.
Del viento llego, con terrestre angustia, crecida en mi abandono; y corro en laberintos sin salida sobre este peso ciego de mis piernas.
Ya estaría perdida sin tu huella de amor y tus señales.
Solitaria de luz en ti la encuentro besando mis cabellos y el follaje.
Consulta por cita Oficina en San José Una noche la sangre habló con viejos nombres del olvido.
Habló en el sueño de la niña intacta, con red profunda y sacudidos mástiles.
Ardiendo entre las olas, empujando rumores de los tallos, la sangre recobró su voz antigua y trajo aquellos mares de regreso.
Electrocardiografia Metabolismo Basal Radioscopía le embrujó las horas por donde el sueño descubría rumbos.
La embistió con su ardor en doble lucha de salmueras profundas y de azufres.
Le imantaba el silencio, y la engañaba y la tenta absorta.
De su cauce brotaban peces finos, saetas musicales, y los escombros de una casa de humo.
La muerte eterna, devorante y única, tiene al sol de mañana entre los brazos. el hombre, con angustia, miró la tempestad entre sus manos. una ronda de náufragos rebeldes robaba su semilla para el agua Por qué le miro en cada gesto mio, y le llevo sin rezo ni sollozo. Te inventa el corazón cada mañana. Es mi rostro el espejo de tu rostro. Tu balandra de sueños va en mi pulso, tu viaje en mi conciencia, y tu nombre, vencido y liberado, es la piedra en que cae mi cabeza.
De tu silencio nace el horizonte con sus llamadas claras, repetidas. Quién dice que estás solo entre la yerba. Qué témpano o qué llama nos divide. Guardas el hondo nicho del reposo y te pergues, activo, en mis esfuerzos.
Permaneces en tierra de mi infancia y navegas mi canto, para siempre.
No sintió tu vigilia que hemos sufrido el más tremendo soplo!
Heridas las palomas, las estrellas, fué de miedo el anillo de la noche. Extraños zumos iban por la lengua y por el brazo, hasta volverse pólvora.
y persistentes hombres. hombres nuevos, enterraban el tiempo y sus escombros. Hay un ancho desgarre, un alzado vibrar de sangre en lucha, un afán de justicia, y una experiencia de laurel convulso. Duele el terrón, el aire, la ceniza, el inútil adiós, lo indescifrable; duele el amor en la cintura dócil, y en la garganta, como flor salvada. Todo duele. Lo sabes. Lo sabemos.
Pero crecen los niños y los tallos!
El hombre ya se pudre bajo el lodo y tiene una raíz sobre la frente.
Su sombra marinera está en el árbol tan sencillo y tan verde. Quién suelta sus palabras?
Sus palabras filtradas y más viejas.
Quién dice este dolor indivisible?
Quién mantiene su voz, ast, despierta. Dormido capitán, tengo lus pasos y tu ardorosa fiebre, la misma obstinación sobre el abismo, el mismo amor, la misma amarga brea. Pero tengo también la flor desnuda y el metal y los nidos anhelantes. No llegan a lu oído estos combates. Estas horas que chocan. No interrumpe tu arrobo de tinieblas este sonido de algo que amanece. Siempre amanece. mas la noche vuelve. siempre atado el ángel y el minuto!
Detrás de las preguntas, del olvido, cotra vez esta angustia?
Sube la leche al mismo cauce humilde: rio vital y largo. de la herida abierta sube el trigo quizás sin su sabor desesperado.
Naufragios sin remedio descansan en la gracia de la espuma, y flautas submarinas y celestes tan sólo esperan madrugadas puras. Tendrá el día virtudes para borrar el luto de los párpados?
Nadie responde y el reloj camina, pero el alma mantiene su esperanza! estoy. estás. estamos. todos juntos!
Muertos, nacidos, tristes de misterio.
Con la rosa deshecha entre las olas y la brújula rota entre las venas. ANTONIO URBANO Calla la voz y el árbol la recoge y también el silencio.
CLAUDIA LARS San Salvador, 1946.
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