REPERTORIO AMERICANO 199 ¡SABE MARI VUELVE PERTENECERME Qué hermosa la melodia que se desprende del mar. Canta la sal su alegria bajo el derroche solar!
Mundo estulto, asaz cretino, que no sabe valorar el ambiente de quien vino a esta tierra a poetizar!
Vuelves a mi, ola salobre, ciencia de recordar, y su sangre, sobre otro dolor dando amapolas, vuelve a pertenecerme, sometida a estaciones y naufragios.
Ola tenaz, el invierno que me ha arrastrado lejos, guarda su crespa sal, su agua de asalto. qué dulces armonias en el abrazo lunar.
Brilla en el mar la poesía de un corazón de titán!
Tengo un par de alas muy tensas siempre prontas a volar, frente a frente a las inmensas veleidades de la mar!
Vuelve a pertenecerme la rueda de su aire sosteniendo niños, de las hojas de otoño haciendo pájaros fugaces, del mismo aire haciendo imágenes de aire, cosas de nombre dulce y uso vago. parece tiene imán este gigante, al cantar Yo como el mar voy sintiendo el deseo de besar todo cuanto voy queriendo.
Oh, el oleaje al estallar!
Rie, salta, sueña, besa!
Canta, ruge y embelesa!
Ah, la dulzura de amar. Sabe a mar? Si, sabe a mar este espíritu que suelta su canción sentimental Ondas, ondas, en revuelta!
Torbellino de mi ideal!
Mi alma en música está envuelta!
Ella es ritmo y vendaval!
Que puerta su voz hacia dragones y lirios, entrada a bosques sin bautismo, a bosques can objeto de bosques, a raíces lentas y cisternas; entonces, qué caída en su fondo de estrellas libres, qué viaje al fondo, a la perla y al cristal, y mi pie rodeado de conquistas.
El tiempo sus cuchillos, sus armas por la espalda, y sin embargo, vuelve a pertenecerme. Como desde el mar.
saluda con su gran rumor de estaciones guardadas, alta, verde, dormida, silenciosa y huyendo.
San José, Costa Rica, 18 de enero de 1944 SON DOS POEMAS de Isado Felipe Azofeifa Su huida para siempre, al través del verano detenido abrevando sus potros de calor en rios de aire y peces; tu huída para siempre, y los adioses rodeandola le palomas y frutas; su huida para siempre y el corazón recién nacido del sollozo. En el Rep. Amer. CANTO TU VOZ Era el tiempo de la flor desposada y el ascenso a la carne; los días como grandes caballos, y aquella aguda espuela (de la angustia; y su brasa en el centro de la tierra cae de nuevo en mí, desnuda y casta, como un ángel de nuevo asesinado.
Costa Rica, 1946. En su voz, cristal y miel, mi ser de humo y carne afirmo.
Renazco, vivo, levanto el alto clavel del himno. ¿DE QUE COLOR ERES. Envío del autor. Amor, que descubre el cuerpo de la mujer, presentido la rosa y en la estrella, en el caracol el litio. De qué color eres, corazón?
iCómo sostiene la luz su voz, Amor, y lo frío y lo negro, bajan como dulces dragones vencidos!
Te busco huyendo. Te busco lleno de tu ausencia, lejos.
Qué angustia la de quererte sia esperarte y huyendo.
Paso de trenes sin rumbo hacia horizontes sin cielo.
Su grito desconsolado cómo va cayendo muerto. dónde llegar, a dónde, si allegar a ti me niego, si lleno de tu ausencia, busco la paz de tu voz huyendo. Eres blanco religioso de la pureza y la virtud. Blanco de la juventud sin pecados. De qué color eres, corazón?
Yo voy muriendo en su voz, en su voz renazco y vivo.
Amor, que pone en el aire la raíz de su sonido. Eres azul del valor y poder, color del cielo bendicente, bondadoso, sonriente? ¿De qué color eres, corazón?
Háblame ahora. Ahogame en tu voz. Oh, abandono e lu ola de líquidos violines, a la lengua del lato y ademán de la rosa y presencia de la llama desnuda de la estrella. Destrúyeme. Eres morado como terciopelos reales. aurado como el amanecer o la esperanza de la juventud?
Te he buscado en la vida y en la muerte. la siga de tu sangre. Oh, la copa inmortal, que levantes para esta flor cansada de mi espicitu quiero!
Peces de ojos insomnes la ola de tu voz circunda.
Mi corazón no existe. Un gran árbol vacío está enterrado ahí donde mi alma era mia.
Mi corazón no existe. Fiera de llamas ácidas vierte en ceniza y frío la casa azul de antaño.
No. No lo has podido adivinar.
De dos colores soy.
Soy rojo de batallas y de guerras, rojo de soldados muertos y de las heridas del mundo; y negro soy de amargura, de hambre, de sed, de soledad y de desesperación.
Joaquín de Capellán Universidad de Minnesota, enero de 1946.
Pero venid a ver, qué cristal resplandece ahí donde tu voz construye el canto y crea. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica