REPERTORIO AMERICANO 237 MAX JIMENEZ (Atención del autor)
Qué sorpresa, Dios mío, que sorpresa. Hombre eu él, y todo un hombre. Yo, que ya empezaba a dudar de que los hubiera. Tánta mezquindad! Tánta ruindad! Távta miseria moral. Max Jiménez. Un rico más que juega con sus monedas, y, cansado de su sonido, se da al arte como medicina heroica. Esto pensaba yo, obligado por la visión de tanto ejemplo. Hasta cuando me dijeron que había de ir a su estudio, sentí perplejidad. Max Jiménez. Pero fuí y se me abrieron las puertas de la esperanza, porque un hombre todo corazón, todo ternura, rebosante de sinceridad, me dió su mano enorme, y sus ojos me dijeron el preludio de una tragedia. Yo, le dílı mía del mismo modo que se la doy al amigo entrañable, y hasta le abracé, porque poté que aquel sér tenía que ver con mi tragedia. Max Jiménez, quién me lo teDía que decir. Era él. Alto, arrogante, grande un niño muy grande a quien la madre regañaría aún, seguramente que me volcaba su corazón, su enorme corazón, tanto, que domina a su cerebro. Qué sorpresa, Dios mío; qué sorpresa.
Max Jiménez es un caso tan especial, que dudo de hallar otro, en el camino de mi vida. Su conciencia subjetiva burla a la obje.
tiva y habla según aquélla, sin escuchar los reparos de ésta. No usa caretas, ni velos: se manifiesta como es. habla y habla diciendo verdades que le asombran a uno, porque ello es un contraste enorme dentro de la falsedad reinante. Ortega y Gasset se quejaba de la cerrazón del alta del hombre argentino; si hubiera conocido otras zonas geográficas del planeta seguramente hubiera tenido que quejarse igualmente de sus hombres. Falsedad, Isedad, hipocresía. En cambio Max Jiménez es la roca en la que se estrella lo convencional, lo falso, lo engañoso. Es una voz potente que clama contra los reservados y contra aquellos que se creen que nadie había hecho nada antes de ellos, y que la salvación del mundo sólo de ellos depende. Pobre gente, y pobres los otros que malgastan los mejores valores de la vida, entre otros, el de la humildad.
Max Jiménez no tendrá punca amigos, y si llega a tenerlos serán de una indole tal, que llegarán a formar con él una sola voluntad y un solo pensamiento. Hombre que ha hecho y hace el bie calladamente, al amigo y al que ya dejó de serlo. Además, tietę demnasiada personalidad para poder resistir ciertos climas.
Su obra es producto de su manera de ser. No puede amoldarse a unos cánon No puede respetar vallas ni límites. Es cómo es, y pinta y escribe también llevado por su plétora de energía. No es de aqui ni de allá: es un personaje cósmico que sólo desea aire de libertad y de franqueza Sus telas han de expresar su anhelo: no puede concretarse a trasladar tal o cual tema; necesita manifestar simbólicamente lo que su boca manifiesta continuamente. Lo erótico, la bajeza moral, los complejos humanos, son conceptos que él tiene necesidad de pasar a la tela, y ello lo hace con valentía, y con arte. Los que van a ver en su pintura emoción estética, salen, claro está, defraudados, porque, tal vez, se hallan, inesperadamente con su retrato. Porque los elementos suyos son universales, que pues tanto pueden localizarse aquí como en cualquier parte del plane ta. Escorzos exagerados, cuerpos monstruosos, acciones pertur badoras que son imprescin tibles al fin que el artista persigue; ved: Pescadores de Cojimar, Ventana de la Habana vieja, y sobre todo, Tierra y Cielo. isus versos? Nos dicen su angustia, esta angustia que algunos creen satisfacer con po tulados fabricados ad hoc. En el prefacio de su Revenar escribe esta frase. Creo que el misticismo es el camino para ir más allá de la muerte. Y, tal vez, por miedo de seguir este camino es que obra como lo hace y ambula constantemente. Pobre decepcionado: también busca hombres. Su angustia se traduce en salmo, salmo del poeta maldito que va llevando por doquier nuestro León Felipe.
Vendedor de varanjas (Max Jiménez)
Los ojos serán luces en el fondo de un pozo, los brazos, los salientes de up trereo ya leñoso, pidiendo caridad. En Cuando ande de fantasma, qué no dice su alma de piño que quiere el bien! En Figura humana, no calla su dolor. mi mano ya tiene la forma de mi frente; fanático que espera botón de su dolor.
Regadío de aguas que manan de mi fuente, de luna sin creciente. y noche sin albor. en Los fristes? Oigamos. De dónde venimos. Qué voz aún nos nombra. Qué surca las frentes. Cuál es nuestro daño?
Acaso es el eco de amores de antaño.
Las viejas pasiones que aún dan su sombra. Cruz, Señor, más cruz, para abrazarme en el eterno instante, y blando es el madero al yo agonizante, cuando ya las tinieblas son la última luz. Es que en estas palabras no hay todo un evangelio de un nuevo credo? Es que no se vislumbra a un alma atormentada que se lanza a escudriñar el gran misterio que nos ahoga de angustía?
Si, León Felipe, para cantar la luz hay que haber conocido las tinieblas, como este poeta que ahora abrazamos con toda efusión; así lo dice: Se empaña mucho mi cielo. Se esconde mucho mi sol. La negrura a veces llega a asustarme. Y, cuando temeroso ando a tientas, y siento el apretón de una mano sincera, qué alivio, Dios mío, qué alivio.
El encuentro con Max Jiménez ha hecho despejar el cielo de mi vida por un tiempo, que quisiera que fuera muy largo, pero.
LORENZO Vives San José, Costa Rica, junio de 1946. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica