360 REPERTORIO AMERICANO El filósofo armado, como le llamó Vicu LA VIDA INTIMA DEL MARISCAL DE AYACUCHO na Mackena, no tiene más episodios galantes que los de Pepita Gainza y la Marquesa (Alencón del autor. que fué remate y fin de su equilibrada tendencia amorosa? En todos ellos alienta la señalar, pues, el primer ósculo de Sucre en santi, coincidiendo en algo con nosotros, rectitud del Mariscal noble y desafortunado, cedido a Grisavti por Pedro Robles y Cham doña Mariana en estas finas pioceladas. Dotierras ecuatoriales, y el documento inédito, Mujeres de Quilo. ofrece la imagen de pero sí es posible verle en alguna suave bers, nieto del ex Presidente de la Repúbli curva de aventura, en tal o cual parábola ña Mariana es de una soberapa hermosura.
de breve seducción, y si no precisamente cendencia del Mariscal en nuestras lindes.
ca Dr. Robles, daría para rastrear en la des La estatura es mediana; las curvas armoniosas. Ebúrneo el seno. Acanelada la tez. Enpara que ocupara un lugar en la amorosa Geometría de nuestro Montalvo, para seguirA poco se hace el encendimiento, en su tre la barbilla y la boca hay un pequeño le en los pasos de su vida intima, pulcra y pecho heroico, de la llama que le causan los contraste: la boca es un poquillo sumida, armiñada como la política. Angel Grisanti ojos de Pepita Gainza. Con ella baila la pri un tanto saliente la barbilla, conformadas se ha ido a buscar a Sucre por tales sendemera contradanza en salones porteños. En pira ese bisbiseo quiteño acariciador, conros. Cumanés como el Mariscal, Grisanti, rédanse sus medallas en el corpiño de la fidencial y modoso. Las cejas son negras, después de sus libros sobre educación pú bella. El prefiere dejarlas allí, y ella estima pobladas y perfectas, como los expresivos y blica, elogiados fraternalmente por Gabriela donación tan entera como una promesa de grandes ojos. La cabellera abundante, espeMistral, y volviendo a su connatural y perscasorio. Más tarde la visita Leary y sa. Las manos giocoudinas largas, estilizapicuo gusto por la Historia, es uno de los cuenta a Sucre, en fervorosa misiva, lo que das, con esa gracia florida de las azucenas que más profundamente ha penetrado en la le hicieron de fiebre sus lindos ojos Sucre, de Quito. Breve es su estadía en la Cavida de Sucre. Se la sabe al detalle y no pequiza vacila en su serenidad y envía a Lea sa Azul. Rauda su luna melada, interrumcaríamos de exagerados al afirmar que será ry esta epístola que los parece dignamente pida por la diana y el presentimiento. No su biografista más completo. Por eso se ha resentida. Le daré a Ud. facultades para está con su mujer pi doce meses. hasta venido a Quito, al cabo del episodio del ofrecer hasta mi corazón si Ud. gusta, su hijita Teresa, pierde la vida, cayéndose florete que no hizo mella en su corazón. y porque sé que Ud. lo pondrá en buenas ma de los brazos del General Barriga, segundo aquí ha descubierto mucho de lo que ignonos o lo cambiará por otro tan sensible coesposo de la Marquesa. Sucre está retostado rábamos del Mariscal, ha reconstruido la mo el mío, y tan consecuente como yo deseo por el vivac, cansado de las campañas. Esvida amorosa de la Casa Azul, y dándose. Cuando su compromiso formal con la cribe a Flores que anhela fugar al campo y siempre a la búsqueda de su gran coterráneo Marquesa escribió a Pepita Gainza, explican. quiere tres años de permiso para disponer Antonio José, se tiene también el material dole con lealtad el rumbo de su destino. libremente de su persona. prefiere el repara la pulida página sobre las escaleras lla e lo justificó, enviando a la Marquesita tiro campal del Chisinche de los Marqueses quiteñas o el historicismo pichinchense, deslas medallas de la noche guayaquileña.
de Solanda, antes que el para entonces papués del ochocientos, cuando aquí se cono Su llegada hacia la Marquesade Solanda lacete rumboso de la casa azuleada. Doña cía mejor el pelo en pecho de los venezola tiene ritualidad calmada. La hubiese conoMariana escribe tiernamente a los familia nos.
cido en los Chillos, en una propiedad de sus res de Sucre, a Cumaná. es verdad No fueron, para Sucre, los de Pepita Gain parientes de Latacunga, como cree Neptalí que él la amo con su corazón sin quebranto.
za los primeros ojos subytigadores, ni el de Zúñiga, o prendádose de ella cuando en la En Chuquisaca se rozan con su pasar o su la Marquesa, el último corazón de su in conmemoración de la Batalla de Pichincha quedarse. Sor Martina, Abadesa del Monasquietud o su reposo. El 16 de abril de 1822, representaba a la Libertad en un carro alegó terio de los Remedios; doña Inés, del Con.
un poco antes de la batalla que fuera pre rico, lo cierto es que el Marqués se la otorga, vento de Sta. Mónica y doña Isabel, del senciada desde las azoteas miradores por los con los prestigios del Mayorazgo y con el pamismo claustro. Las dos primeras abogan vecinos de Quito, nace en Guayaquil su hija ra Sucre mayor y endulzante de la belleza por el exclaustramiento. Desazones prematuras que buscan la mortaja de la soledad, y, natural Simona Sucre y Bravo. El bautizo quiteña. De sulpartida bautismal consta que atestigua su devoción al Libertador, y el se llamaba Ana María. Ada, María, Francis luego, otra vez, la curiosidad del sol que Mariscal se la envía a Quito con el Coronel ca Felipa. para dar todos sus nombres. Pejuguetea alegre por lares de afuera. SaVicente Aguirre, ya en su edad escolar, a ro invirtiéndoselos quedó de Mariana, como bemos que doña Inés salió en virtud de un fin de que reciba educación en aulas capita la flor quiteña. Hay biógrafos o retratistas decreto, y en tanto a doña Isabel, de canto milagroso, atrajo con su voz que partia linas. La madre, doña Tomasa Bravo, ha de que dan como rubia a la Marquesita. Gridel coro al gallardo general argentino Alvear, trazándose hasta un propósito de e calamiento a la celda tapiada que fue detenido y evaporado por el Mariscal del principio platoniano.
Pero otros episodios quedan de su azorosa estancia en Chuquisaca. Prendada de Sucre estaria la Condesa de Lisarzu, doña Josefa María de Linares, cuando visitandolo cerca de su lecho de enfermo, inclinóse hacia el guardándose de la guardia, y le condecoro con la intimidad del escapulario para que le salvase Jesús, y puso bajo su almohada u revólver para que llegado el caso, se salvase él mismo. es fama que en Bolivia, en el caserío Nucchu, se oía en las tardes el breve galo.
lope de un caballo. Era «El Pájarow de Autonio José de Sucre, como lo refiere Arguedas. su encuentro salía una dama espigada, abriendo las cortinas umbrosas del bosque colindante. juntos marchaban, despacito, hacia el rumor del río Cachimayo, del río de Chuquisaca.
AUGUSTO ARIAS Quito, 1945.
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