200 REPERTORIO AMERICANO a en como esa el eco.
Los dioses de Neruda Quieres ser el fantasma que sople, solitario, ceca del mar su estéril, triste instrumento?
Por Clarence Finlayson En la estación matina su caracol de sombra circula como un grito. En el Rep. Amer. los pájaros del may lo desestiman y huyen, sus listas de Sonido, sus lúgubres barrotes En Neruda observamos el mundo moderno mo el cielo se escenifican oscuros. Las cosas se levantan orillas del océano solo.
su descomposición; refleja el resignado marchan hacia el no ser, hacia el nirvana, fatalismo, ly nocturnidad, la desesperanza de hacia la ruina cósmica. Toda una trama de El firmamento, su dios de alturas, aflora nuestra época. Pocos poetas en el mundo ac. muerte y destrucción percurre y subcurre a siempre nocturno; expresa y simboliza cierta tual pueden arrogarse el derecho u ostentar tan través de sus elementos poéticos.
concepción trágica, fatalista, nirvanesa, bú.
legitimos títulos para ser reconocidos Otro interesante fenómeno que he observa. dica. Es el receptáculo del universo donde to.
los paradigmas y representantes de la vida coe. do es el sentido de angustia, de desesperación, do Se refugia hacia la nada, donde todas las tánea. En la América Latina, en el terri de desconsuelo herido, que se presenta cada estrucciones van depositando sus tristes de torio de la pura poesía, Neruda aparece en su vez que el poeta habla de aquello que li sechos, sus residuos inevitables: influencia junto a Rubén Darío después mita sus dioses, por esencia infinitos.
de él. Desde el lejano imperio del sur, Hago girar mis brazos como dos aspas locas de su patria y la mía, acostada al Sólo guarda tinieblas, hembra (distante y mia, en la noche toda ella de metales azules.
mar y enfrentando eternamente la inmensidad de tu mirasa emerge a veces la costa del espanto Hacia donde las piedras no alcanzan y retornan, de sus aguas oscuras, bajo esos cielos azules hacia donde los fuegos oscuros se confunden.
cenicientos, bajo esa lluvia largamente per.
Al pie de las murallas que el viento inmenso manecida, nos trae Neruda su mensaje poético en otros versos. abraza y profético, mensaje que recorre el idioma de corriendo hacia la muerte como un grito hacia Castilla de uno a otro confin, conmoviéndole Mi alma debe estar sola.
en sus ricas y maduras entrañas, Neruda es Debe crucificarse, hacerse astillas, yodar, sobre todo un genio captador de las más hondas verterse, contaminarse sola, Regrega el poeta a la sombra del designio experiencias humanas, abandonadas a sus fuerzas abierta a la marea de los llantos, cósmico y brota como un angustiado chorro solas y primitivas: expresa también la posición ardiendo en el ciclón de las furias, la impotencia total: de América especialmente de esas lejanas su erguida entre los cerros y los pájaros, reñas ante la naturaleza aún no dominada, aniquilaese, exterminar se sola, En la alta noche mi alma se tuerce y se destroza.
Intuitivo y profundo, sin preconcepciones me abandonada y única como un faro de espanto.
La castigan los látigos del sueño y la socavan.
tafísicas, Neruda contacta casi siempre las in.
En los últimos versos de Significa sombras. Neruda es el poeta del Deshielo del mun.
timas regiones del ser. La realidad se le ofren da enropada en la noche, corriendo para la sobre litorales y tierras angustiosamente de do. que dijera Amado Alonso. Su poesía so.
noche como un grito hacia el eco. El poeta siertas. brecoge por el hálito de desolación, por la vi.
sión moribunda y tremendamente descompues.
dirá después todo se rompe y cae.
En Barcarola dice: Los dioses nerudianos son el mar y fir si soplatas en mi corazón, cerca del mar, llo ta con que mira la caída de lo cósmico. Per rando, rennemente atraído por esta descomposición, mamento. Todo ser humano se forja siem sonando como sueños o ramas o lluvias, por esta muerte en las cosas, no puede dejar pre una concepción trascendental Siendo en o bocinas de puerto triste; de contemplar los elementos huyendo hacia la el fondo un panteísta Pablo Neruda, y siendo si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar, nada y como un párpado atrozmente levan en cierto modo algo budista. no olvidemo como un fantasma blanco tado a la fuerza. persiste en su captación, cap.
que su estancia en Oriente le tiñó así, y como un fantasma desencadenado, a la orill tación universal: ve las estrellas, las aguas, los buscando como poeta símbolos materiales y del mar Horando. hombres, el amor, las maquinarias, los mue.
concretos, aparecen para él vertidos y culaja si existiera de pronto, en una costa lúgubre, bles, las nubes, todo: dos en el océano y el firmamento sin lími.
rodeada por día muerto, Nadie circule! Nadie abra los brazos tes ni fronteras para los sentidos sus con frente a una nueva noche, dentro del agua ciega!
ceptos de lo trascendental. Tanto el marco llena de olas.
Oh movimiento, oh hombre malherido, oh cucharada de viento confuso y color azotado! oh herida en donde caen hasta morir las guitarras azules. Mi dolor ya no es dolor humano. había dicho dándose cuenta de integralidad tota.
lística y cósmica de su herida. En este sentido Neruda se ofrece como el poeta por antono masia de nuestra época. Guardando las pro porciones debidas, puedo compararlo con el santo de Avila, Juan de la Cruz, vuelto hacia el Ser de Dios, opuesto desde dentro a esta vi.
sión desolada de nuestra patria. Por creer y visionar una suprema trascendencia, fuera de la órbita mezquina y caduca de nuestro uni.
verso, siempre en límites, San Juan de la Cruz se arroja, en una esperanza, en una prolonga.
ción de amor que es como una espada de per.
manencia. Nada más opuesto a esas situacio nes y puestos que el desesperado y dolientemente limitado desasosiego amoroso de Neruda, hombre crepusculario, honbre de esta era en derrota. Genial y poéticamente siempre ha cantado su vencimiento trascendental en ver.
sos de una fúnebre y terrible belleza. Quizá solo Leopardi logró llegar y bajar a tales hon.
duras, a idénticas simas. Pero, en Leopardi el poeta pesimista la poesía aflora tramada conceptualmente por el pesimismo, al modo AixENCH Pabo Veruda (Sigue en la pág. 202. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica