28 REPERTORIO AMERICANO SON CIRIOS Por Pedro Juan Labarthe (Envío del autor. Del cuaderno Cirios. San Juan, Puerto Rico. 1945. HA CAIDO EL CAPITAN Ha caido el capitán, mi capitán, tu capitán En todos los puntos de la arrugada tierra Ha caído, ha caído y no se cree.
Llevará el eco de tu palabra.
No se cree, como no se creería la caída del cielo o la ceguera del sol. No tú, mi capitán, nos maldecirá desde tus eternidades, si no Las noticias de la precipitación de un astro, de ese astro. cumplimos al pie de la letra, De mi capitán, de tu capitán ha sido más rápida que la precipitación Pero la misma vida nos fulminará (de un cometa Si diéramos las espaldas a tu voz hecha carne, hecha luz, hecha paz.
Cuya estela nos llega después de años de viaje por el espacio.
Adelante cada pie de tierra ganada será pie de elevación Consternados todos tratamos de vernos la expresión en los rostros. Sobre la cual elevaremos el monumento que mereces.
Es mueca, es mueca de incertidumbre, de dolor.
La bendita tierra vertical será un trono para ti cerca del sol.
No es posible. No es posible. Es horrible. Es horrible.
Mi capitán, te has ido y estás presente.
Mi cupitán, tu capitán, parecía estar hecho de eternidades.
Ni Cristo ni don Quijote han desaparecido de esta tierra.
Sus carnes parecían no estar hechas para la metamorfosis del tiempo. Quién niega tus arcillas?
Su voluntad recia sobre los dolores era voluntad de fuerzas Si de amor estaban hechas las de los Maestros (sobrenaturales Tus arcillas no estaban hechas de menos.
Como cuando las raíces levantan las lozas que se han echado sobre Sobre los vientos de todos los continentes galopas hoy. ellas Capitán de nuestro destino el mar se revela cuando le han robado sus orillas naturales.
Blanco como la mañana, blanco, blanco como el pan nuestro. de cada dia Mi capitán, tu capitán doce de abril de 1945.
Estaba hecho de chispas de la palabru del Nazareno.
Sus brazos eran los brazos de la Cruz que se doblaban Para destilar caridad, amor sobre los humildes y sencillos.
LA CIUDAD DE PIEDRA TIENE CORAZON Su corazón era tibio nido para la humanidad.
Era un milagro su corazón, porque con un solo corazón de hombre La ciudad de piedra tiene corazón.
Alimentó a toda la humanidad hambrienta de libertad.
Se oye palpitar con ritmos marciales.
Se oye el palpitar de una gran ciudad ¿Por qué no me pediste, oh mi capitán, mi vida?
Que sufre y se rompe como la Campana de la Libertad.
Yo y con mi yo los millones de yo multiplicados en los campos de Alla viene el cortejo Caballos con frenos (batalla Nos hubiéramos arrancado los miembros para dártelos.
Sacan chispas a las viejas piedras.
Nos hubiéramos vaciado las venas en tus venas.
Cascos, cascos, cascos Redobles de tambores.
En tu cuerpo de redentor.
Clarines, clarines resuenan en los corazones.
Yo y mi yo multiplicados no somos más de una uña, de un cabello la ciudad de piedra la ciudad de acero Dime. qué hijo de Misuri, que hijo de California, de Maine o de Cae de rodillas frente al cortejo. Nueva York No hubiera dado sus siete vidas a ti?
Tambores, tambores, tambores.
Dime no dudes ¿qué polaco, ruso o francés, chino, griego u Clarines, clarines, clarines.
Doblan las campanas (holandés, cubano, mexicano o portorriqueño No se hubiera desmembrado por tu vida preciosa? el pueblo en silencio reza una oración.
Sin fronteras son tus carnes.
Marchas funerales.
Tú, mi capitán y el capitán de mi hermano de ultramar, Incienso.
Con la palabra de Dios en los labios, Tambores, tambores, tambores.
La que oías todos los domingos en la Iglesia que nunca dejaste de visitar, Negros crespones.
Llevabas la esperanza a los esclavos de los bárbaros dictadores.
Banderas a mitad del camino como atolondradas.
Ellos, los torturados, te esperaban desde sus subterráneos oscuros Serenos soldados (en donde morían ciegos de libertad Con pasos marciales Sus lamentos eran alargadas famélicas manos que se calentaban cada los caballeros de todas las tierras. vez que tú hablabas.
Clarines, clarines, clarines.
Pueblos de toda la tierra elevaban sus corazones a ti La ciudad de piedra, Como en Galilea hace dos mil años.
La ciudad de acero, La principesca ciudad neoyorkina, Mi capitán. por qué ahora nos dejas?
Centro de alegría No quisiste saborear en vida tu gloria de victoria ganada por ti.
Es un gran dolor. Es un gran dolor. moriste como el soldado raso en campo de batalla.
Pasa, pasa el cortejo.
Te mataron, mi capitán, te mataron las millores de balas Mujeres con rigidas caras. de preocupaciones, Hombres en la mano el sombrero.
De preocupaciones que se clavaron como siete puñales en tu cerebro. Tambores, tambores, tambores.
Clarines, clarines, clarines.
Atlas el mundo sobre tus hombros.
Para el noble Jefe Atlas los dolores sobre tu pecho.
De su noble pueblo.
Atlas. la responsabilidad de un mundo mejor sobre tu espíritu. Sigue su camino a paso muy lento Atlas, el mundo, los dolores y la responsabilidad te lanzaron de El triste corteio. el triste corteio. nuestra órbita. Hacia el Rio Hudson Ah, pero tu estela nos alumbrará por años y años. Así sea.
Que él tanto amara. Nacerá en cada madre por venir la fe, la seguridad de su hijo libre Violetas le esperan, Que morirá en su lecho de hogar Murmullos de ramas, no en campo de batalla, como de cañón, En linos de nubes blancas, muy blancas De tus manos y pies manará sangre que nos limpiará el lodo Ha subido su gloriosa alma (salpicado por los dictadores. En blancas manos de ángeles malvas.
Bugía de luz es tu cerebro que no se ha carbonizado.
Clarines, clarines, clarines.
Dinamo que nos da potencia de ánimo Tambores, tambores, tambores.
Para poner en vigor muscular las palabras hechas hechos.
veinte y un disparos, como veinte y un dolores lamenta el cañón.
Cada vida dejada por ti y alimentada por tu palabra viva, 15 de abril de 1945 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica