REPERTORIO AMERICANO 215 De la Vida y de la Muerte (Libro 2do. En el Rep. Amer. III De la Melancolía Imagináis a un hombre sonriente toda su vida? Si existiera tal sujeto, seguramente que nos diría que sólo contemplaba un lado del vivir, como nosotros, de la Luna. Tam bién ello indicaría que su sér anímico carecía de sinfonía.
Sería incapaz de sentir ciertos tonos fuera de un grado determinado de vibración. En una palabra: tal individuo sería un anormal. Lo mismo diríamos de aquel otro que apareciera todos los días con la misma arruga en el entrecejo o con idéntico rictus facial. También, para este, al acontecer Sería una corriente uniforme, sin interés: otro enfermo.
El sano sabe poner su ánimo a tono con su medio. veces, éste se ilumina de tal manera, que todo le parece celestial, eterno, fuerte de esperanza, otras veces se le tapa el horizonte, los colores desaparecen y siente una soledad que le alarma. Poner nuestra alma y nuestro cuerpo a tiem y Prueba (En el Rep. Amer. po con tales variaciones de nuestro vivir, es lo cuerdo y Sensato. Sólo los locos ren siempre o muestran, inalterablemente, un mismo rostro taciturno.
Pero, así como en su momento oportuno es la risa un rico placer, es la melancolía, cuando el espíritu ha sido herido, otra satisfacción que no todos saben valorar. Cada estado emotivo quiere su escena: no puede ser la misma la de ambos placeres. El que poco sabe de esto, llamaría al primero, goce y al segundo, dolor. Yo llamo a ambos placeres, porque hasta las lágrimas nos causan ese deleite que tranquiliza. que no llegue nunca a interrumpir el flujo de la melancolía una risa inoportuna: el choque sería de masiado doloroso.
Entre los hombres hay categorías, muchas categorías, y ertre ellas, la que se basa en la sensibilidad. No son muchos los que pueden sentir el goce del dolor y las voces del silencio. Estas dos expresiones, que para muchos no tienen sentido, son verdades inconcusas para el sensitivo, que tiene que ser, por la fuerza de la realidad, melancólico.
En el aprendizaje de las apreciaciones llegamos a un estado desde el cual contemplamos el efecto que en los demás causa tal o cual hecho, y por la indole del efecto causado sabemos identificar al sujeto. Ante un acto deplorable, unos reirán, otros permanecerán pensativos. Es evidente que los primeros no reaccionan como los segundos.
De la sucesión de los afectos y emociones resulta la sal de la vida. Para que ésta valga, tiene que contar con tristezas y alegrías. Sin la obscuridad. es que sabríamos apreciar la luz? Pues, así como la naturaleza ha puesto en con cierto el día y la noche, no nos hemos de extrañar de que en nuestro mundo complejo que llevamos con nosotros haya, a su vez, sucesión: lo lógico y recomendable es abusar ni de una fase ni de otra: que si es el placer el que ahora nos visita, no nos dejemos arrastrar por él, pues en la noche del dolor que se avecina, podríamos fenecer. Así, también, que el dolor no nos desespere pues a más o menos tardar ha de llegar, de nuevo, el día, y nos podría encontrar maltrechos e impreparados para recibirlo y gozarlo.
Conviene que seamos fuertes y llenos de esperanza. La vida no puede, ni debe ser una eterna primavera ni un desolado invierno inacabable. Del ritmo de trabajo y descanso nace la continuidad Hay ciertas caras que cansan, pues siempre aparecen del mismo modo. En cambio, hay otras que son una marina apacible reflejando las variaciones del celaje.
Pero si hermoso y seráfico es un rostro adornado con la explosión de la risa franca, sentid y oportuna, digno de respeto es el que se halla en una hora vespertina agobiado por la corriente tenaz de una pesadumbre. La melancolía es el rostro del ángel que guarda el des canso de los que se fueron. De la melancolía es la faz de la esfinge: ambos guardan el misterio: pero, el que sabe ver, vislumbra, más allá, la cara sonriente del querubín que con el índice de la diestra a los labios invita al silencio, y con la siniestra levanta el velo y deja entrever lo que nos inquieta.
Hay épocas de regocijo y otras de pesadumbre, y cada una tiene su voz: el romanticismo es la expresión de la melancolía!
No quiero ya más pruebas, hermoso Dios de amor!
No quiero que atormentes más tiempo mi conciencia con los tremendos golpes del brazo del destino!
Tu nombre reverencio con íntimo fervor; por eso es que soporto mis penas con paciencia.
Pero Señor, sed justo! Siempre el mismo camino: siempre reír llorando sin conseguir descanso, sin saber si mañana vendrá la misma pena.
Sufrir, pensar, gozar y tras gozar, llorar.
No tiene ese desierto las ondas de un remanso; si en la cisterna hay agua es agua que envenena y tornará el bediuno sediento a caminar.
Ayer con nuevas ansias el sol me vino a ver cuando desde la aurora marqué otra vez el paso: siempre la misma angustia desde el amanecer, sin cambiar y por fin, así llegué al ocaso!
Hoy como ayer, igual: cayendo bajo el manto de un azul que me engaña. La misma lontananza y como ayer, bebiendo del agua de mi llanto sin encontrar el oasis feliz de la esperanza.
Mañana es otro ayer y como ayer otro hoy.
Diré que estoy andando sobre mis mismas huellas y sollozando siempre sobre esas huellas voy bajo la inmensa comba sin luna y sin estrellas.
no Yo sé que al rojo vivo se obtiene el buen acero!
Tu tienes para el hombre la fragua del tormento!
Es dentro de esa fragua donde caemos primero allí todos ponemos a prueba el sentimiento.
Sabes que son los buenos aquellos que resisten y a los que se ecobardan Tú los haces a un lado echándolos al cesto de los que ya no existen.
Mas los que sin temores la llama han soportado seguirán por más tiempo sin salir de la fragua hasta que sean sus almas diáfanas como el sol.
Ya no resisto más, Señor: échame al agua; resistí mucho tiempo la prueba del crisol, pero ya es suficiente! Señor, estoy cansado! será que un olvido sin pensarlo has tenido. Tus trabajos son muchos, oh sublime Arquitecto!
Será que más que a nadie a mí ya me han fundido para construir conmigo un mundo más perfecto?
Lorenzo Vives. Fco. Villalobos Rojas.
Alajuela, Costa Rica, octubre de 1944.
Alajuela, Costa Rica, abril de 1944. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica