Joaquín García Monge

252 REPBRTORIO AMERICANO Esta carta.
Buenos Aires, 27 de diciembre de 1944 Sr. don Joaquín García Monge San José de Costa Rica, tre sino que enflaquece, con la dieta docente, el ingenio y el haber verbal de los Peters Pans y de las Alicias!
En una escuela común de Buenos Aires, sola y tan feliz como si contase con legión, Marta Salotti, hija de su Sarmiento sillar, que basta para sostener a didactos y autodidactos, sigue recogiendo y anotando su experiencia precioSa con los niños. Acaba de rematar el segundo libro de su curioso peritaje; seguirá hasta que el asunto, profundo obscuro como la entraña marina, le en tregue sus hermosuras, sus sorpresas y sus absurdos. Seguirá en la faena hasta rendir los ojos, hallando anémonas desconcertantes, estrellas verbales que no Be sospechan, esturiones ácidos y pulpos que nunca imaginamos, y todo esto, como en un fondo marino, revuelto en las aguas azulencas que Hamamos la infancia. Nada tienen ellas de simples y de captables por el brazo común; las aguas de la infancia con duras de cortar, más aún, de encañar, y todavía más de reducir a tabla de definiciones.
La escuela primaria argentina Desde Sarmiento, el fundador, esta escuela representa una especie de cuarto poder, una derramada potencia, sin apelativo personal, que se extiende desde el primer colegio de Jujuy hasta el de la Tierra del Fuego. La docencia primaria parece la sal por excelencia del cuerpo argentino, la afirmadora y la sazonadora de la Nación, la que le ha evitado corrupciones y desmigajamientos. Como es ancha y albea desperdigada desde el meridiano 20 hasta el 55, para mostrarla a los extraños es preciso tomar unos cristales de ella en la palma de la mano. Es lo que quiere hacer este pobre recado, contando, bajo el nombre de Marta Salotti, el ímpetu liberador, creador y casticista de la escuela primaria argentina.
En la mudanza solapada que la in migración iba cumpliendo sobre la argentinidad con su infiltración cotidiana, lo más visible eran las averías del idioma. Escritores y profesores dieron la alarma. Capdevila con su acento doctamente irritado. El magisterio nacional recogió el recado y encargo, y puso en sus manos sobre la cernidura de este inmenso cereal impalpable que es el habla popular. En no más de quince años se ha verificado un vuelco palpable que los forasteros seguimos en los libros la prensa. Prosa y poesía han entrado en unos afilados rigores de conciencia, de escrúpulos y aún de refinamientos.
El magisterio trabajó allí duro y bien: la faena no se remata todavía, y es natural: el enorme organismo sobador y mascador de inmigraciones sigue recibiendo masas europeas, y después de la guerra el a uvión se va a doblar probablemente. No es cosa de clamorear con sirenas y cobres. Existe una manipulación formidable para prevenir salvar en ese punto de nuestro continente pueril (3. y ella se llama la escuela nacional, la prieta red a la vez federal y unitaria de millares de colegios argentinos.
Inolvidable amigo: Me dicen que algún lector de la Historia de la literatura, de Prampolini, en versión castellana, y de la ampliación que se me pidió sobre la América Central y que hice con tanto gusto a pesar de las dificultades inherentes al empeño, entiende que en mi trabajo clasifico como panameños a unos cuantos escritores guatemaltecos. Como estaba seguro de no haber caído en semejante error, pero la noticia me llegaba por vía indirecta, he releído atentamente lo que escribí, y me ha costado no poco esfuerzo hallar la clase de la equivocación supuesta.
Uno de los párrafos de mi trabajo comienza así: Desde el siglo xvi se habla de escritores de lengua castellana nacidos en la América Central: por ejemplo, el dominico guatemalteco fray Ambrosio de la Madre de Dios. Menciono en seguida, señalando que son guatemaltecos, a Alonso de Arrivillagal, Ignacio de Azpeitia, Antonio de Cáceres, Fer nando Valtierra, Sor Juana de Maldonado, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, fray Francisco Vázquez y el anónimo autor de la Isagoge histórica. Agrego entonces. En Panamá floreció el pintor y poeta religioso Fernando de Rivera (1591 1646. El párrafo siguiente comienza así: En el siglo XVIII crece la producción literaria. nombro en seguida a Blas Pineda de Polanco, Antonio Paz Salgado, fray Felipe Cadena, Antonio Portilla, Miguel de Taracona, y, al llegar al Rafael Landívar, digo que cantó a su nativa Guatemala. No hay motivo para creer que a los anteriores los incluyo en Panamá, puesto que he dicho en el párrafo precedente que estoy hablando de la América Central en conjunto, y además, el párrafo inmediatamente posterior comienza declarando. Antes del siglo xix, las noticias sobre la actividad literaria en la América Central se limitan, salvo rarísimas excepciones, a Guatemala. Con ello queda claro que, si no hay indicación en contrario, todos los escritores previamente mencionados son guatemaltecos. Pero he advertido que, de los tres párrafos a que hago referencia, el primero se ha impreso sin dejar en blanco después del punto final, y el siguiente comienza con poca sangría. El lector poco atento podrá quizá figurarse que los dos párrafos constituyen uno solo. Aunque así fuera, las ideas fundamentales de estos tres párrafos deberían revelarle claramente que el único escritor parameño que menciono iestá citado precisamente a título de rarísima excepción y que los cinco escritores cuyos nombres aparecen poco después quedan implícitamente clasificados como guatemaltecos.
Suyo, Pedro Henríquez Ureña. Aucu Sadu RPG 2202 ca COMPRE SUS MUEBLES EN LA Mueblería EL HOGAR, Situada 200 vrs. al Este de la Iglesia del Carmen.
Apartado 1384 Teléfono 3339 (3) Pueril, niño, 20UUDUL Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica