REPERTORIO AMERICANO 329 Pienso en Péguy (Del excelente mensuario Sur. Buenos Aires, octubre de 1944. es Ayer lo largo de los cinco años de guerra, a la hora de la liberación de Francia, y después de ella. sobre todo después. he pensado en ti y en los vivos que llevan tu marca de centella.
Cada vez que palpo los costados Sanos del poliedro francés y los núcleos que harán su resurrección, pienso en la familia Péguy, en el clar misterioso que dejaste detrás. Son muchos y la fila doble se abre con Jacques y Raisa Maritain; es tán desperdigados por las provincias, viven en Argelia, pululan en Canadá, penan en Indochina; de crecida, la prole rebosa el imperio y alcanza hasta la América del Sur, y yo soy tanto de Péguy como Victoria. es de Racine, y más aún.
Te he visto el color y la mirada de Rector afligido, llenos de noche, cuando Francia morsa de la mala muerte. que dice la Iglesia, bajo la ocupación. No hubo nunca muerte len ti, no las tenías en las manos infantiles que remendaron sillas de junco: no la había en las manos tipógrafas y encuadernadoras, de tu mocedad; no estaba la muerte tendida en tu piel por la que vivías en contacto amoroso con tu bien mayor, con la tierra francesa. Pero donde menos muerte tenías, mi unitario, era en aquella zona media donde la criatura ve sobrenaturalmente lo natural y da un trato a lo divino a los negocios humanos. No es ese órgano común ni en la gente gala ni en las otras: los terrestres se echan de bruces sobre su costra verde o rojiza, resobando o gozando el terrón de Gea, que dice el griego, y los místicos hacen la misma trampa viviendo de éteres adentro y dejando a Gea sólo la engañifa de su cuerjo.
Tú, mi santo Péguy, eras caso aparte.
Por ejercicio o modo maravilloso, te las arreglaste para verles a todas las cosas y problemas a cuanto caía a tus ojos, la orla y el forro divinos, y para manejarlos con tratos inefables según hace el que vió. Por eso ni tu cielo lo has tenido entre palmas y pebeteros musulmanes, sino en un desasosiego de agonías, cuando Francia estaba ciega y sorda y embrutecida de malos alcoholes.
Te pensé, y hasta te oí, tutor y amigo mío, en el interregno del vichismo.
ojeando hacia la Francia partida en res (dame esto; coge el resto. ojeando y husmeando hacia los veinte puntos de los cuales saltarían el coraje y la rebelión. Te vi colocarte en la terjulia de las ca sas, a fin de oír el comentó de viejos y niños, y te sentí correr los malezales detrás de los buenos furtivos, y supe que Soplabas parte de tu resuello santo sobre los maquis: consueta invisible, fantasma agitado y errante. cómo habías de estarte allá arriba, blanco y quieto, igual que el buho, francés que nos contaste una Francia que está en los cielos, con la categoría de los Tronos y las Dominacionese y que asienta los pies en Europa sólo en cuanto a encomendera divina, para misión expresa, suya y sólo suya?
El aire y las maneras de tu patriotismo no los conocimos en ninguno de allí o de otra parte, porque aunque fueses. Victoria Ocampo soldadescamente viril, de pronto se pa plumeos de escribas antiguos copistas recla al hijo mimoso pegado a las sayas de Poncio Pilatos. y cuando las mode la madre es que, si tuteabas zas de sangre pronto taylleranizaron do al Padre Eterno. cómo no habías de otro lado con sus encantos, por ablandar tener con la madraza de limo tales con al invasor, en todas esas anécdotas de fianzas, tales querendonerías, y, en la demencia senil y de falso enfantillage, tu justa cólera aquellos zamarreos de duecuerpo sin sombra ardía del fuego rojo, ño suyo y heredero de su haber terres no del lácteo que hade tu cielo, y tra.
tre?
jirabas las diez atmósferas pidiendo voluntades al Padre Etenno y bajando con te miré sobre la costa de invasión, ellas hacia los escondederos de los maen la noche lumbrada de los muertos, quis.
asistiendo a lo que no imaginaste nunca: Pero ahora, santo mío y tutor mlo, a la otra cristiandad, la mecanicista, la ahora ya todo maduró de canto a canfría, la protestante, llegar en un aluvión to en tu país, como un trigo violentado de hierro y de mesianismo de esto tam por dos semanas de sol fuerte, o como bién y desembarcar cantando una viña que pasa de golpe del agraz a ¡ellos! tu Marsellesa provenzal, re la miel. Ahora apenas quedan una que vuelta en la humareda con sus himnos otro pustulilla, aquí y allá, sentándose al puritano heroicos.
brillo de la espada. Ay, fiesta perdida, Péguy chantre, ahora cuando me punzas las Péguy soldado en el Marne. Péguy nor sienes con agujas más apuradas de re.
malista a lo platónico; ay, la ocasión de cuerdo. Porque es ahora cuando viene la haberte tenido allí y oírte cantar, rezar y operación de vida o muerte, el parto pallorar en el desembarco bretón y el nor ra alumbrar la Francia niña, parecida a mando!
tu Esperanza, alumbrarla con el rostro de la Fe y las manos de la CariAhora dad Justicia, y dejarla en pie, sacándola de los vendajes sanguinosos tan limpia te vuelvo a pensar ahora, maestro a lo Arcángel, con tu corporalidad celescomo si el parto no hubiese sido cosa de acero te acribillada de ojos y tus pc encias ba.
y sajaduras sino el desprendimiento enjuto de Casiopea desde la nebulosa tidoras como las de Miguel, sabiendo lo placental. Injerto no, homúnculo no dique hay que hacer para redondear la salvación, y no estropearla, y no zurcirla ni rás tú sino el parto de Isabel Romée, madre de Jeanne.
parcharla, porque las salvaciones salen enteras o no salvan, salvan integras se Tu sientes, paso a paso, este nacimiengún la Minerva o se rompen al llegar y to que para ti se cumple en un triánguposarse.
lo que tiene de un lado a Chartresalias Cuando tu gente cayó, casi no enten la Tradición del otro a la Sorbonne diste; cuando Pétain, hizo tratos con tai rescatada a los viejos de seso mineral de guardar ciudades y metió la honra que detestaste, y del otro aun al Valle en el arca para después. y cuando los del Loire, verde hasta cuando le llueletrados petenizaron en parlería y ve encima la sangre.
en Charles Peguy Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica