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REPERTORIO AMERICANO 239 Ricardo Jiménez Oreamuno (En el Rep. Amer. que sólo El trabajador indígena me habla con certera confianza, está de acuerdo conmigo; en donde hay mucho café, en donde hay mucha riqueza, allí también está la manifestación lacerante de la mayor pobreza.
Igual tragedia en Berlín y Santiago de María, en Santa Ana, Ahuachapán y Santa Tecla. El mismo caso, igual fenómeno social que nuestros hom bres de Estado no han podido ver porque en su gran mayoría fueron hombres que llegaron arriba a empezar a deletrear o que, si entendidos fueron, perdieron la capacidad de ver y mirar con los ojos nublados por tradicionales e incurables ceguedades.
Hechos son los que cuentan y el hecho está alí: a mayor cantidad de café mayor cantidad de desnudez. es porque la Caficultura es así como una industria en grande escala esporádicamente da trabajo a quien carece de tierra propia. Pasa la época de cortas y las semanas de limpia y la gente que no tiene tierra que son los más tiene que sujetarse a una dieta y desnudez permanentes, en sitios en donde prec samen te el clima lama el apetito y demanda cubrirse el cuerpo con algo mejor que un perraje hecho añicos. es tan distinto allá en Oriente, en donde no hay café y el colono siembra tanto como la numerosa prole permite.
Allí están las tareas del frijolar, del cañal, del arrozal, de la milpa. Allí está la vaca propia, el caballo que lleva al poblado la cosecha, el rancho más abrigado, la vida más liviana. Pero es que vamos a repartir, así arrebatando y haciendo del machete. el arma diabólica que corta cabezas? No, mi buen doctor. Hombres de justicia somos: y somos también gentes que se dan cuenta del gran sentido técnico que debe informar todo movimiento de reforma social. Lo que se necesita en la edad moderna es organizar la vida económica de los pueblos con clara dirección al beneficio de las mayorías. Hay que crear más oportunidades de trabajo en estas zonas del café, de tal modo que el hombre que allí viva sin tierra propia pueda contar siempre con ocupación suficiente. Esa grande industria cafeta era no puede ni debe ser destruída, pero sí humanizada y superada para bien de la comunidad de trabajadores en que descansa su prosperidad. Sólo así, con espíritu científico, con medios técnicos no carentes en modo alguno de su dosis de justicia y caridad como lo quiere la Iglesia, daremos fin a ese fenómeno de dolor, de cuando a la sombra de los cafetales medre la miseria y que la fiesta blanca de su florescencia no borre la modalidad oscura que ha venido figurándose en el alma de nuestras masas campesinas.
Larga es la lucha, Ataco, ciudad naciente, cosa niña aún en la cuna: mas si viniese la hora del reposo, aqui vendría yo a soñar mis sueños. En este paraje propicio para la abadía es donde un hombre se puede permitir la fantasía de fundar en sueños la ciudad del porvenir, encendida de libertad y poder.
Cenizas. humo. de la política humana. Qué queda del ciudadano que por tres veces presidió el gobierno de Costa Rica?
Diremos: Politico de estilo inglés, sobrio, recto, honrado, de abundante espíritu cívico: padre de la República en la época que actuó, quizás. Como gobernante, inspiró confianza, por su seriedad, por su valer superior, por su cerebro sapiente y prec aro. Dió, a su pueblo: pan, paz y libertad. Tal fué su lema de gobierno, cuando las muchedumbres lo endiosaron, para mantener una dictadura intelectual en el país.
Así se llegó a creer que sólo él pensaba y sabía dirigir, por ser hombre de lógica sencilla y contundente en la polémica; maestro en sus escritos de la prensa, que fueron una enseñan za, una cátedra permanente, una Universidad viva.
Como político tuvo gran sentido común, y buena prudencia; hábil dirección. Pero le faltó luz y vuelo: altura y horizonte, para mirar sobre la cumbre del Irazú, igual que as águilas y los cóndores. No poseyó la chispa prodigiosa del estadista trascendente. De haber tenido esas cualidades, hubie ra podido hacer muchísimo, por la organización politica, el adelanto y desarrollo de Centroamérica; mas no tuvo confianza en sus políticos, y al resto de la patria grande, lo miró con indiferencia, y hasta con desprecio. Es así como se concreto a Costa Rica, igual que el carnegua a su caracol, sin duda por aquel sino de las ostras, que guardan su modestia y humildad, bajo el silencio de las hojas secas. Me refiero a su radio de acción como político centroamericano. Don Ricardo amo a Costa Rica, vivió para ella: ésta le correspondió con creces, en los buenos momentos de su apogeo, después, tuvo el político horas de amargura cruel, desencantos. vacío. Fue humano como Shakespeare: sus frases eran lapidarias. Era oportuno, y su voz, una clarinada que resonaba por todos los ámbitos de la patria: llamaba al juicio, a la justicia, a la verdad, a la razón, a la cordura: pero todo dentro de Costa Rica. Como Sancho en su aldea tuvo errores y defectos al gobernar.
Su miraje fué demasiado recogido en lo internacional, miope en lo externo, nulo en lo trascendente, incapaz en la aventura y en la acción, falto de valor o de juventud. Creyó en los principios liberales republicanos, y fué el adalid de ellos en Costa Rica, pero fue orientando sus pasos, en cuanto a la forma, hacia un conservatismo inglés, que le sirvió de coraza para mantenerlos. Se asemeja con el expresidente Adán Cárdecaragua, que siendo ateo sador éste, gobernó con el partido conservador, manteniendo él sus ideas, pero respetando las normas y prácticas del partido, y del pue blo, que representaba: a esto se le llama liberalismo aristocrático, de altura, de buena calidad. por esa orientación y esa defensa, nunca cayó en la demagogia, y se mantuvo siempre con distinción digna, enarbolando en alto, con las manos lim pias, su bandera de paladín de la democracia nacional. Coma demócrata, tuvo las impurezas del medio político en que actuo: fué un acomodaticio, pero con talento de alta envergadu ra. No un renovador, y menos un innovador. Obedeció a su idiosincracia especial, fué fiel a la naturaleza de su persona.
De él habrá que recordar: sus méritos altisimos, dió a su pueblo paz, pan y libertad. No lo olvidemos jamás, y pensemos en él, con gratitud. Porque pasarán muchos años, para que en Costa Rica aparezca otro Ricardo Jiménez (el de los méritos cívicos. porque en Centro América, hasta a la vez, no ha habido otro, que gobernando muestre esas diamantinas ejecutorias. Paz a los restos del Patricio, que abandonó el suelo natal el de Enero de 1945.
Manuel Zúñiga Pallais Upala, Costa Rica.
paz y de nas en y libre Viera Altamirano. Dibujo de Sánchez, Costa Rica. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica