REPERTORIO AMERICANO 187 Poema del Hombre (Fragmentos. En el Rep. Anter. Las piedras y las aguas, el cielo y las semillas incansablemente murmuraban: esperad, esperad!
Cuando el cansado viento caía como un muro de velas abrazadas sobre la hierba amarillenta, yo preguntaba. por qué?
entre las algas errantes y las puertas abiertas de las casas de los hombres. Podría decir que soy alguien que pasa, leve, por el universo abrupto de los dogmas y lecciones, una desnuda balada roja bajo la lluvia, un hálito, una sonrisa ar mada de violetas lejos del rostro adusto de las horas inmóviles, un rumor de tío nocturno y enamorado, un beso cansado de máscaras.
No tengo pasado. Mi historia es un it dejande sombras a los pies de todo lo que mi sangre quiere cantar.
Aún el trigo dormía esperando su oro y bajo las acacias se frenzaban canciones que ignoraban el fuego.
Pero yo presentía, escuchando les veletas y el corazón de la noche blanca, en los ojos de las palomas, en las virgenes terribles del hierro sin sueño, en las cuerdas del alba, la hora que caería de los dedos crueles del tiempo como un vuelo de hacha, Mis pasos nocturnos por la orilla desierto Ni furtivo ni apresurado; en mi silencio ruedan hojas, nubes y paz, Luna y viento en mi rostro abierto al alto misterio, Río visitado de estrellas, tumba fresca del aire, noche de brazos rotos entre los troncos y la hierba. El agua abre los ojos a su propia distancia; eternidad alada.
Posesión viviente, integra, de mi ser.
Oh, olma, 20 necesito el día con sus puentes de orgullo. aun las espumos coronaban los días y las tardes se sentaban, como doncellas cansadas, entre el mar y los montes. de nuevo preguntaba. en qué lugar, cuando, decidme; oh noche, asítor y cruces que vivís en los jardines de las sombras ahogadas, decidme donde hallaré las lágrimas y el odio, la boca destruida y el enlutado martillo que pondrán campanas y gallos en mi garganta?
Porque sollozo y grito querían descender hacia el río donde la muerte ignora el aire azu!
y abre las túnicas arrugadas de los frutos, porque los labios del mundo empezaban a perder la última palabra de amor. Y mi voz se rompía como un arma de nieve y de plumas de luz contra la soledad de la sangre y del himno y de la rosa dura.
Este es el campo de las canciones suicidas, de los caballos rojos que relinchan porque las mariposas no son de mármol, Aquí la ascensión y el combate son inútiles, como son inútiles también las piedras lacradas de liquen. Oh, los árboles están lejos, los árbles están lejos!
Las mejillas de las rosas son una verdad abstracta olvidada hace mil años.
En estos momentos sólo sé que el hijo de los minas busca una muchacha que tenga voz de pájaro y que la noche duerme entre espejos.
Aquí, en este campo que no puede ser el reino habitual de ninguna tumba. no hay nadie que se llame Juan, Pedro o Ramón.
Aquí no hay nadie que se llame ningún nombre.
Es una tierra, un polvo superviviente donde se cierne un aite moribundo.
Quisiera llorar pero no lloro, quisiera llorar, hacerme buzo.
He perdido el río que pasaba por mi corazón.
Un aite, un polvo, quizás una tierra No puedo llorar. Amadme. El dia usa basión de convalesciente y quiere ir a jugar con los osos de la niebla.
En algún lugar la luna duerme bajo los puentes. Amadme! Salvadme! una vez más la luz abrió mis ojos.
El mundo no vacilaba. La residencia fija de las calles y el mar era un orden sereno que venio de los astros.
Intimidad de remo y de ala abierta.
El agua perdía sílabas dentro de mi espíritu, palabras sollozentes pasaban y pasaban, disueltas, impalpables, briznas de sueño y recuerdo llevaban al tamarindo la barca nupcial, una luna salobre, las islas y el bauprés, la canción de la niebla. La muerte era aquel pez seco sobre las rocas, bebiendo sol todavía.
Aleluya de epacio! mis espaldas la ciudad era un puño de bronce.
Oh el gest, fraternal det árbol! sabor que el pájeco que volaba raudo sólo era un motivo para hacerme levantar la cabeza.
No soy nadie, no seré nadie hasta que ensueñe a los hombres sucios y hambrientos la manera de amar a las estatuas y los miosotis.
Mi alma es un viejo mueble que guarda geneología de las nubes.
Aquí la llama del vino es un recuerdo vago, una historia perdida, una arruga fosilizada.
La espada y el león podrían convivir aquí, aquí podrían convivir lo ciervos blancos y las linternas, el álgebra de las sombras y las guirnaldas marchitas Mis ojos sin territorio, mis puños amenazando las cúpulas que mienten amor, el patriarca, las ruinas dóricas y las estrellas dialogando cerca del Cordero.
podrían darme la fe de los arcos, la caridad de las aguas y la esperanza de los surcos, Aquí me siento el camarada de los soles no nacidos.
Os interrumpo, ramos de luces duras, tambores rocturnos, anillo lejano de la primavera, bocas perdidas de las fuentes, con mis manos negras de angustia, con mi voz sellada de cenizas.
No lloro, no sé llorar, no puedo llorar.
Quisiera azotar a los caballos rojos con serpientes, reir como las ta nas. confesarme a los violines.
Los sonidos y las imágenes se levantan en el tiempo, Símbolos, señales y cifra huyen secretamente de los cuerpos y la luz. Qué realidad crucifican las formas, qué llanto está encerrado dentro de las rocas del sueño. Quién soy yo? Alegría de innumerables respuestas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica