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166 REPERTORIO AMERICANO fines del siglo pasado los astrólogos chi La China eterna nos anunciaron con varios meses de anticipa ción un gran eclipse solar. El pueblo, convenPor Martín Aldao cido de que un monstruo gigantesco iba a devorar al Sol, se dedicó fervoroso a intermina(De La Nación, Buenos Aires, 9, enero, 44. bles plegarias. Eleváronse altares en todos los yamens, del Imperio y, al aproximarse la hora en correcto inglés si usted se dignara aceptar solemne, se alumbraron miles de sagradas vari un modesto regalo tas llamadas joss; los sacerdotes dieron, can No disimulé mi estupor.
tando, vueltas y más vueltas en torno de cada. un regalo muy modesto: un fouh. Cóaltar; prosternáronse hasta tierra los mandarimo se traduce fouh. nes en humilde reverencia, dicha kołow, y sus Hizo señas a su secretario para que se aproxicriados, con toda clase de instrumentos. ini mase; cambiaron algunas palabras en su idioma, ciaron un ruido ensordecedor, mientras el pú y cuando el otro se retiró, tras profunda reveblico, apiñado en el techo de las casas, los a: rencia, me explicó grave: compañaba con clamor infernal tamborilean Fouh significa murciélago. No se asombre.
do en calderos, cacerolas y cajas de lata. Se Como usted sabe. nuestro primer emperador mejante alboroto tenía por objeto atemorizar Huang Te subió al trono en el año 246 antes de al monstruo y envalentonar al Sol; mas en eso Cristo. Ya ve: la infancia de China se pierde en el feng shui, la más popular y aterradora de las la noche de los tiempos. Mientras ustedes los Osupersticiones chinas, pareció echarlo todo a (Ilustración de Juan Carlos Huergo) ccidentales se hallaban en los primeros balbuceos, perder. El cielo se nubló y sobre la multitud nosotros los chinos éramos ya viejos. Pues bien: se abatió, cual un flagelo, una lluvia torrencial.
la memoria de Huang Te fué verdadera porque él En los vecinos templos, innumerables fieles ro hizo construir la Gran Muralla, una de las ogaron a los dioses que cesara la lluvia; pero és una gran comida, salvo si se trata de bailarinas bras más gigantescas de la humanidad; pero su tos no se dejaban convencer, y el temporal, en o de damas ligeras encargadas de cumplir con su nombre fue también maldito, especialmente desde vez de menguar, acrecía en violencia. Entonces oficio. Se me acercó nuestro anfitrión y me dijo a 1912. con el advenimiento de la República, Tsjounghou, gran socerdote que presidía el más sovoz que sin la enérgica protesta del oriental porque a él se debe que nuestra civilización antiguo monasterio taoísta de Chang Tu, envió hubiera suspendido la comida, pues acababa éste haya retrocedido muchos siglos.
un mensajero al Emperador a fin de que él de recibir un telegrama de Shanghai anunciánObservé perplejo a mi interlocutor. Como mismo implorara a los dioses y conjurase de tal dole la muerte de su hijo. Acto continuo me buen chino, no parecía dispuesto a ir directasuerte el peligro.
llevó hacia un grupo de invitados que rodeaba mente al grano.
El Templo del Cielo, con su techado de por al marqués Tseng y me presentó. Así ocurrió que innumerables compatriocelana azul, sus idolos de basalto y sus pilares Era un bombre ya muy entrado en años, de tas míos, hombres y mujeres de todas las clases, esculpidos, es en su género el más admirable de aspecto majestuoso, casi calvo o con la tez mar experimentan. bajo el in flujo de Occidente, la tierra. Nadie tenía derecho de rezar allí, ex chita de color de marfil pegada a los huesos del el disgusto de vivir en su patria y olvidasen la vercepto el Emperador. Acudió éste, se humilló fino y alargado rostro. Inclinó levemente la ca dadera, eterna China, emigrando o sometiénodse al ante los dioses y durante cinco horas mascullo beza, me tendió la mano y, sin pronunciar ni movimiento científico que venía de Europa y sus oraciones Todo en vano: persistía el dilu: una sílaba, fijó en los míos sus obscuros ojuelos, de América. El comunismo, al tornar a cada vio. Por fin el monarca, en el colmo de la in protegidos por grandes gafas de carey, y cuyos cual más exigente, alimento no poco este afán dignación, denó a Tsjounghou que sacara a párpados, diminutos y como recortados, carecían, de emancipación, de progreso. Honorable señor: los dioses del templo y los expusiese a la lluvia, al parecer, de pestañas: mirada insondable que par nosotros los chinos, con nuestro cerebro fosipara que sintieran en carne propia los efectos ralizaba al interlocutor. Tuve, sin más, la impre lizado, por decirlo así, y embebido por las docde su porfía. Resultó la ocurrencia sumamente sión de hallarme frente a uno de los ídolos del trinas de Confucio, no estábamos preparados eficaz, pues los dioses, empapados hasta la mé Templo del Cielo. No obstante, haciendo un es para saltar súbitamente del camino de tierra dula, se encargaron de que brillara nuevamente fuerzo, murmuré: al avión, como escribe una novelista americana el Sol, libre de nubes y de eclipse. Acabo de enterarme, noble y venerable que nos comprende. El choque fué demasiado Tal anécdota, que me refirió en París poco señor (me había aleccionado mi amigo acerca violento. las masas, incapaces de avenirse antes de estallar la guerra un amigo al tanto de de las complicadas fórmulas de la etiqueta chi bruscamente al influjo de nuevas ideas, estan co de las cosas chinas, por haber residido en na. de la gran desgracia que se ha abatido so mo trastornadas. China, señor mío, es la tieShanghai hasta la invasión japonesa, me ins bre vuestra honorable persona y os presento rra de los muertos. Hay que dejarla en paz.
piró vivos deseos de ser presentado a un mis más sentidas condolencias, Sin transición anidió con la impasibilidad de descendiente de Tsjounghou, el marqués Tseng, El persona je, con rápira mutuación fisonó Buda: ex inspector de los mausoleos del Este, ex mica, enarcó las cejas y porrumpió en jocosa He leído en la revista universitaria La embajador en una capital europea la risita. Chocado a pesar mío, incliné a mi vez Nouvelle Asie un escrito suyo sobre estas cues sazón huésped del gobierno francés con la cabeza y me alejé.
tiones, y ya sabe el respeto que inspira en mi motivo de una misión cultural. Mi amigo, muy Falta de sensibilidad deduje aparte con país la palabra impresa. Lo que no puede la es relacionado en las esferas oficiales, me telefonec mi amigo. El eterno cinismo de Extremo o pada, muchas veces lo consigue la pluma.
una noche para invitarme a una gran comida riente Fouh, honorable señor, significa igualmente felique daba en honor del exótico personaje, no Nada de eso. rebatió el dueño de la ca cidad. Así, pues, el fouh que tendré el alto ho sin advertirme que antes de la madrugada no sa, poco menos que indignado Su dolor ha nor de remitir a usted mañana no sólo le traerá regresaría a mi domicilio. Conocía yo el mayor de ser muy grande; pero no debemos olvidar mucha felicidad, sino que también le recordará la vicio de la educación china, vicio que perdura que este señor pertenece al pueblo más cortés verdadera China, la que interesa a usted, la Chi al través de los siglos y que exaspera al extran del planeta, y la buena educación exige que no na de las creencias antiquísimas, de los filósofos jero: el desprecio absoluto del tiempo. Para los se agüe la fiesta de los demás invitados con un y de los muertos.
chinos el tiempo no tiene valor, ni el propio ni asunto para ellos tan insignificante como las Al día siguiente en efecto, se presentaba en mi el de los demás, y quien los visita comete una aflicciones de un padre.
domicilio el secretario, portador de una primorosa grave incorrección si se retira a poco. Ellos, a Durante la comida ceremoniosa y opipara, vasija de porcelana, en la que se destacaba, resu vez, al pisar casa ajena, tornan siempre cer que se inició con el postre y se terminó con la producido con arte, un gran murciélago, símbolo tera la definición de un militar inglés asesinado sopa, a la usanza de la China imperial, me fal de la China supersticiosa y eterna. Supe poco desúltimamente en Birmania: Amigos que entran tó la oportunidad de conversar con el marqués pués que el marqués Tseng había muerto repen y nunca se van. Lejos de arredrarme por esto, Tseng: mas cuando nos levantamos de la me. tinamente.
acepté complacido.
sa, bastante después de la medianoche, advertí, Ya han pasado años desde la noche aquella en Cuando aparecí, en el fumadero había ya de sorprendido, que aquél, muy sonriente y menos que lo conocí, y aún no se ha extinguido en mi quince a veinte hombres, entre los cuales diver: livido a causa de las bebidas alcohólicas. tor memoria el eco de sus graves palabras. No obs sos diplomáticos. Sabido es que para un chino naba a fijar en mí sus enigmáticos ojillos. Me tante el retorno de la conciencia nacional en el de la antigua cepa y apegado a las milenarias acerqué de nuevo.
pueblo chino, como consecuencia de la guerra, costumbres de su país, resulta asimismo de mal Antes de hablar, vacilo el marqués Tseng. me parece, al evocarlas, que obedezco a una voz gusto que el sexo femenino esté presente en Gran contento sentiría yo dijo por fin de ultratumba. а Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica