REPERTORIO AMERICANO 67 las silvas asonantadas, romancescas, de los Campos de Soria: Beba cervera SELECTA ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del rio, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón tristeza, tristeza que es amor. Campos de Soria donde parece que las rocas suenan, conmigo vais. Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!
De malta y lúpulo. Oh, sí, conmigo vais, campos de Soria, tardes tranquilas, montes de violeta, alamedas del rio, verde sueño del suelo gris y de la parda tierra, agria melancolia de la ciudad decrépita, me habéis llegado al alma. encontraba allí su inseparable hermano Ma la escribía entonces a diario, volviendo nueva¿o acaso estábais en el fondo de ella?
nuel, Los demás que le rodeaban eran extra mente a adquirir su voz aquel latido tan pro Gentes del alto llano numantino ños señores pasados de moda y como salidos fundo, de su época castellana, ahora más fuerque a Dios rezáis como cristianas viejas, de alguna rebotica de pueblo. así creo que te y doloroso, pues el agua de su garganta que el sol de España os llene era, pues la conversación durante el rato que borboteaba con una santa cólera envuelta en de alegria, de luz y de riqueza!
yo estuve, aleteo siempre, cansina, alrededor sangre, Mas, como siempre, a él, en apariende cosas provincianas, preocupaciones y cosas cia, nada se le transparentaba. Estaba más conAsí, mal vestida y triste, pobremente vesti bien lejanas y ajenas a aquellas tazas de café tento, más tranquilo, al lado de su madre, de da, con un traje que de tan pobre nos transpa que tenían delante: el traslado de algún profe sus hermanos y aquellos sobrinillos, de torenta ya la desnudez, anda también la poesía de sor de instituto, la enfermedad de no sé quién das las edades, que lo querían y bajaban del Machado. Pero esa modestia, esa humildad de las heladas, la cosecha del año anterior, etc. brazo al jardín, dándole así al poeta una tiermedios, esa diaria escasez son su inmensa ri Al cabo de un tiempo, observé que Machana apariencia de abuelo. Desde los limoneros queza, el tesoro que nos ha dejado y que ca do fumaba y fumaba, bajando, distraído, el y jazmines joh flor y árbol tan puros en da día que pasa logra una nueva altura y ma cigarrillo hacia el lugar donde yo calculaba su verso! cercana, aunque invisible, la preyor resplandor.
debía hallarse posado mi querido Rimbaud. sencia del mar Mediterráneo, Machado veía Con un espanto mal reprimido, quise mirar, contra el cielo cobalto las torres y azoteas de Imagen distraída, o la primero por encima del hombro de don AntoValencia, bajo el constante moscardoneo de los historia de un libro nio y luego por debajo de la mesa, para ceraviones de guerra. meditó una vez: ciorarme de que la poesía del más excepcional La segunda vez que vi a Antonio Machado poeta de Francia no estaba sirviendo de ceni Ya va sabiendo la luna fué en el Café Español, un viejo café siglo xix, cero a las colillas del gran poeta español. Pesobre el naranjal.
que había frente a un costado del Teatro Real, ro no me atreví, por encontrarlo poco delicaLuce Venus como una de Madrid, cerca de la Plaza de Oriente. Emdo y considerar, además, mis sospechas indigpajarita de cristal.
pañados espejos de aguas ennegrecidas, reconas y exageradas.
Ambar y berilo gian la sombra de estantiguas señoras enluta¡Ah, pero qué mal hice, qué mal bice. iba tras de la sierra lejana, das, solitarios caballeros de cuellos anticuados, reprochándome poco después bajo los farolo el cielo, y de porcelana pobres familias de la clase media con sus aja nes verdes y los altos monarcas visigodos de morada en el mar tranquilo.
das niñas casaderas, tristes flores cerradas con la Plaza de Oriente.
tra el rendido terciopelo de los sillones.
Mas desde aquella noche, pude mostrar no Ya es de noche en el jardín Un ciego, buen músico, según el sentir de sin cierta sonrisa melancólica a cuantas per jel agua en los atanotes. los asiduos, tocaba al piano, mientras que una sonas han venido pasando por mi casa, mi ray sólo huele a jazmin, muchacha delgaducha iba de mesa ro ejemplar de Rimbaud, aún más raro y varuiseñor de los olores.
buscando el convite un café con tostada, a lioso por las redondas quemaduras que los ci compañado de algún que otro pellizco farti garrillos de Machado le abrieron en sus cu¡Cómo parece dormida yo de los ensimismados admiradores de su pala guerra, de mar a mar biertas color hoja de otoño.
mientras Valencia florida dre. Desde la calle, llovida y fría de enero. Qué no daríamos todos, pienso yo ahora, tras los visillos iluminados de una de las vense bebe el Guadalaviar!
por encontrarnos aquí, a la salida de esta tanas, adiviné la silueta de Machado y entré a charla, con algún libro nuevo, avalorado aun Valencia de finas torres saludarle. Yo venía de una pequeña librería que sólo fuera por una mancha de tinta de y suaves noches, Valencia, intima, cuyo librero, gran amigo de los jóve Lugones, una hoja rasgada por Herrera y Reis jestaré contigo, nes escritores de entonces, acababa de conse sig, o. por qué no decirlo? con un libro cuando mirarte no pueda, guirme un raro ejemplar de los poemas de asurado por las llamas de cualquiera de esos donde crece la arena del campo Rimbaud, sintiéndome infantilmente feliz a autos de fe que con tan diario fervor se ce y se aleja la mar de violeta!
quella tarde sabiéndolo apretado bajo mi ga lebran en ciertas tristes zonas de cierto contibán para preservarlo de la lluvia. Machado me nente! no pudo mirarla más. pues que el saludó muy cariñoso, ofreciéndome en seguida poeta era ya una elegía, casi un recuerdo de un asiento a su lado, mientras me presentaba Imagen elegiaca sí mismo, cuando allá, solo en Colliure, un a sus contertulios. Muy ufano, al quitarme el pueblecillo cualquiera de Francia, cercano al gabán, le descubrí mi precioso volumen, que La última vez que vi a Antonio Machado mar, vino la muerte a tocarle, al borde de su él hojeó con un débil gruñido aprobatorio, de fué en Valencia, en aquella casita con jardín, arreado pueblo heroico, como a un soldado jándolo luego sobre la silla que a su izquierda de las afueras, que su gobierno le había dado. soldado más, lo que real y humildemente llesostenía sobre el respaldo los abrigos y las bu Su poesía y su persona ya habían sido toca gó a ser.
fandas. De los presentados, sólo recuerdo hoy das de aquella ancha herida sin fin que habría Desde entonces, allí, en otra tierra, y no en a uno: al viejo Ricardo Calvo, gran amigo de llevarle poco después hasta la muerte. La la suya junto al Duero, como él había soña del poeta. Aquella tarde, ausencia rara, no se fe en su pueblo, aunques ya antes la hubo dicho, do, esperan sus huesos. en mesa Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica