Joaquín García Monge

REPERTORIO AMERICANO 93 Alejandro Sirio o la predestinación Por Valentín de Pedro (De La Gaceta. Tucumán, Rep. Argentina, 28 de julio de 1942. Buenos Aires, Julio 20 de 1942.
Señor Joaquín García Monge.
Correos: Lerra San José de Costa Rica.
co dinero: ni siquiera lo bastante para los gastos más indispensables. Pero la tentación de al.
gunos libros que ha visto en aquel escaparate puede más que toda previsión. Los mira con una simpatía que no le ha inspirado ninguno de sus compañeros de viaje. Cómo dejar en tierra a aquellos amigos que le prometen hacer menos te diosa la larga travesía? Amigos, además, que le permitirán aislarse de ese apretado mundo de gentes, ajenas a su espíritu, entre las cuales tendrá que moverse durante muchos días. compra dos de aquellos libros: uno de autor cuyo nombre conoce por haberse destacado en una rereciente campaña periodística; otro es La gloria de don Ramiro, de cuyo autor no tiene referencia alguna. Por qué ha elegido este libro entre otros varios que se ofrecían a su curiosidad inteleequal? El tiempo se encargará de damos la respuesta.
Sentado sobre cubierta, aquel muchacho huraño, cuyos lacios pelos se le arremolinan sobre la frente recta, permanece horas y horas entregado a la lectura, sin importarle lo que pasa a su alrededor. Si levanta la vista del libro es para fijar sus claros ojos, de metálica dureza, en el mar. es como su mirada hendiera en él la proa de sus ensueños, a semejanza del navío que lo lleva. Lee La gloria de don Ramiro. La fuerza evocadora el sentido plástico de la novela de Larreta, son buenos incentivos para su fantasía. veces se queda largo rato con el libro en la mano y la mirada en el vacío: en la mirada la escena que acaba de leer. piensa. Qué magnífica ilustración podría hacerse en este capítulo. Cuando llega al término del viaje, no sólo ha leído la novela, sino que también, in mente, la ha ilustrado. sin ser dibujante.
no PBHIXENCH Estimado don Joaquin: Después de haber leido en La Gaceta, de Tucumán, el trabajo de Valentín de Pedro sobre Alejandro Sirio, que le adjunto, he creído opor.
tuno hacérselo llegar por si lo juzga de interés para reproducir en su Repertorio Americano.
Valentin de Pedro relata las inquietudes y la iniciación del dibujant en tierras de América dudo que todos aquellos que conocen a Sirio a través de su labor de ilustrador han de leer con gusto esta semblanza en la que se relata cómo llegó a la Argentina, cómo y donde empezó a destacarse y cuáles fueron sus sueños de artista.
En cuanto a Valentin de Pedro, que tiene en su haber una meritoria abor literaria, quizás no esté demás recordar que, aunque argentino, vivió y produjo en España, donde durante la República desempeño puestos de responsabilidad en el periodismo y en instituciones culturales artísticos, lo que le valió, posteriormente, ser condenado a muerte por el gobierno de Franco, logrando estapar con vida, después de 42 dias de permanecer en capilla, gracias a la protesta de los intelectuales y del periodismo de la Argentina y a la Alejandro Sirio intervención del gobierno de su país ante las autoridades franquistas.
Valentin de Pedro acaba de publicar ahora una novela del sitio de Madrid, La vida por la opinión, que ha merecido el elogio de la critica.
En suma, don Joaquin, un trabajo de un artista de la pluma sobre un poeta de la línea, que creo merece ser reproducido en Repertorio para que los lectores que tiene diseminados por América conozcan a uno y otro.
Con tal motivo, le saludo cordialmente y le estrecho las manos con la simpatia de siempre. Suyo, Juan Raggio.
II Es difícil hacer, sobre Alejandro Sirio, una prosa que valga lo que los versos que se han escrito celebrando su arte. qué tiene su arte para así cautivar a los poetas? Acaso el lirismo, que da a sus dibujos un valor de creación poética, lo que hizo exclamar a Edmundo Montagne: Saludo fu lápiz, Sirio, por sus cosas del mito o del alma para los poetas.
Con sus finas líneas se va metiendo en el interior de las gentes y las cosas, para luego darnos su visión personal de ellas. Con ser tan sutiles las líneas de sus dibujos, tienen una fuer.
za inmensa: como que aprisiona en ellas a la vida. Pero ¡qué fervor y qué larga paciencia para lograrlo! Quizás por eso, Enrique Méndez Calzada, en un bello soneto, le ha dicho: gentina, nació en España. Cuanda no había hecho más que pisar los imbrales de la juventud, dejó su ciudad de Oviedo y se embarcó para América. Podía igualmente haber ido a Cuba o a Méjico, pero la casualidad, que en este caso parecía obedecer a un destino infalible, lo trajo a la Argentina.
Con su vocación artística le pasaba lo que con el viaje: estaba decidida, pero no sabía aun exactamente qué camino seguir, ni a qué puerto arri.
bar; y en ello su voluntad intervendría de modo secundario, bajo el imperativo de las circunstancias. Más que el dibujo le atraía la escultura y el ante de los imagineros; pero en realidad lo que en él había era una ansia indefinida de dar forma a sus ensueños. Ni lápices ni cinceles manejaban entonces sus manos, sino libros, aca.
so porque éstos le ayudaban a soñar. El arte fué en él antes que el oficio, y, tal vez por eso el artista está presidiendo siempre su labor de dibujante El navío en el cual embarcó en Gijón hizo escala en Cádiz, último puerto de la Península que tocaba con antelación a la larga travesía del Aglántico. Sirio bajó a tierra. Cómo resistirse a visitar la bella ciudad andaluza, en la que todo era nuevo para sus ojos de viajero ilusionado? En su vagar por las blancas calles de la racita de plata. se detuvo frente al escaparate de una librería. En sus bolsillos llevaba muy poEn Buenos Aires empieza para aquel muchacho una nueva vida: la del inmigrante que ha de ganarse su sustento diario. Esta vida no tiene nada que ver con el arte; pero como el arte está en su vida, no tarda en aflorar a ella, por encima de los trabajos comerciales que tiene que realizar. Entonces es cuando surge el dibujante. Para su espíritu soñador, el empleo es como una esclavitud, de la cual se siente en cierto modo libertado por el lápiz, cada vez que en los ratos de ocio puede trazar unas líneas sobre un papel cualquier, a hurtadillas de la mirada de los jefes.
Un dia aparecen en el escaparate de una sastreria de la Avenida de Mayo, unos figurines extrañamente dibujados. Por primera vez se muestran al público sus líneas de fideo fino. con las que acabará haciendo maravillas. Aquellos fideos finos son del gusto del director de Caras y Caretas, que los ve al pasar por el escaparate y, se interesa por conocer a su autor. AI poco tiempo Alejandro Sirio empieza a colaborar en la popular revista de aquella hora. no tarda mucho en entrar a formar parte de su numeroso equipo de dibujantes.
La vida de Buenos Aires tenía por aquel en tonces algunos rasgos propios que daban mucho carácter a la fisonomía de la ciudad. Cronistas y dibujantes de Cards y Caretas, procuraban captar las líneas esenciales de su fisonomía, para llevarlas a sus páginas. Entre ellos estaba Alejandro Sirio. Su lápiz era como un fino instrumento de psicología y de poesía también, porque sabía dar a sus figuras una intima verdad y una conmovedora ternura. Su larga muchachita del conventillo, de grandes ojos exel pecho hundido, era una equivalencia de los poemas de Carriego.
Dos años llevaba en Caras y Caretas AlejanYo te imagino a veces en la paz de un convento decorando breviarios o ilustrando misales.
Dejelmos, pues, a los poetas el definir el arte de Alejandro Sirio, del cual es síntesis insupe.
rable la décima de Fernández Moreno, para narrar en nuestra prosa un episodio de su vida, que tiene algo de milagroso, como la creación artística, Sabido es que Alejandro Sirio, el dibujante que ha dado su arte, es decir, su alma, a la Artáticos y Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica