110 REPERTORIO AMERICANO poemas inéditos de Brenes Mesén y su dolor es mio.
La atmósfera contiene una tan honda angustia, venida de tantas partes, que el aire que respiro tiene sabor de llanto; que toda voz que escucho a la distancia, liene los dejos del suspiro; me siento en mi aposento a meditay tor largas, largas horas veces me visitan, a espaldas de la Noche las Auroras que vienen a enjugar el llanto de mis ojos. Pero. por qué llorar. Porque la tierra toda hondo clarido lanza; porque oigo los lamentos del mundo que parece gemir sin esperanza; porque oigo la segur que entendimientos poda; porque perece un mundo bajo impasible azur; porque la sangre riega los surcos del ayer, y puede que ya nunca lo volvamos a ver. Pero tú sabes que la Muerte siega sólo cuanto es mortal. Lo sé, Visión Augusta, que toda luz que miro me salen como lágrimas de una salobre pena, de aquí, de mi agonia, y me arrebatan todo, mi patria y mi bandera. Ay! qué bandera tan amplia la mia!
Porque tras ellos sigo, a modo de estandarte contra huracán tendido; ya que no soy baluarte en su defensa altivo, mi pabellón de amor les servirá de abrigo.
Mi patria y mi bandera, donde el hermano sufre!
Mi patria y mi bandera do va mi pensamiento, y nada hay que no alcance la luz de entendimiento! así, devoradoras, con ojos que han perdido sus párpados de paz se arrastran las serpientes de estas sangrientas horas entre guadañas y hoces que siegan en agraz toda cosecha humana. En el Rep. Amer. Preludio y que hay una Belleza que no muere y una sabiduría de espíritu inmortal.
No sé liorar por el valor eterno, sino por lo que fía en el fugaz momento, en esc transitorio que volverá mañana sin ser reconocido.
Lloro por los follajes que se llevó el Otoño, no por la primavera que brotará temprana con su graciosa ronda de flor y de hoja y fronda.
El mundo que declina hacia un sangriento Ocaso apenas es follaje de milenaria encina.
Un mundo Nuevo asoma.
Tras esta humanidad que se asesina apunta otro linaje de más santo entendimiento. Lo sabes, pues? Entonces, no es vano tu lamento. No! no! Visión Celeste!
Sobre la tierra vivo, en mi retina cuaja alguna escena viva de un íntimo quebranto, de una mortal herida, de una muerte sin mortaja, de seres que se besan, lloran, y se apartan para no verse más, de mártires que triunfan sobre el martirio mismo.
Ni el pan ni el agua dejan sobre mi lengua el gusto de su inocencia pura: mi paladar le siente sabor del hambre ajena.
Los niños que se exilian hacia extranjeras lenguas, Mas llega ya la aurora con luz para mañana.
Enero 31. 1938.
Thais Thais Madre Abadesa, Gracias!
mi espíritu fué música en mi canto; en el amor fué música mi cuerpo porque el amor es danza del corazón y el pensamiento unidos.
Sólo la danza adora, sólo la flauta gime los éxtasis de amor, sólo la voz enciende el incensario de oro de una pasión de amor.
Toda ha sido de música mi vida: siento también que mis postreras horas son como la melodia de la tarde que se desgrana en voz de ruiseñores.
Los higos de Smyrna, las mieles de Himeto, odas de Anacreonte, Latín de Tibulo, la ostentosa Alejandría de mis danzas, en donde los ocios de los cultos reyes ilenaron augustos palacios de libros, de estatuas de dioses extraños de Oriente: en sólo un salón, profundidad encanto; en sólo un jardin, la luz de los misterios, por siempre velados al ojo del hombre.
La verdad de luz, o la verdad suprema, se alcanza con el éxtasis; con la razón, jamás. Pausa. Pausa. Este aire de la tarde transparente recibirán en su cuenco de zafiro el aroma y la luz de mi plegaria: la postrera de todas mis plegarias, porque con ella se me irá la vida.
Abadesa Aquí están otra vez los ruiseñores que can an invisibles.
Venid, Novicias, y escuchad el coro que del jardín nos viene: trinan cuando habla Thais, y cuando calla también se oye el silencio de la tarde.
Una Novicia Os fatigáis, hablándonos?
Thais ¡Si toda yo soy alma en el recuerdo!
No siento is presencia de mi carne, porque es toda ella una oración del alma.
La veste bautismal con que en la fuente tres veces se me hundió, viene al recuerdo con la memoria de Teodoro, el santo, que me llevó en sus brazos al bautismo: Fué de noche, a la luz de las antorchas; se respiraban en el aire, himnos e incienso, y santidad de rosas y de lirios.
Fui la dulce carne de mujer diseminada por el mundo de los hombres que no hallaron nada en su posesión desnuda, porque no halla el hombre en lo que busca, algo más que lo que lleva en su alma.
Abadesa Divinos ruiseñores que cantan cuando tú hablas, y que invisibles callan cuando tu voz se esconde.
Si te fatigas no hables.
Thais El beso de amor es un aroma que no muere; el furtivo beso de la carne es frágil flor que entre los recuerdos deseos se deshoja.
Fui la tentación irresistible de los besos.
Mis pasos en la danza regaban talismanes que trémulos fluian, de mis caderas tensas, a despertar las sierptes de la pasión en hombres que poco entendieron de filosofia y de arte.
Pero los artistas y poetas prolongaban la contemplación de mi cuerpo en meditaciones sobre la armonía de los mundos y los seres, o sobre la forma ideal de la lira de Orfeo, modelada en mis caderas de austero contorno, sobre las fuentes del amor del deseo.
Mientras te oía, Madre, como una bandada de cisnes del Nilo, blanqueó en mi memoria fiel, Alejandria, la de los poetas, la de mármul puro, la de las escuelas de filosofía, en donde escuché a los sabios de la Syria, a los oradores de la blanca Atenas.
Vi las caravanas de Damasco y de Efeso, las de Babilonic y de olorosa Arabia: vi la Alejandria de los cien jardines, ciudad de las tardes de melancolia y meditación ante el azul del cielo; frente al mar surcado de barcos de vela, cargados de ideas, de vino de frutas, y de misteriosas religiones nuevas.
Pero llegaron para mí los días de danzas, y de flautas, y de fiestas; porque desde que abrió la adolescencia sa flor de limonero en mi, las Gracias derramaron sus ritmos en mi oído, en mis caderas y mis pies, en todas las rosas en botón de mi hermosura: dancé, porque es de música mi esencia, mi aliento fué de música en la flauta, yosa.
Para ellos fué mi cuerpo melodia, toda mi carne, música de esferas; toda mi piel, jardin de malva de las rosas y las malvas se iba el pensamiento a la región del alma, que no se explora en una vida entera, se la hallata más hermosa siempre, que los vergeles que regala el Nilo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica