REPERTORIO AMERICANO 167 poemas de Brenes Mesén (En el Rep. Amer. LA CARAVANA DE LOS CREYENTES para que el mundo sea de sol, de fuego y lumbre, tan lleno de tu Espíritu que acabe con el mal, que es sombra de tu imagen, Divino Sol que te alzas como un halcón de fuego, para volar sin alas sobre los mu os todos.
Todo lo llenas Tú de animación celeste, y aunque distante te hallas lo haces visible todo.
Inmenso es el Desierto.
Húmeda la, melena de la Noche esplende con la luz de las estrellas.
La Caravana de Creyentes ora, de rodillas, mirando al horizonte de un nuevo día, sin afán ni angustia, porque su fe transporta las arenas de la mañana hacia las fúlgeas costas del lejano crepúsculo tardio.
Las suyas son jornadas de los sueños: se parte al alba, y he aquí que se abre el caravanserrallo del poniente al reposo de todos los mortales.
Danos aliento, Padre, para seguir la tuta!
Danos el oasis de agua, de datileras dulces, beduinos pensamientos, como águilas del tiempo con alas incansables para alcanzar tus pasos, divino Sol de Oriente!
Levanta, oh Sol, tu vuelo!
Derrama, oh Sol, tu fuego!
Que en tus ocultas manos donde los Hados viajan, siga rodando el Mundo, siga creciendo el Hombre!
Se apaga el himno, y de la arena surge el peculiar olor de este desierto: olor de madrugadas y camellos, de especies, y de almizcles, y felinos: todo el olor de caravana en marcha hacia las esperanzas de nuestra alma!
18, febrero. 42.
Que tu hermosura riegue belleza sobre el mundo!
Que tu poder se vierta en corazones de hombres Anúnciase de pronto el sol: se lava el horizonte en leche de camellas; comienza su ablución la caravana con alabanzas al Criador de todo.
Luego, en silencio, tórnanse al Oriente para esperar la ceja de esplendores que asomará detrás del horizonte.
Ya amanecen los blancos albornoces, dos estrellas alumbran en el cielo, Sirio y Venus, pareja enamorada en espera también del sol que llega.
LA MUERTE MERETRIZ Como una Meretriz, con tranco largo, a media noche, por obscuras calles, atravesó la Muerte, y no hubo amargo llanto, sino el cantar de alegres layes.
Uno de ellos, al fin, besó su boca y se marchó con ella, hacia quién sabe qué bellas landas, o hacia qué mañanas.
El más anciano da la voz de alerta.
Un minuto más tarde se levanta la voz del himno del desierto al sol: Nadie la cortejo. Poi el contrario, los calaveras, con vinoso esguince, la alejaban de sí. Eta palmario que perdía el encanto de los quince.
Calló, miedosa, aquella turba loca, y al liberar la luz su primera ave, trizó de horror la Noche sus ventanas.
18, febrero; 42.
VOCES DE OTOÑO Divino Sol que te alzas, como un halcón de fuego, para volar sin alas sobre los mundos todos.
Bendícenos las horas con tu fulgor augusto, Señor de los desiertos, Dador de todo oasis, Generador de Vida, de cuanto Vida existe.
Tus rayos embellecen cuanto su luz abarca!
Tus rayos fertilizan las aguas y las tierras, los aires y los fuegos: la Nada misma es fértil, porque allí está tu Espíritu, esencia de la Nada.
Esta exquisita muerte de la tarde se deshoja en el oro vaporoso de este encantado otoño.
Rojas tintas entre las hojas amarillas sangran su dolor de noviembre enamorado sin esperanza de verdor amigo.
Dibujan sus adioses en el aire las golondrinas migratorias que huyen hacia nidos del sur que abandonaran al escuchar la voz de Primavera.
Se han caído los trinos de las ramas que lloran en silencio un llanto de hojas. se renueva mi dolor de otoño: También se me cayeron de la fronda de un manso hogar las cinco aues de paso que en ella hicieron momentáneos nidos.
Del cabello dorado de la tarde gotean los minutos que se filtran en mi memoria y doran mis recuerdos.
Todo se me hace claro, como un sueño cuando se está soñando y miro ahora la indecible amargura de la sombra de quien carece de esta luz en su alma.
La muerte es un otoño incomparable por el encantamiento que contiene; es esta luz dorada que ilumina con un mayor encanto los senderos que cruzan por los bosques del misterio, entre murmullos de aguas y palabras que se hunden para siempre en el silencio.
Más allá está la fuente de las rosas en donde baña el serafin del tiempo cada mañana el rostro de aquel día para que viva joven y contento, entone su himno y desfallezca luego John Keith Co.
Ya no hay más hojas en tus rosas, tarde de ojos azules que te has ido lenta hacia tu amor de otoño con mis joyas sueltas en tu pañuelo de pastora, dulce pastora de los sueños mios!
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