Enrique Espinoza

REPERTORIO AMERICANO 75 y, como nuestro Abuelo, dejan cien hijos a cada una de sus diez mujeres. Miralos alegres, soplados por los vientos con luceros!
Mañana, al alba, saldrán, por las olas que amanecen floridas de ojos redondos y de escamas de oro alegres, Tambo, tambo del tambor. Ay!
La luna negra ligera tiene blanco su talón.
Ron.
Tlaloc, bajo tus ojos de miradas alegres y tranquilas corren los ríos y también se embalsan y hay esteros con garzas y lagartos; cuajó el maiz en las mazorcas duras; lo llevaremos a las casas; sobre el metate muelen las Abuelas y en la hamaca los niños ya no lloran. De nuevo es mozo el pan y dará fuerza!
Que el Arcángel ha pasado, el Arcángel de los pecus, con alas de sal oscura con plumas de sol y brea. Limón Novbre. 942. Con un trago de ron, cómo se alegra el negrón belfudo. Ay! Sobre la arena, si, qué boca de clavelón, mudo. No! La cintura te ciñera la cola del tiburón.
Contrapunto La negra, la negra, negra. ila blanca que yo quisieral resbala, sirena de aire su música de caderas.
Tambo, tambo del tambor. Qué música de caderas!
En la marea bullanguera se rompe y acaba el són de un golpe de su talón. Ay sí. Ay nooo. Ay. Qué curvas de madera. Si. No. Nooo. Limón. Novbre. 940. Dancemos en torno al que nos mira en su silencio, al dueño de las aguas, cuando el cielo se desviste de nubes y reluce, en los dias oscuros su caracol de fuego enciende el aire, en lo dormido de la noche clava su macana de concha y va sembrando; canta en ia sombra el sapo, se desborda el estero y el río hinchado lleva su voz al mar, y se hace nueva madre de los maizales tiernos y dorados.
Dos sonetos de Román Jugo (En el Rep. Amer. Ella es así.
La sonrisa Fué un instante de luz tú me miraste: misteriosa sutil, dulce y lejana, tu mirada tejió una filigrana y así en cárcel de encaje me encerraste.
Tlaloc, en tus regazos crece el niñito de roja cabellera y ombligo blanco y la ranita verde; Tlaloc, tu voz más que la sombra, penetra el corazón de la montaña; Tlaloc, amigo de los peces grandes y las tortugas de carey pequeñas recién nacidas en la arena tibia; Tlaloc, esposo de la arcilla y del barco.
Dejamos en tu piedra las mazorcas, rojas y blancas, teñidas con la sangre de los buenos, 1Tlaloc!
Ella es así voluble y caprichosa: nunca sé si me quiere o me aborrece; ayer lloró en mis brazos, temblorosa, mas hoy su indiferencia me enloquece.
Ella es así en mi ansiedad, por eso, muerde mi boca el freno de la espera antes de que ella calme con un beso la impaciencia febril de mi quimera.
Ella es así inútil es amarla; es inútil luchar por olvidarla e inútil es sufrir por sus desdenes: sólo podrá mi amor, en su memoria, fundirse en el laurel de la victoria que mi fracaso ceñirá a sus sienes.
Prisionero febril, ansioso y triste, alternando temores e ilusiones, sufría yo de tu encanto las prisiones que, inconsciente e ingenua, me impusiste.
Cuando, hundida en la angustia de la espera, se borraba en la noche mi quimera como el humo disperso por la brisa abrió las puertas de mi celda austera, como invierno trocado en primavera, la maravilla ideal de tu sonrisa.
Costa Rica, 18 VIII 42.
Simbad Volvamos a nuestras exploraciones en libros, folletos y otros papeles que nos llegan Mientras danzamos, todo ha crecido con la lluvia tuya, cumplido está el ayuno de maíz y de agua: demos vueltas en torno de tu piedra y de tu balsa; cojamos con la boca las serpientes de la abundancia y, sin parar.
tomemos de las cestas los tamales con las lágrimas que lloran las Abuelas, acordán que para la otra fiesta de tu nombre dose ya serán muertas.
Tlaloc, bajo tus ojos que nos miran en silencio corran siempre los ríos de la chicha de tinaja en tinaja. Eú. Dancemos en torno de tu piedra y de tu Tlaloc. balsa, Costa Rica, 1942. decorativa y eso que como burócrata, el hombre se ayudaba durante años con traducciones inocuas del inglés para los magazines populares.
Esta falta de administración de nuestros bienes perdurables no es sin embargo de ayer solamente. Su origen es lejano, arranca desde la misma Independencia. Si el país hubiérase constituido bajo la experta dirección de Rivadavia es probable que Hudson no tendría hoy la necesidad de ser traducido o retraducido, pues de seguro el tierno vástago del pulpero norteamericano habría encontrado en Chascosmús una escuelita elemental donde fijar en nuestro idioma sus primeros recuerdos de los pájaros del Plata.
San Rafael Negro En la niebla pasa, oscuro, el arcángel de los peces.
Recojamos la lección de Enrique Espinoza en su artículo La reconquista de Hudson, como aparece en el Nº 18 de la selecta Revista Babel, Santiago de Chile; por cierto que este Núm. 18 es un Homenaje a Guillermo Enrique Hudson en el centenario de su nacimiento (1841.
1922. Dice en las pp. 87 y 88.
Lástima que Hudson no haya encontrado todavía entre los literatos argentinos un traductor de pareja envergadura y temperanzento, capaz de unir su nombre a la firme prosa de Allá lejos. y El Ombú como está unido el de Lugones la los mejodes cantos homéricos en nuestro idioma.
Desgraciadamente, quien pudo hacerlo con mucha competencia entre nosotros, no era bastante desinteresado para intentarlo por su cuenta y riesgo. En cuanto al gobierno que debió encargárselo, sólo insistió en nombrarlo académico por su obra juvenil de poeta. No supo aprovechar su capacidad para una labor menos Los negros bajo la palma le muestran dientes de nieve.
El Arcángel les sonrie y les muestra el mar sonriente donde su espada de estrellas hacia lo hondo resplandece.
Una novela cuya lectura nos angustia: Luz de agosto. Es de William Faulkner.
Acaba de publicarla SUR, de Buenos Aires. La traducción es de Pedro Lecuona.
Cojamos estos párrafos: El domingo por la noche, reunión para rezar. Hightower le ha parecido siempre que ésa es la hora en que el hombre se aproxima a Dios, más que en ninguno otra de los siete Los negros cantan y anudan rotos nudos de sus redes. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica