REPERTORIO AMERICANO 37 Meditación en el vestíbulo. En el Rop. Amer. Esa felicidad que buscan los que comparecen ante el altar para unirse, según el ejemplo de las bodas de Caná. será esa una felicidad verdadera? El matrimonio nos lo hace más razonable el tito católico, porque está constituido con el nombre de un Sacramento. Ese Sacramento establece la unión indisoluble, entonces, deben ser tan perfectamente sinceros los que se casan, de amarse, como de conocerse y respetarse. Para entrar en esta hermandad de la vida conyugal no se necesita sólo el vestido de novia y el trabajo del novio; algunas no piensan sino en esto. otras solamente les preocupa tener marido; otras para que no digan las gentes que se quedaron solteronas.
otras, pata poder vestir bien, y no tener que trabajar; algunas pocas para ser buenas madres, buenas para la fecundación de su linaje, pero quizás muy incapaces para ser buenas madres, de aquellas que se ocupan realmente, de la urgente educación del niño, la que desenvuelve el porvenir del hombre, le entrega esa unidad del buen sentido, que es la máxima expresión de la vida. Antes de dejarme seducir por la numerosidad de pensamientos que sobre esto se me acumulan, vuelvo a tetraerme sobre el gusto o afición incipiente, de las que se obsesionan en el matrimonio por sobre todas las cosas. Comúnmente ya no las sorprende la numerosidad de divorcios; sabemos en exceso que van constituidos en una forma muy vaga sobre la definición espiritual, los que se casan. Algunos que amorosamente se distinguen, tal vez no tienen otra repercusión espiritual, y antes del final se cansaron de ser amorosos. Existe la vida interior con una fuerza más superior que la vida real, pero esto, qué pocos saben entender, y, que existe una definición que anula los hechos que no tienen una significación precisa, y sincera; que recorre las notas del sonido así como recorre el espectro de la luz desde su descomposición de luz blanca hasta el infrarrojo; da esa interioridad que nos muestra el valer de las cosas simples, también el valor absoluto que no perece bajo el relativo. que nos coloca en una bahía donde anclamos para extender entonces nuestras pisadas. Hacia dónde se orienta segura nuestra vida latente en la costa, hacia el mar o hacia la tierra?
Desde el mar y la tierra vemos una línea que nunca se alcanza, será así nuestro ideal? Esa tierra y ese mar son como nuestro cuerpo y nuestro espíritu; a veces el mar engulle la tierra y otras veces es lo contrario. El espíritu navega, flota, remonta o se aplana. el cuerpo se acaloto, se cansa, se agota y entonces se soca.
El realismo nos da lecciones de positivismo: el hijo nace porque el padre y la madre se juntaron. Pero el hijo uerdadero no nace hasta que la madre le ensena su sentimiento noble y sincero, y le filtra en el sentido el afecto espiritual al niño; y le repuja el amor y el deber de hijo, en su conciencia primitiva, se le asegura el don de la compensación, se le refina más de filiación de las ideas, que de descendencia de parentesco, y se le acumula la verdad del principio profundo, extendiéndole la latitud espiritual, que sitúa particularmente, desenvolviendo la armonía preestablecida. como llamaba Leibnitz a la percepción.
Con la bendita percepción fondeamos el equilibrio. con ese equilibrio nos incorporamos para desentrañar las actitudes humanas, para exponerlas y perfeccionarlas. Desempeñándose así presupone una superioridad, que ligada indudablemente viene a la primera influencia cultural en el niño. Y, si no vemos el suceso que principia con un matrimonio, que debe ser ideal, anticipando así el resultado capaz de asegurar un futuro. Si no enlazamos las dificultades, no solucionamos con comprendimiento la vida intima, casi vacía, si no reacciona sugerente en lo espiritual, en lo más necesario; explotaría entonces los hechos y las convicciones sin una manifestación sincera. El matrimonio ideal no es sino la certidumbre del enlace espiritual, que une y liga la vida intima teniendo en eso la base que sostendrá el matrimonio. La novia que se prepara únicamente para distraer corporalmente al marido, y no intensifica la causa superior de la compenetración, para que pueda elevarse el afecto a la altura que pide la consistencia espiritual. El sentido común no se revela en la forma más ordinaria o ingenua, sino que se trasluce el vigor interior que lo delata, y hace acercar la valorización ajena. Cuando abastece el sentido común hay también casos en que su ingenio lo disimula. Pata el verdadero sentido la vida no está vacía ni esclavizada. El carácter, el criterio y la capacidad espiritual de cada uno, generalmente ponen esa parte fundamental del buen sentido crítico definidor.
Es una decepción para la felicidad del matrimonio, que no podrá subsistir, sin la suette de vivir relacionado interiormente, con el nivel alcanzado. Dice Keyserling: El espíritu es especialmente radiación y expansión; en su plano, sólo de dar se trata, nunca de tomar.
Resumamos esta realidad, para desarro.
llar el amor y la dimensión espiritual que contienen para algunas personas la superior belleza en el complemento que ansiosamente buscan. En el plano material. la mujer espi alizada no se siente poseida más que si ella misma se ha dado y el valor pertenece esencialmente a la conciencia que especifica, entre el animal que siente y el espíritu que acepta. En el plano material el amor acepta aunque el otro no dé nada; pero en el espiritual, es absolutamente desesperante la clara visión de un renunciamiento. Es como un cinismo que integra una aversión a la vida leal en la vida superior.
YSOLA GÓMEZ Costa Rica, enero de 1943.
Editorial LOSADA ANTONIO URBANO Alsina 1131. Buenos Aires. Rep. Argentina)
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