REPERTORIO AMBRICANO 239 recuerdos. da del trabajo y contra los errores sociales. No de lo cuantitativo en cualitativo que es, en de Canción para Nina Oniloya confundamos el alimento con la digestión, el vi finitiva, la máquina humana. La más magnífica (En el Rep. Amer. no con la borrachera. Si prescindimos por un ins concepción del trabajo fué la de la Edad Media, tante de lo que hay en todo esto de problema po que hacía de él una derivación o prolongación de. Nina Onilova, Sargento femenino en el Ejérlítico, para sólo concentrarnos en el sentimiento la plegaria, concepción a la que debemos las cacito Ruso, ha recibido una condecoración. Nina profundo con que se acompaña el trabajo, todos tedrales. y que todavía se conserva preciosamen es responsable personalmente, de la muerte de 500 caemos en la perogrullada de decir que hay tra te et la Bretañia, Provenza y Saboya. No hay soldados alemanes. La Defensa. Quito. bajo que nos gusta y trabajo que nos disgusta; trabajo mediocre ai hunilde; pero todo trabajo que el primero es alegría y dolor el segundo. Al realizado sin alegría es una horrible esclavitud y (A David Vigodsky, en Leningrado, con mis primero hasta lo llamamos juego y no trabajo. se resuelve en sublevación y dolor para la socieAquí de la vocación. Por desgracia el hombre dad.
Uva clara de América, laurel encabritado, no vive siempre conforme a su vocación. Por des Y, para acabar estas notas, el hermoso pensa Cristal de alta montaña, viento de raza y pueblo.
gracia, también, hay una reacción de pereza a la miento de Whistler: el trabajo borra las huellas Degollado Amazonas, cascada o pajarera, sola idea de obligación, propio traslado psicoló del trabajo. Gran precepto de la higiene mental, Aqui pongo este canto por ti, Nina Onilova.
gico de la inercia en los estados mecánicos. Has debieran recordarlo siempre los artistas. Hay que ta los espectáculos solaz para todos son tor hacer la casa y después quitar los andamios. PeAh tú, vikinga. Ab rústica hjia de la Caucasia.
tura, por obligatorios, para el inspector de espec ro. quién se atrevería a afirmar, en nuestro tiemAh roja estrella virgen calcinada en la guerra.
táculos.
po, que no ha concurrido a exposiciones de anda Del humo de tu rifle surgen niños futuros, Entonces no nos queda más que sobreponer mios, que no ha leído libros de andamios? Si está acida en tu sangre la paz, Nina Onilova.
nos a esta reacción con la alegría ética, luz de fuera posible transportar este consejo técnico a la moral, diríamos que hay que trabajar hasta boEl reaccionario y monarquista católico León rrar con el trabajo el dolor mismo del trabajo. Quinientos alemanes te enmedallan el pecho.
Daudet (perfectamente, se le puede citar, yo tomo ¿Será posible? No nos estamos ya enredando en Quinientos asesinos colgando en tu cabello.
mi bien donde lo encuentro. furibundo contra un laberinto de palabras? El extremo se ha reduQuinientos lobos te aúllan: pulverizas quiniento Zolá, escribe así: cido a saber si la felicidad puede darse como esY abres tu flor de música en tu risa, Onilova Finalmente, tenemos el himno al trabajo que, tado constante. Ay! El hombre nace presto para después de Zolá, han vuelto a entonar no pocos el dolor. Apenas, sí, tiene una aparato hereditario Sonrosadas campanas de plata huracanada, holgazanes, sobre todo entre los políticos. Yo creo de transformación y resistencia cuya pieza prinTus pies son pies de luna corriendo las estepas.
haber trabajado mucho en mi vida. Pero nada me cipal es el gozo. nada más. No se culpe del Capitana sin miedo, salvaje maravilla, parece más absurdo que esta concepción del tra dolor humano al trabajo, que al menos ofrece la Para tu estatua hay mármol en Berlín, Onilova.
bajo anestésico, destinado a hacer olvidar el do alegría de las realizaciones, de las obras logradas, lor de vivir. En cuanto a mí, el trabajo, cualquie deleite propio del creador. Cuando el trabajo se Rolando, Juana de Arco, te gritan. Sigfrido.
ra que sea, intelectual o manual, me parece que hubiere abolido, el dolor levantará otra vez su caCabalga hacia él y dale los cofres de tu pecho: no podría ser sino una función de la alegría, una ra implacable. Como el duende de Heine, el doAlli las balas duermen, alli zumban los hijos, salida del ritmo acumulado en ese transformador lor se muda de casa con el amo.
En él está la aurora de tu Rusia, Onilova.
otras esferas.
El mango era celaje Aurora de tu Rusia. Aurora de mi Rusia, Nuestra Rusia, la nuestra, porque es nuestro el futuro.
El Profeta de Pathmos y el Libro de los Sellos Quémanse en los almiares de tu frente, Onilova. En el Rep. Amer. Mil, diez mil, cien mil veces, fué la flecha a clavarse en los cela jes.
Los cela jes sangraban, pero no caían.
Tienes un pie en la sombra y el otro pie en el alba.
Senos, torres de azúcar, vuelan sobre las botas.
Gorro de piel te ciñe la sien, como la noche, estás embanderada de pueblos, Onilova.
El indio estaba enamorado, La novia caprichosa le exigió imposibles.
Ei hizo milagros para complacerla. Bajo con su flecha el blanco gavilán que volaba muy alto, en dirección al abismo que pone tem blores al hombre más ágil. fué tras el gavilán muerto, bajando hasta la sima, asido a los be jucos y a los salientes de la roca. volvió triunfador con el gavilán en la mano, a poner lo a los pies de la india caprichosa.
De noche hirió en pleno corazón al tecolote agorero que pasaba anunciando la muerte de algún hombre malo.
En el corazón, decíale ella.
En el corazón clavó el indio la flecha.
Con placer felino vió la india al cazador sacar laflecha del corazón del tecolote.
El mango sabía el secreto, mas deseabe sa ber hasta dónde el cazador era capaz de esfuerzos. Conocía el mango la terquedad del indio y quería probarlo una vez más.
Desde el amanecer hasta caído el sol, avizoraba el horizonte el indio, en busca del primer cela je. salía silbagdo la flecha. y no volvía más.
Vikinga de Caucasia, mis ojos de honda América Aún miran en tus labios quema se Stalingrado.
Dame tus carcerinas, dame un fiel compañero iy a un bosque de centellas conduceme, Onilova!
Céser Andrade y Cordero Cuenca, Ecuador, 1943.
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Quiero un celaje, dijo ella una tarde, indiferente, despectiva, como quien no pide na da.
Palideció el enamorado. Tembló él que fué siempre valiente, y miró a la india con fiereza. Un cela je, dijo la verdugo, mientras seguía el vuelo de una alba nube.
Un cela je. repitió él.
Un día, dos días, diez días.
El gran flechador ha disparado mil veces el arco. Horado nubes, hirió cela jes, pero ninguno llegó hasta el suelo, moribundo. Los vió sangrar. Nada más.
Un cela je. Cuándo. musitaba la india. Luego! irespondía, enfurecido, el cazaLos desvelos, el hambre y el amor agotaron al indio y se durmió una tarde bajo el mango. Rió el árbol. Sabía el secreto y en se creto le ayudaba al indio enamorado.
Las nubes conocían el capricho de la india, y sabían dónde estaba aquella tarde el flechero enfermo de amor.
Una nube, las más chiquita, la más bonita, la más coqueta, la más curiosa, bajó hasta la cola del mango a mirar al indio que dormía.
Cazó el mango a la nube, y cuando el flechador despertó, el mangó reía. Toma le dijo.
El cazador fué en busca de la amada caprichosa. Aquí está el cela je.
Furiosa muerde la india el cela je. Pero al morderlo siente llena de miel la boca.
Muerde otra vez, furiosa, y otra vez se le llena de miel la boca.
Era el fruto del mango: era el celaje.
OCTAVIO JIMENEZ ABOGADO NOTARIO Oficina: 25 varas al de la Tesorería de la JUNTA DE PROTECCIÓN SOCIAL TELEFONO 4184 APARTADO 338 Francisco Luarca.
dor.
Costa Rica, 1943. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica