Repertorio Americano Tomo XL CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1943 Sábado 21 de Agosto Año XXIV. No. 967 No. 15 contenido: Manuel Torre Recuerdo de Silva Rómulo Gallegos, el rapsoda de la llanura Sanin Cano Lección de fe Rómulo Gallegos Roberto Ibáñez o la exactitud Leyenda de los Infiernillos de San Vicente Mercedes Maiti poemas Roberto Ibáñez El Rompan filas de la 3ra. Internacional Haya de la Torre Un poema de tu nombre Carlos Luis Sáenz Qué hora esl.
Ensueño y nostalgia Arturo Agüero Chaves El poeta y el filósofo o la pedagogia de la meSobre el trabajo Alfonso Reyes ráfora Domingo Casanova El mango e a cela je Francisco Luarca Calibán Una clase de urbanidad Canción para Nina Onilova César Andrade y Cordero Noticia de libros.
Un homenaje a Silva Rómulo Gallegos, el rapsoda de la llanura Por Manuel Torre (De El Nacional. México, Dicbre. 10 de 1942. Está, entre nosotros, el autor de Doña Barbaru. es justo recibir con honor a quien honor merece. Seguramente el alma de Florentino Quitapesares, se sentirá satisfecha con el sincero homenaje de los escritores de México a su creador.
Rómulo Gallegos, es el poeta de la pampa vellezolana, de esa infinita sabana, de oteros pardos, ríos caudalosos, caimanes, centauros, pájaros de admirable plumaje, canciones irónicas y arrestos bravíos. Como prosista, es hoy el primero del Continente. Si sus novelas tuvieran más argumento, más acción, este género podría brindar al mundo, un indiscutible maestro. Hemos dicho acción y esto no significa que sus obras carezcan de ella, sino que son de endeble envergadura, de argumento limitadisimo y en ocasiones, sin él. Transcurre ese maravilloso diálogo en el que Gallegos no tiene rival actual, con una exhibición de tipos populares que son aguafuertes excelentes, pero a excepción de la figura central de Doña Bárbara, se esfuma en la acción como personajes secundarios, sin un tipo básico vigoroso. Hay en las obras de Gallegos un colorido espléndido, una riqueza de léxico pocas veces vista y un vigor descriptivo notable. Pero falta el héroe definitivo, capaz de pasar a la inmortalidad como Don Segundo Sombra o Martin Fierro. La misma Doña Bárbara, se aos antoja desvaida e incompleta. Diremos en seguida por qué.
De toda la producción de Gallegos, que no es numerosa, pero sí en calidad, destaca Doña Barbara como un soberbio tributo a la sabana del Arauca. El hato de Altamira, manejado virilmente por la mujer centauro fustaneadora de hombres resurge de su marasmo cotidiano con el arribo de Santos Luzardo, heredero de rica hacienda pegujalera, que vuelve, tras mil pleitos perdidos, a recoger los residuos hogareños. Le salen al paso, los fantasmas de la llanura, que a modo de almas en pena, milagreras y custodias de los lares (La Llorona, El Anima Sola, La Sayona) le anuncian los primeros peligros de su audacia. Luzardo pretende cercar con alambre de púas su hato. Los tipos del inmenso llano, Melquiades, Balbino, Juan Primito y el gringo Danger formar una valla de honor en torno a la devoradora de hombres. Luzardo sabe el triste fin de los Barqueros, consumidos por la estirpe Doña Bárbara en venganza de amos y honor. Lorenza Barquero, reducido ella, pagó con la vida su pasión.
Ni la ley ritual ni el juez aciertan a dar razones a Luzardo, ante la fría impasibilidad de la señora del Llano. Cuando el nuevo pleito se perfila y el odio parece engarfiar una vez más las manos de los llaneros sobre el intruso, una pasión sutil, nacida poco a poco en el alma con centrada arisca de la amazona silvestre, arriesga un armisticio. En el campo, los peones fieles, especialmente el Brujeador se disponen a echar mano a los revólveres para acabar con el recién catronizado. Mister Peligro (Danger) el americano, es otro sombrío obstáculo, por la propie.
dad que cultiva en la llanura de Altamira. Cuando todo parece conjurarse contra Santos Luzardo, surge la figura gentil de Marisela, la hija de Doña Bárbara, cuyo corazón cautiva al viajero.
Se entabla la sorda lucha en el alma bravia de la esfinge de la sabana. De un lado, su creciente amor al intruso. De otro el amor de su hija que rida hacia el hombre arrogante que desde el primer instante la hechizara. El peón mercenario y fiel, aquel Brujeador que fué lanzado contra Luzardo astutamente, halla su propia muerte por mano alevosa, en cuya arma se adivina el deseo póstumo de perdonar al condenado a muerte y matar al confidente de la conjura. La hosca soledad de aquel corazón árido, halla al fin el rocío que fecundiza sus veneros. cuando el arma apuntaba al corazón de Marisela, tras la ventana del rancho, en disputa fuera del rival querido, cae de las manos, inefable perdón inunda el alma.
con las primeras lágrimas de piedad, de una vida yerma. Así Marisela podrá guardar al hombre amado para siempre. una tarde la devoradora de hombres, monta en su yegua ligera y se pierde en las riberas del río, en cuyo vórtice, unos remo linos de aire, gargolean un instante, haciendo suponer que algo pesado y definitivo cayó en su seno para la muerte. Una carta testamento hace a Marisela dueña de Altamira. con la muerte del centauro llanero, como queria Barquero, con el sombrío recogimiento de los peones, con la marcha de Mister Danger, queda libertada la sabana de todo maleficio.
El alambre de púas, recién llegado listo para tenderse es ya innecesario. No hay que cercar la llanura, sino el corazón superviviente. son los brazos de Luzardo, muy suficientes, cru zados sobre el cuello de Marisela, para limitar en apoteosis de amor, la paz anhelada por todos. La figura de Doña Bárbara dijimos se esfuma en la obra algo borrosa. No tiene el poderoso relieRómulo Gallegos Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica