138 REPERTORIO AMERICANO mi amigo Dejar la tierra y sus lechosas fuentes, de sangre elemental para el manzano penetradas las manos de penumbra, tu infancia perdida pero los ojos diáfanos de vuelo.
en el hueco de algún bosque vidriado llegar a través de lentos puentes cuando extravió tu vida a esa región en donde sólo alumbra la página del cuento no acabado.
el resplandor levisimo del suelo. mañanas de lino dispersadas al viento por la abierta Este que va a llegar.
corola del molino crecido en las riberas de la huerta.
Este que va a llegar Este que va a llegar tal vez es el momento inesperado tal vez es el momento presentido en que puedas hallar que puede desbojar el hilo de los límites cortado.
la palpitente flor de tu latido. las cosas soñadas dando sombra en un suelo verdadero El ángel que tiene dibujadas todavía las huellas del cordero.
Puedes venir. No te pregunto nada. quizás en el vano Ni cómo liamarás sobre mi muerte, de otra puerta tu misma puerta halles ni si veré tu mano iluminada mientras el más lejano de ese azul que en los témpanos se advierte.
de tus pasos resuena por las calles.
Ha de ser apacible mi regreso el grillo bajo el día y en tus alas he de pesar apenas de la magnolia lenta de blancura porque ya no tendré este largo peso dándote su alegría de vértebras en forma de cadenas.
entre la grama de corriente oscura. Ah, de toda firmeza seré firme!
Este que va a llegar Puedes venir, que dóciles abiertas tal vez es el momento que sorprendas cuando me busques para conducirme, ese secreto impar has de encontrar las biedras y las puertas.
que nutre las raíces de las sendas.
Siento como sin pasos te aproximus, Acaso la presente. ay, todos los senderos le son breves! dulzura deje alondras en tu mano y luego, desde las terrestres cimas, y encuentres esa fuente miras mi corazón, y no te atreves.
María Granata En el instante de partit la nave que me conducia, yo, Li Tai Po, comencé a oir una canción que me seguía con melancólico gemir.
El mar, cuando menos, media dos mil pies de profundidad.
Wang Lueng: más hondo todavía fué el sentimiento de amistad que originó tu melodia.
Las dos flautas Una tarde que estaba aspirando perfume de flores a orillas del Kén lo, me trajo la brisa la canción de una flauta distante.
Para responderle, otra flauta labré de un carrizo, y arrullé con su trino sereno la noche encantada.
Desde entonces supieron las aves que al dormirse la luz vespertina los dos seres ignotos conversan una lengua que entienden las aves.
Poemas de Li Tai Po Los tradujo Guillermo Valencia (Selección y envío de Hilda Chen Apuy. Costa Rica Del libro Catay. Poemas orientales. Bogotá. 1929. La canción del tedio Caracteres eternos Escribo poesías.
Alzo el rostro un momento a mitar los bambues en dulces balanceos.
Hacen ruido de fuente.
Muy azul está el cielo.
Señor, tú nos ofreces más vino todavía; aguarda: no lo viertas en nuestras tazas finas, mientras te canto el canto de la Melancolía.
en su mudez divina Sólo una certidumbre tenemos en la vida: morir! aquellas bocas que hicieron nuestra dicha y que besamos ebrios de amor, llegará el dia de ser un hueco mustio cubierto de cenizas.
Es el propicio instante en que se va la dicha de nuestros invitados; en que el reír vacila, y yerran en la danza las leves bailarinas, y hasta las amapolas sus cálices inclinan.
Los signos que yo trazo imitan los renuevos de árboles, esparcidos sobre un tapiz de hielo.
Si de Kiang Nan las frutas guardáis por mucho tiempo, se irá de vuestras manos el aromado aliento.
Las cosas se marchitan si el sol no las da besos; y giran las mujeres sobre amoroso fuego. este laúd que ahora bajo mis dedos vibra, var a ser y no muy tarde! dosel para gallinas.
Es éste el gran momento para excavar rüinas, en que mi pecho de hombre sinceridad destila.
El tigre holló ayer mismo las plácidas campiñas donde el pez Mang cruzara las ondas amarillas.
Mis signos viven sólo del susurrar ligero que forman los bambúes, y son eternos.
Hoy el coral pletórico purpura las colinas que orlaron violetas con sus corolas tímidas.
Señor! Tuyas son estas construcciones magnificas, mandas cien mil jinetes; podas inmensas viñas que acendran entre sombras sus perfumadas tintas.
Los tres Yo, pobre, sólo tengo este laúd que miras: él sabe amargas trovas y lóbregas cantigas cuando las amapolas sus cálices inclinan y van soltando pétalos Escucha: en la montaña blanca de luna, gritan.
Son monos que sollozan, son monos que vigilan, monos que se acurrucan a llorar en las criptas abandonadas Llevo mi frasco de buen vino para beberlo entre las flores; me acompañan dos soñadores: mi sombra y Diana, en el camino.
Felizmente mi amiga Luna beber no sabe, ni mi Sombra sufre de sed. Rara fortuna esta pareja que me asombra.
Si canto, la Luna me escucha en silencio. cuando me aleg a Señor! Puedes ahora colmar las tazas finas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica