LeninStalin

REPERTORIO AMERICANO 295 en discreción con que fueron pronunciadas. ΑΙ terminar Girón, el General Molina, muy conmovido, con la faz roja y con lágrimas en los ojos, se levantó de la mesa acompañado de sus dos secretarios, y manifestó allí mismo que se regresaba inmediatamente a Guatemala. Varios de los que coca nos encontrábamos nos apro.
ximamos al viejo y venerable militar a expre.
sarle nuestra simpatía y nuestra pena por aquella escena, rogándole, al mismo tiempo, permaneciera en Corinto hasta obtener una completa satisfacción por la dura agresión de que ha bía sido víctima el Presidente de Guatemala.
Agradeció las muestras de simpatia que le hi.
cimos, pero nos repitió que su propósito de abandonar Corinto inmediatamente era irrevo.
cable, agregándonos que no le era posible permanecer un minuto más en el puerto, porque consideraba las frases del General Regalado como un insulto a Guatemala y a su Presidente.
Yo, me apresuré a informar al Presidente Ze.
laya, quien estaba al otro extremo de la mesa, y no pudo conocerla, la resolución del General Molina y entonces al Presidente Zelaya ro.
gó al doctor Sánchez que diera, en su nombre, toda clase de explicaciones y satisfacciones al General Molina, manifestándole su pesar por lo ocurrido y que le garantizaba de su parte, que no se repetirían más actos de tal naturaleza mientras el General Molina permaneciera Corinto, y que, él, Zelaya, gestionaba ya CON el Goneral Regalado para que éste diera tanbién pública satisfacción al General Mdina Sánchez fracasó en su misión, lo mismo que don José Dolores Gámez, de la comitiva oficial nicaragüense, y amigo viejo del General Molina. Este no quiso cambiar su resolución, y de la mesa del banquete se dirigió con sus dos secretarios a buscar una lancha que les llevara a bordo, ya que un barco permanecía todavía a esa hora anclado en la bahía.
Pocos minutos después de que el General Molina Guirola y sus secretarios llegaban a bordo, el vapor levó anclas y los delegados guatema.
tecos abandonaron el puerto de Corinto en don.
de apenas habían estado escasas cuatro horas.
No tuvieron siquiera tiempo de instalarse en el alojamiento que se les tenía preparado. Concluirá en la entrega próxima. Rusia (En el Rep. Amer. Este año es de la gloria rusa y esperamos que dure mucho tiempo. Winston Churchill. 1942)
produce el anigable choque de las copas entre gente culta y amiga de agradar. Pero, toda esa efusión y ese sincero regocijo desaparecieron como por encanto. Como la súbita y rápida a.
parición de un rayo cambió el final de la placentera escena con que se había iniciado aquella fiesta. Casi al terminar esta se levantó el Precisidente Zelaya para dar la bienvenida a sus ilustres huéspedes en esa memorable ocasión, ha.
ciendo votos porque de esa Conferencia salieran más fuertes los vínculos naturales que unían a estas cinco nacionalidades, así como sus vitales anhelos para llegar, en no lejano futuro, a su unión política. El discurso del general Zelaya fue muy aplaudido por lo sencillo, cariñoso y espontáneo de sus frases. Zelaya nunca prep. raba o escribía los discursos que iba a pronun.
ciar. Podía improvisar con facilidad y hablaba con buena entonación de voz, sin hacer mími cas exageradas; y sus opiniones las exprcsaba en períodos cortos, cuidando siempre de ir a su objetivo.
De pronto, y sin esperarlo nadie, se puso de pic el Presidente de El Salvador, General Tomás Regalado; dió las gracias al anfitrión por la generosa hospitalidad con que se le había re.
cibido y, a renglón seguido, abordó, sin mayo.
res preámbulos, la ausencia del Presidente de Guatemala, Licenciado don Manuel Estrada Ca.
brera, calificando su ausencia a la reunión de Corinto, como acto de cobardía, y sus excusas.
de última hora, como tinterilladas propias de su política falsa. El Presidente Zelaya se levar.
to de nuevo, y en frases, moderadas y apaciguadoras, rogó al General Regalado que se abstuviera de dirigir expresiones de esa naturaleza en a quel momento, manifestando al mismo tiempo su pena porque en esa oportunidad se escucha, ran allí frases en contra del Presidente de Guatemala. Las palabras del General Zelaya fueron mesuradas al par que enérgicas, procurando hacer ver que todos estaban obligados a respetar los motivos que aquel gobernante tuviera o manifestara para no concurrir a Corinto. pesar de lo mesurado de las frases que pronunciaba el General Zelaya no dejó éste de revelar en sus ojos la contrariedad que había provocado en todos ls inesperada salida de su huésped.
Así era siempre el general Zalaya: en el brillo de sus ojos, mostraba al hablar anuencia o SU disgusto en sus palabras. Me explico perfectamente la imprudencia del General Reg.
lado. Excitado por el licor, en esa hora ardiente del medio día y recordando, quizás, en su inte.
rior, las incesantes dificultades que promovia en Centro América la política del licenciado Estrada Cabrera, este recuerdo le impulsó a irse de bruces, como vulgarmente se dice, dando salida, en aquel momento a sus sentimientos; y puede ser también que aprovechara la ocasión para saldar públicamente allí, una de las tantas viejas cuentas que tenía pendientes con el man.
datario guatemalteco. Las intempestivas frases del General Regalado, produjeron, como era natural, gran confusión y sorpresa y cuando és.
tas se calmaron un tanto, ya fuera por la oportuna intervención del Presidente Zelaya o porque Regalado había atendido a la insinuación de aquél para no continuar su discurso, solicitó la palabra el Licenciado Girón. Visiblemente conmovido y en frases suaves, sel manifestó extra.
ñado de la inesperada agresión del General Re.
galado hacia el Presidente de Guatemala. Hizo una hábil defensa de Estrada Cabrera por no haber podido concurrir a la entrevista de Pre, sidentes, procurando al mismo tiempo, borrar con las suyas, del ánimo de los asistentes, la impresión que las duras frases del General Regalado hubieran producido al comentar la ausencia de su jefe. Las palabras del Licenciado Girón cayeron muy bien, por la ecuanimidad Rusia, la sangre de Rurico es ya un mar en tus estepas, un remolino para trizar los días de las hordas pardas, un ansia de murallas entre bosques rebeldes y rios desbordados, un bramido que muerde las falanges extrañas.
Rusia, tus veinte años de espera ¡cómo los siente la vida!
Por tu voz se alarga el grito que madruga los caminos y hay sol en las pupilas que rayan senderos viejos.
De qué hondura de siglos, de qué raiz oscura sube tu lumbre bravia, sube tu cielo lozano, de qué sangre olvidada, de qué rincón del hombre palabra temida de todos los tiranos, la palabra que busca en nosotros el corazón desnudo, el corazón eterno?
Rusia, que no renegamos: a Lenin y a Stalin, a Pedro y a Catalina, al pobre mujik, pena de todos los años, canción de tierra y espinas en un naufragio de vodka; tus soldados, tus mujeres. Hoy nadie cuida su lengua, hoy te lleva de travesía el viento de toda Europa.
Santa y enorme Rusia ¡cómo saboreamos tu ausencia que no renegamos entre pecho y labios: tus obreros, cubiertas de cenizas las gavillas de encendidos frutos, arrastrando en aguas negras la ruta que busca el alba!
Por fin llegamos al borde de tu río, al sabor de tu hierba, hundimos en tu arcilla el vano sudor de los tiempos, reconocimos tu rostro rezagado en las pupilas tristes y hoy se queman las frentes con tus verbos triunfales y hoy se borra nuestra imagen caduca en el ardor de tu tinta.
Rusia, y evitamos tu sera es el largo, vivir de días detenidos, llena de espadas, de aullidos, de incendios sin fronteras, llena de espadas, de aullidos, de incendios sin fronteras, pero en tu nuevo Gólgota roturas la cansada tierra y abres tajos de amaneceres en las pupilas ciegas.
Siempre tu mismo signo, con Iván, con Pedro y con Stalin, siempre pastor de bárbaros en tus largas primaveras, siempre haciendo lazos de muerte con tus ríos y sudarios con el verde ondular de tus estepas.
Santa y enorme Rusia, tu victoria avanza, tu bandera enrojece el horizonte, cargada de verano mueles con sudor tu trigo blanco, pero, iqué importa! en tu calle alegre se recuesta el cielo, y hay siembra de soles en el seno claro de tu huerto.
Julia García Games.
Bs. Aires, Agosto de 1942. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica