Democracy

1Repertorio Americano Tomo XL CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1943 Sábado 12 de Junio Año XXIV. No. 962 No. 10 CONTENIDO: Luis López Dr. Juan Marin Alberto Rembao Zurce que zurce líricos chismes Sepelio Magia en China: el Ku.
Los libros Nuestros hermanos los judíos Un corazón de mujer Democracia y Libertad no fracasan Crítica de la traducción Los fascistas en lasnaia Poliana Luis de Zulueta Gonzalo Dobles Sanin Cano Antonio Gallo Alexei Tolstoi Amanecer Dr. William Gabb Contra qué luchamos y para qué luchamos Poesías Las cartas Se ocultan las horas poemas nuevos Romanza por Marina Raskova Noticia de libros.
Luis Morales Anastasio Alfaro Haya de la Torre Joaquin Gómez Bas.
Varios José Feco. Villalobos Rojas Pilar Bolaños Emma Pérez Zurce que zurce líricos chismes Por Carlos García Prada Luis López. Por el año 1921. En el Rep. Amer. Pero ¡ay! si ya mis rosas me las comi hace tiempo en ensalada!
En Colombia sólo los versificadores de segundo orden siguieron a Rubén Darío, y su ambiente poético lo llenaban Silva y Valencia y con cllos quienes espigaban en los fastuosos predios del romanticismo francés, o en los crepusculares jardincs becquerianos, de delgada y turablorosa claridad. cuando apareció en escena el lasu Tuerto Lopez. Al publicarse su primer libro. De mi villorrio (1908. Dario viá en él al heraldo de una nueva poesía. En cambio, don Antonio de Balbuena fruncido el entrecejo y con los cabellos de punta sentenció. Los versos de Luis López son una sarta de inconveniencias que parecen escritas con el solo propósito de burlarse de los lectores. Naturalmente. los críticos de trastienda aplaudieron la sentencia, y los jóvenes hispanoamericanos se dieron a leer y muchos a imitar las inimitables travesuras del genial carta genero.
Razón tiene Federico de Onís al considerar a López como uno de los poetas más originales y valiosos de América en su ginero, y en su momento el primero. pues su actitud poét.
ca, la más propia y tipicamente post modernista, encarna el modernismo visto al revés.
En efecto, con Luis Carlos la poesía modernista se perfeccionó al deshacerse en humorismo; se hizo desprevenida y espontánea; abandonó todo anhelo de exotismo, penetrando en la vida de los pueblos, para revelarla en la comicidad de sus wagedias cotidianas; se dió a la bus.
ca de imágenes nítidas y precisas, y se deleito en el uso de u lenguaje incisivo, casero, directo, lleno de color y de olor, de encanto irre sistible. Cosas de ambiente y de temperamento.
se aduerme en un esteru extenso y profundo, que rodea una serie de colinas coronadas de alme.
nados castillos, con sus torreones, casamatas baluartes, imponentes y gloriosos. Gran parte de la ciudad está fuertemente amurallada.
Desde el desmantelado Castillo de San Fernando de gran patio flanqueado de calabozos de piedra, oscuros, húmedos y de fama horripi.
lante en los anales colombianos. se ve un panorama espléndido: arriba el cielo, de una benevolencia de zafiro. a lo lejos el Mar Caribe, abierto, bravío y peligroso; la bahía. de aguas esmeraldinas, ligeramente rizadas por las br.
sas, cubierta aquí y allá de islotes que parecen jardines flotantes, y de caletas sombreadas por espesos manglares; las playas de finísimas arenas blancas, donde cabrillean las olas rumorosas; y más allá. la Reina de las Indias. con sus majestuosos edificios coloniales, sus vetustas casas blancas de balcones voladizos y tejados rojos manchados de negio, verde y ocre, Palmeras, geranios, buganvilias. Luz, color, abigarramiento tropical, y olor de origen africano, que a todas las cosas y personas se pega, peletiante e inevitable.
Iodo en Cartagena fué actividad, orgullo y ostentación de fuerza y de galanteria, en los buenos tiempos viejos. Ahora, en sus recias fortificaciones, sólo se ven nobles cicatrices hechas por bombas y granadas en tantos sitios y asaltos memorables. Es una ciudad romántica, fiera y venerable, en cuyo ambiente aristocrático antes y severo, ahora rancio, Satisfecho y zumbón. se respiran las leyen das y las tradiciones heroicas como se respirar su aires perfumados de yodo y de fritanga. Qué opina de ella su poeta, y qué hizo su sombra, como un hongo de la riba. Yo soy dijo eminentemente anfiscio, y Cartagena lo es en sumo grado. Aquí hay que prosternarse, conmovido por dentro y barlón por fuera. ante los hombres, los recuerdos y los ensueños. Yo encuentro muy cómica la Casa del Virrey, en donde viven mis tías, por tener blasonadas las puertas de la despensa y llenos los muros de escudos señoriales; en canbio ¡qué conmovedor, cuán digno de lágrimas sin dejar por eso de sonreír es el espectáculo de un perro sin dueño que mira fijamente a dos negras que comen bollo limpio a la orilla del mar. En Cartagena tierra del cangrejo, de la Sepelio. Cuántas mujeres, cuando muera, se ocuparán tal vez de mí. Inés la quise en la escalera, y a Juana en un chiribitil. a ¡Mas todo en vano. Oh, que agoter la última farsa hecha en latín junto al cochero de chistera senatorial, ebrio de anís!
Malos discursos, tres coronas, iy yo, indefenso. Las personas graves dirán. De qué murió?
Mientras que Luisa, Rosa, Elena, podrán decir. Oh, qué alma buena! pensando a solas. Fué un bribón!
Sin juventud la cosa está fregada La patria del poeta, Cartagena de Indias donde la inquieta y arrocinada grey agua su vino. es una ciudad pintoresca e interesante, rica en tradiciones y leyandas heróicas. Fundóla en 1533 el madrileño don Fedr. de Heredia, y fué en tiempos de los grandes Felipes la más fuerte codiciada de las costas americanas, porque en ella se concentraban todas las riquezas que del Nuevo Mundo llevaban a España los galeones.
Reclinada en un banco de arena, Cartagena Luis López Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica