REPERTORIO AMERICANO 363 desde luego estreché con todo el respeto y la admiración que se había conquistado en mí, no el poderoso Mandatario, sino el perfecto caballero que siempre fué él. ya en camino de mi hogar, repuesto por completo de la sorprendente emoción que acababa de experimentar como quien aprovecha su soledad para rendirle justiciero homenaje a un odiado enemigo no pude menos que exclamar: Qué hombre tan estupendo es este negro!
FABIO FIALLO, Ciudad Trujillo, marzo 1941.
ANTONIO URBANO EL GREMIO un TELEFONO 2157 APARTADO 480 macén de Abarrotes al por Mayor SAN JOSE, COSTA RICA Vinos, Licores y Pousse Café. Papel de envolver en rollos y bultos. Aceites de Soya. Maní y Oliva. Galletas ingle as y americanas. Jugos de frutas y vegetales. Conservas y artícu os de construcción y Jabonería.
Cuatro mujeres Pero ese es mi derecho. Anjá! Ya salió a lusí la palabrita: El derecho. mi ne gusta mucho; pero creo que en veidá de veida, ella vale muy poco. ΑΙ meno, allá en el Cibao la tenemo aplatá con otra ley ma positiva. Allá desimo: Quien manda, manda, y caitucho en el cañón. Eso será en el Cibao; aquí no. Anja. Con que aquí no? Pue no lo entiendo. La nasión e una sola, y en prueba de ello aquí memo, en la capitai, oi desi que ete maichante que ahora tiene ei podei en la mano no se anda con belita de sebo a San Antonio, ai meno pone reparo a algusia de abogaito, pa jasei lo que le da la gana; y asina manda a metei en la caise ai ma pintao, y le pone gierro en la pata, y jata.
jata. jum. ma vale callaise que en boca seria no entra moca, poique se le puén volvei avipero. No lo cree Ud. asina?
Sin respcnderle, apuro el paso con propósito de apartarme de aquel negro que así podía ser un locuaz campesino, como peligruso agente provocador. Por sus trazas, le adjudico este último perfil.
Pero él se me cruza por delante y con su entonación más humilde me dice. Ruégole me conseda una migagita de atensión. Yo no me le aceiqué pa conveisal de política. Eso no e mi asunto. Yo vivo del sudoi de mi frente, con mi jacha y mi machete. Pero etci enamorao, nuy enamouno, de una indiesita parejera que a vese me mira y me sonríe con su boquita de gloria y otra vese no me jace ningún caso. Asina pue, ai sabei zue Ud. e ei poeta Fabio Fiallo, me dije: Nemensio: ese e tu hombre; poique me entraron las ganas de pedirle me escribiera un caita pa mi india que se le meta bien a entro dei pecho.
Naturalmente que yo etoi dipueto a pagaile su trabajo. Digame ei precio, y si no e iy caro tai vé le pague ahora mesmo. Cómo cuánto me va Ud. a cobrai. Nada. Cómo nada. de qué viven, Uds. los poeta? No, no. Yo quieo pagaile ahora mesmo, poi adelantao, pa teneilo ma obligao conmigo mañana que no juntaemo pa jacei la caita. e que Ud. no quié aseivie. Si señor: yo estoy dispuesto a complacerle, pero, sin paga. Procureme mañana temprano en mi casa, calle del Conde Nº y le haré su carta. Bueno! Ya veo que Ud. e lo que yo ne lo me habia figurao; un joben distinguio y muy amable.
Habíamos descenddio casi la cuesta Duarte, pero, antes de alcanzar la esquina de Las Mercedes, he aquí que un grupo de oficiales se adelanta y nos rodea con demostraciones de grandísimo respeto para mi aconpañante. Me estremesi. Este negro. Este negro.
El se volvió hacia mí y muy sonreído me dijo. Bueno, mi amigo; ahora ya le puedo llamar así, no es verdad? pués ya Ud. sabe quien soy yo. En esa casa de alto que está en frente, me tiene Ud. a su disposición, para cualquier cosa que se le ofrezca, y sin temor alguno a la Chirona. Así como Ud. se halló en buena voluntad de escribirme mi cartita de amor, así quiero yo servirle en lo que pueda. Si algo se le ocurre, lléguese a ese portón, pregunte por el General Lilis o por el Presidente Heureaux, dé su nombre y a poco ya será Ud. bien atendido y, sin duda alguna, completamente satisfecho.
Esto diciendo tomó con la izquierda el machete que hasta entonces parecía mantener en reserva de seguridad personal, y con franco ademán me tendió su diestra mutilada, que (En el Rep. Amer. VIRGINIA Orquidea.
Venada virgen en celo que por rechazar atrae.
Profundidad de una noche tropical en que traspasan el aire las vivas flechas que las luciérnagas lanzan.
Enredadera que adopta contornos dulces y vagos.
Crepúsculo de mi tierra que recorta en las colinas las caprichosas siluetas de árboles que se destacan contra el fondo de tonos en que se bañan, en inmensa borrachera, las nubes mientras se tragan las montañas la paleta.
CECILIA Campanula Mañanita endomingada para el concurso de verdes que organiza la montaña.
Risa de repique alegre en la capillita blanca Nubecilla que en el cielo celeste su forma rompe, multiplicando sus gajos al impulso de los Nortes.
Chorro fresquísimo y claro.
Quebrada que corre y goza jugando con los guijarros, mientras lanza leves guiños, y sabe que no se pierden, pues los recoge el alegre platanillo.
MAYRA Musgo.
Césped que es verde o dorado conforme la brisa mueve los hojas del enramado.
Vaso de agua.
Albor de reina que es reina ante el sol o ante la luna. la luz se nos ofrece; en la oscuridad perfuma. Bambú que mece sus cañas al compás de la corriente.
Oro fragante en la paila.
Quietud húmeda de selva.
Suave y delicada balsa.
Claro en el bosque fecundo donde un helecho destaca su silueta.
MARIO HERNÁNDEZ Costa Rica, Diciembre de 1941.
MARIA Palmera.
Ritmo de nudos de caña.
Suavidad de jacaranda florecida Olor a tierra mojada.
Arena candente y fina, Bandola que se reclina y que se mece, doblada en el peso rojo, dócil a la brisa leve.
En la plenitud del bosque columna de humo que asciende.
Ondulación verde y suave de las líneas de las lomas.
Vuelo de patos silvestres.
Canasta plena de granos de café.