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1Repertorio Americano Tomo XXXIX No. SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1942 Sábado 14 de Febrero Año XXIII No. 931 Nuevamente Waldo Frank a Suramérica El judío en el futuro de América Voluntarios de la libertad Simbad La renuncia del Rector Sesión espiritista Penumbra Marci vivo Apuntes Sumario: Luis Alberto Sánchez El nuevo pensamiento sola Gómez Waldo Frank Sangre apagada Fabián Dobles Llubere Zúñiga Tres baladas Gastón Figueira Poesias Alicia Prado Sacasa En el argentino hay un compadrito a flor de piel Armando Zegri Fabio Baudrit El carácter de la actual contienda (y 2)
Rafael de Buen Mendoza Bruce Noticia de libros Fdo. Campoamor Hispanismo e hispanidad Gayle Woolson De la mordida y otras cosas José Pijoan Waldo Frank en 1929.
Como que acaba de lanzar una nueva edición de América Hispana, bajo otro título. Todo ello presidido por la obsesionante idea de que es el instante de salvar a la humanidad, definitivamente. Creo esta conversación era en septiembre que tenemos que entrar a la guerra, cuanto antes, mejor. Es indispensable que sepamos entender nuestro deber. La guerra no perdonará a nadie. Ni a ustedes ni a nosotros.
Eso es preciso meterlo en la cabeza de cada cual. Estás de acuerdo con la política de Roosevelt. No puedo contestarte a ti tan sencillamente como a un repórter cualquiera. Estar de acuerdo con alguien supone generalmente no discrepar en nada. no es el caso. Yo creo que Roosevelt ha coducido nuestra política internacional al lado de Inglaterra y contra Hitler, en el único sentido en que un norteamericano consciente podía dirigirla. En que un hombre podía dirigirla. Preo me parece que ha podido acelerar más la marcha. los conflictos obreros? los opositores de adentro? las suspicacias de afuera. Sí, ya sé, ya sé. Todo eso es cierto hasta cierto punto. Pero a pesar de ello debiéramos ya estar en la guerra con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra capacidad productiva, y con nuestras almas también.
Repito: Esta conversación fue en septiembre.
Nuevamente Waldo Frank a Suramérica (De El Tiempo. Bogotá, 1 42. Waldo Frank ha sido y es un permanente vigía de lo que nos ocurre en Sur América. No lo digo yo, no, por cierto, porque la primera mañana, a mi llegada a Nueva York, hace ya cuatro meses, la primera figura en el mue.
lle, con su sempiterno sombrero al desgaire y una corbata discreta, a pesar de roja, fue la suya, gritando en cabal castellano. Aquí estoy, Luis.
Frank es un vigía de Sur América, porque todo lo nuestro le interesa fundamentalmente.
Porque ha mantenido el oído pegado a nuestro pecho, auscultándonos.
Cierto que Frank ha llegado a nosotros por la vía de lo ibérico. Pero no es mal camino, sino al revés. Si lo ibérico se identificara con el falangismo, pues sería pésimo. Porque eso es traición pura y monda a lo americano, a lo español y a lo humano. Pero él sintió lo hispánico como una chispa de lo universal, como una completación de nuestro sér mestizo e indígena con lo occidental. De ahí que nos siga entendiendo, ahora más que nunca, ahora que estamos en trance de riesgo. Vén a conocer a Nueva York. No está en el barrio central. No es Rockefeller Center, ni Times Square. Vén al East, a Down Town. Ahí donde vivo. Ven a ver estas calles del viejo barrio. Nada de mal gusto. Nada de excesos. Casas modestas y serenas, en las que alienta el verdadero neoyorquino, éste que ves aquí, cosmopolita, tierno, afanado, sufrido, jadeante, pero sin voracidad.
Frank tiene un pequeño departamento en el East, Down Town. Un departamento como él, respirando trabajo. Junto al living, al pie de los libros, su mesa de labor. más allá, siempre tarea. la verba de Frank presidiendo aquello. Sencilla, penetrante, enjuiciando sucesos del mundo, pendiente de nuestra América.
Frank se fue a Truro a terminar una novela. Antes había dictado una conferencia en Boston, sumamente clara, cuyo texto recomiendo en las columnas de La Nueva Democracia, de noviembre. De pronto, aquí de nuevo, en Nueva York. No parece más ni menos nervioque antes. La misma sonrisa ancha. El mismo gesto romántico en todo él. He dejado Truro y me he vuelto a Nueva York, porque hay que estar listo a prestar todo el aporte posible a la causa antitotalitaria.
He interrumpido mi novela. Pero no podía quedarme impasible haciendo literatura, a pesar de que sostengo que la literatura es tan vital como la economía, pues es vida, y aquí me tienes. Pienso que debo ir a Sur América. Nadie me envía. No soy emisario sino de mi auténtica buena voluntad, de mi deseo de servir al continente. Tenemos que hablar de muchos problemas comunes. Tenemos que ganar la victoria juntos, para todos. No para un grupo: para todos los pueblos americanos.
Frank habla pausadamentel Ha vuelto a encontrar su castellano, después de minutos de titubeo. Lo paladea como vino viejo. Habla convencido. Este hombre, que nos enseñó a Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica