Democracy

REPERTORIO AMERICANO 265 Recado sobre don Juan Antonio Ríos (Cortesía del Encargado de Negocios de Chile en Costa Rica, don Joaquin Larrain. BRIKENCE Don Juan Antonio Rios (Presidente de Chile)
El hombre de nuestro acuerdo nacional na.
ció en una provincia a la vez famosa y oscura.
Famosa lo es Arauco más que otra cualquiera la miramos como el corazón mismo de la raza. es oscura, porque acabados sus años de epopeya que mejor llamaríamos de Pasión ella pasó a tercerona en la jerarquía económica del país; se apagó en cuanto a pobre y a desviada de la gran ruta central. Allí nació Juan Antonio Ríos y un poeta le envi.
diaría su infancia espejeante de relatos folkóricos. De esta infancia se cuentan unas austeridades domésticas que lindaron con la pobreza. Millán Iriarte en su biografía corta y substancial, llama a la familia Ríos hidalgos campesinos. y eso eran, un rezago de viejos granjeros españoles vueltos criollos pobres.
La buena sal de la pobreza dió al niño Juan Antonio lo que ella siempre da: cierta firmeza áspera por absoluta y la resistencia a la corrupción de los centros.
El padre faltó y la madre regaló al hijo la maternidad paternal frecuente en nuestro mujerío. Doña Lucinda Morales buscó el pan y crió a la prole en el sentido más bíblico de la palabra, sustentando la carne y haciendo el alma.
El niño no tuvo ni casa ancha ni escuela hermosa ni juguetería viciosa ni mimos sobrados. Aprendió lo que más necesita el republi.
cano de un país pequeño: la angostura de los recursos, el poco y el suficiente. Su escuela de Cañete y su Liceo de Lebu no podían regalarle gran cosa; pero su colegio penquista (1) supliría más tarde las fallas y as flaquezas. Concepción había de volverse el núcleo de su buena suerte y el de su Destino hasta el punto de que talvez debamos nuestro hombre tanto a la madre como a la noble ciudad. Porque Concepción ejerce una doble manipulación sobre propios y ajenos: ella da cul.
tura y contagia una especie de señorío democrático al transmitir su sentido de las categorías; ella siempre imprime carácter en sus hijos o ahijados. pesar de ser muy ciudad y por ello liberal y liberizante, ella no se des.
casta con pretexto de internacionalismo y viene a ser una matrona castísima entre nuestras ciudades. Concepción y el señor Ríos se formaron y se mantienen jerárquicos y democrá.
ticos al mismo tiempo. Ambos gustan de la austeridad como del clima único en que sea dable hacer algo; pero los dos repugnan el envalentonamiento autoritario.
Don Juan Antonio Ríos siguió más tarde leyes en la Universidad de Santiago y ha ejer.
cido la profesión que más envicia en la vida urbana pero turnándola con la vida de hacendado: gran sagesse. Por esto talvez su elección dió la sorpresa de unas mayorías acá ciudadanas, más allá rurales. El campesinado que puso su dolorida esperanza en otro hombre del campo, el Presidente Aguirre, y lo aino bien lo siguió filialmente, recobra ahora a su hombre de origen campesino y se fía y confía a su sensatez terrícola.
Las provincias del Sur llevaron varias veces al señor Rios hacia la Cámara el Senado; él participó en todas las legislaturas de veinte años y por esto conoce el pais como un fruto en hueso y en pulpa. El ha visto, en asambleas y parlamentos, la inanidad de los discursos y no los prodiga mucho, por más de que bien pudiese complacerse en varias de sus piezas oratorias.
En su carrera política, el señor Ríos lo ha sido todo: soldado raso y capitán, jefe aclamado y jefe perseguido; ejecutor y consejero, conductor o seguidor de las corrientes de opi.
rión. De este modo, él llega a su triunfo como el puma alcanza la madurez: marcado por los garfios del espinal, y un tanto sollamado por los fogatas de los roces criollos. Lo cual quiere decir que ha probado en la carne las grandezas y las miserias de la democracia, que lo han enamorado aquéllas y éstas lo han disgustado muchas veces. Seguramente el señor Rios ha leido con cabal convencimiento las palabras del señor Mackenzie King, el jefe canadiense, sobre una reorganización a fondo de la democracia. Motejada de lenta y de lerda, después de vencer tendrá que rejuvenecerse para los jóveres, volverse más substancial para los maduros y limpiarse de demagogias para los viejos que no creen en algaradas vanas. El señor Rios como el señor King no ha desahuciado a la democracia, persona vitalísima, rica de futuro todavía, pero él también, según sus discursos y su acción, desea que la ilustre Persona rinda más, convenza a sus incrédulos y se salve en salvándonos. Nadie, ni el demócrata más terco tolera ya el concepto de unas democracias hambreadas y levantiscas o mejor dicho, refunfuñonas por ham.
breadas.
Las últimas labores de nuestro político, las que él tiene más próximas en experiencia y las más preciosas para nosotros, son la Dirección de la Caja de Crédito Minero y de la Caja Hipotecaria y su participación en los trabajos de la Sociedad de Agricultura. El triángulo nacional de la mina, agricultura y crédito forma la víscera cordial de la vida chilena, por lo cual puede decirse que el señor Rios ha tenido sus manos puestas sobre todos los recursos del país. Nada de nuestra realidad inmediata ha quedado fuera de su vista. Como los técnicos que hacen a grandes lanzadas de pluma el gráfico de metales y cereales, de laras y fibras, de carburantes y abonos, midiendo los pulsos vitales de un territorio, el Presidente Ríos conoce las abundancias las escaseces, las seguridades y las volubilidades económicas de su patria.
En las pocas semanas de la lucha electoral, el pueblo tomó posesión de sus deseos verdaderos y vió de golpe lo que le traia este provinciano en su programa parco, parvo y hasta seco: una política de absoluta economía el compromiso subrayado de mantener la constitucionalidad, línea tónica de nuestra historia.
El pueblo encontró bueno a su candidato para tiempos de cataclismo y de hambre a las puertas. Lo vió como una especie de José abaste.
cedor del trigo en la seca y como un repartidor con manos limpias y eficaces. Las tres clases sociales convinieron en la resolución, casi sin discursos o recados, en uno de esos relámpagos de intuición colectiva que se parecen a la ojeada ansiosa que se dan las multitudes en riesgo mortal. Una vez más la muy cuerda chilenidad acertaba en lo primario y lo vital: salvar el aprovisionamiento de un país pequeño, acogotado por la guerra.
Siempre agradeceremos a Don Juan Antonio Ríos el que en medio de la tempestad haya visto claro el que las democracias criollas se desprestigian por su torpeza o su lenidad en la política económica, pero le agradecemos, otro tanto, el haber sabido también que los pueblos viven tanto de libertades como de carnes y féculas.
Mirando a lo agrimensor la vida del Presidente Rios, variada a semejanza de nuestra orografía, contradictoria en la apariencia, siem.
pre volitiva, se acaba pensando en que él llega a la Presidencia como a un menester total ensayado por años en oficios parciales. El realismo se lo dió la tierra y la casa pobres; su opción definitiva por la ley le vino del contacto viscoso con el desorden, y su política positiva parece la herencia recobrada de los viejos Presidentes creadores.
En cuanto al sentido criollo americano, que fué una honra de los dos gobiernos anteriores, podemos creer que él está saturado del mismo fuerte continentalismo. La América criolla quiere como nunca ser una, ligarse, entrabarse, volverse un organismo racional por articulado. Aún los mismos de la disidencia, sienten el valor moral de la coincidencia y saben que irán hacia ella tarde o temprano.
Yo querría decir aún lo que vemos los es.
critores en los discursos documentales del Mandatario. El gremio verbal por excelencia tiene que rastrear a su nuevo capitán en períodos escritos y en charlas familiares. Ellas nos dan la acción directa y pura, un modo de decir en que parece que comenzase el hacer. Su expresión oral recuerda a los que mandan en campamentos de camineros o en canchas de metal, teniendo a los lados piedras por colocar y por desplazar, materiales desperdiciados por descubrir estorbos por aventar para el buen despejo de la faena que comienza. Esta lengua parecida a la flecha, de frase corta y enjuta, es por excelencia la que el pueblo celebra más y retiene mejor. Ella se asemeja al hablar objetivo de la gente rural; ella es pueblo rectificado, pero pueblo. Esta habla, ade.
más, carece de escondites y rodeos mañosos y nos vuelve hacia el Chile clásico en el que se (1) Llamamos penquista lo originario de Concepción Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica