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REPERTORIO AMERICANO 13 Lo comprendí todo. El corazón me golpeaba en el pecho y la sangre enrojecía mi cara.
La miseria y el vicio. La indignidad y la bajeza.
José salió tan sonriente como había entrado. Cumplía con un deber de hijo buero. Eso era todo. Lo demás, las diversiones, los amigos, el teatro. qué le importaba a él. Hi José! le dije, cuando estuvo en la calle.
El asombro se pintó en su casilla llena de finas gotitas de agua que no pudo cubrir el ala de su enorme sobrero de fieltro. El señor del teatro! exclamó. No te asombres, José. Vine de paseo. Tienes prisa. Voy a comprarle una medicina a papi. Cómo se llama la medicina que te encarga. No lo sé. En la pulpería me atienden con sólo decir que papá manda por lo mismo de todos los días. Haces bien, muchacho, que los padres merecen el cariño de sus hijos.
No quise matarle la ilusión que alentaba en su espíritu.
Mientras en la covacha miserable, el vicio se arrastraba, medroso, entre las sombras, en el alma de aquel niño se plasmaba la futura grandeza de un hombre.
Regresé bajo el azote de la lluvia.
Aquella tarde gris, encontré en el fondo del abismo la luz palpitante de una estrella desconocida!
San José, Costa Rica, diciembre de 1942.
Escolios a una. Viene de la pág. 2)
aprender por sí mismo y no a atenerse a lo que le enseñen en el ambiente cerrado de las aulas. que en carta a Juan Francisco Piquet, escrita en 1904, le decía, orgullosamente: Mi mayor satisfacción es poder decir que cuanto soy y valgo intelectualmente lo debo a mi esfuerzo personal, a mi trato directo con los libros, que es necesario luego completar viendo y oyendo lo que hay desparramado por el mundo.
ciegos, pero, pueden escuchar la voz profética que les habla de la necesidad de conquistar un bienestar material que es, evidentemente, el anuncio aleccionador que contrarresta el peligro de un idealismo absorbente.
III IV No existen en ella (en la obra de Rodó. dice Towsend Ezcurra gérmenes de rebeldía ni la amagan incitaciones a la acción. Desde luego, si por rebelde se ha de entender iconoclasta y por incitar a la acción. ir contra todo lo creado, indudablemente, hay que admitir que Rodó fué un enemigo irreconciliable del desorden, y un decidido partidario de la evolución más que de la revolución. Pero esta posición suya pudo ser así eficaz, y revolucionaria. porque la acción cabe cuando la libertad está conculcada o es desonocida, y la prédica vale tanto como el acto, cuando es sobre espíritus que saben cír y reaccionar, en la serenidad de las decisiones, que ponen a prueba la voluntad inquebrantable o la rectitud insobornable de los hombres de bien.
Rodó pudo haber sido leído y no es culpa suya en cómoda poltrona, cabe el virreinalicio chocolate servido en vajilla de plata y aun pudo, como lo lamenta Towsend Ezcurra, no haber sabido de la edición clandestinamente impresa y temerosamente leída porque jamás estorbaron la circulación de sus obras las manos inescrupulosas de la censura, ni tuvo la gloria de la lectura a escondidas del polizonte. Pero, si esto pudo haber ocurrido, porque era signo de la época, es injusto afirmar que deleite de clases acomodadas y de épocas fáciles, tuvo la frágil belleza de solo de violín en cámara cortesana.
Por lo demás, Rodó sostuvo, con toda claridad, que nadie podrá negar que el arte se privaría de cierta especie de belleza si renunciara a las inspiraciones y virtualidades que puede recoger en el campo de la agitación civil y de la controversia de ideas. en 1911 afirmó sin ocultamientos: mucho me equivoco o llegamos en América a tiempos en que la actividad literaria ha de manifestar clara y enérgica conciencia de su función social.
No fué Rodó un combativo, ni mucho menos un agresivo. Mi liberalismo, escribió un día de 1909, es, en su más íntimo fondo, tolerancia, y tanto se opone al fanatismo clerical como a la violencia jacobina. más tarde, dirigiéndose a aquel preclaro hermano suyo en el pensamiento, que se llamó Carlos Arturo Torres, exclama Rodo. Si pudiéramos dar impulso, con nuestro ejemplo, en América, a un movimiento de ideas y de producción literaria, que se encaminase a un fin de educación social, de formación de la conciencia colectiva de estas sociedades, sobre fundamentos de paz, de amor; de tolerancia y de cultura. Mas de aquí a afirmar que fué un escritor confortable hay una larga distancia. En una hora en que Rodó pudo haber sido todo cuanto apeteciera, porque la popularidad le habría facilitado todos los triunfos, porque el ambiente le era propicio y porque dentro del juego político de las circunstancias quien dirigia la marcha del país tenía en sus manos la posibilidad de tributarle honores rendirle homenajes, Rodó supo salvar de las sirtes y confiarse sólo a su destino gallardo de escritor. Más tarde, años después, casi ya pronto para partir hacia Europa, obrero de la pluma, la política criolla quiso retenerlo creando para él, la Cátedra de Conferencias, situación cómoda y bien rentada, que le habría aligerado el peso de las angustias y le habría proporcionado un cómodo vivir. Rodó desoyó la voz de la cumodidad confortable, y se marchó para morir. La noche antes de su partida, la multitud lo vitoreó. Su resolución, clara, firme y libre, demuestra una voluntad de acción que afronta lo incierto del porvenir ante la realidad promisoria y efectiva del presente. Si Rodó rubiese sido un escritor apoltronado, cuánto más cómodo y fácil le tubiese resultado quedarse en el solar nativo, prócer augur de ia juventud, rodeado de la simpatía de la multitud y enquistado en una abultada partida presupuestal!
De tal modo, Rodó entendia que el hombre debe habituarse a Rodó fué periodista y lo fué por ausencia de egoísmo, por natural predisposición temperamental. Ser escritor escribe Rodó y no haber sido, ni aun incidentalmente periodista, en una tierra tal como la nuestra, significaría, más que un título de superioridad o selección, una patente de egoísmo.
Significaría no haber sentido nunca repercutir dentro del alma esa voz imperiosa con que la conciencia popular llama a los que tienen una pluma en la mano, a la defensa de los intereses comunes y de los comunes derechos, en horas de conmoción o de zozobra; significaría haber desdeñado el rudo instrumento de trabajo con que se ayuda a la reconstrucción de las paredes y del techo de esa casa de todos que es la organización civil y política, para retener, por pulcritud aristocrática, el cincel estatuario, que sólo es noble manejar mientras están firmes y el techo no amenaza derrumbe.
Así piensa Rodó. así obra. No es hombre que va a la plazuela a lanzar al viento pasajero sus palabras volanderas. Es beligerante que trueca la lanza por la pluma. Es caja de resonancia de las inquietudes colectivas y es pregón de verdades que incitan a la acción. Su labor no es de paz, ni de sosiego. no lo es, por las razones que él mismo se encarga de explicar en carta, casi inédita, dirigida al señor Luis Thevenet, director de La Prensa de Salto, y su ex compañero, en la redacción inicial del Dtario del Plata, fundado por Antonio Bachini. El werdadero hombre de diario no se adapta sin penoso esfuerzo a los ambientes bonancibles: es ave de tormenta criada para arrostrar el impetu de los vientos desencadenados y mojar sus alas en la hirviente espuma de las olas. Ya se definían los antecedentes inmediatos de la situación a que ha llegado la República, cuando hace pocos años entrábamos, usted y yo, a formar parte de la Redacción de Diario del Plata y contribuíamos a realizar una propaganda que, siendo de imparcial expectativa al iniciarse, pasó muy luego a ser de franca y resuelta oposición. Allí combatimos la desastrosa política de círculo; la exclusión deliberada de las fuerzas intelectuales y morales más representativas del país en la obra del gobierno; el personalismo avasallador de la autoridad presidencial, ahogando todas las autonomías y suprimiendo de hecho todas las divisiones del poder; la exacerbación provocada y funesta de odios que aun humeaban con el vapor de la sangre; los planes de reforma social sin orden, ni adaptación, ni medida; la inquina demagógica que se saciaba en la tumba de los hombres ilustres; la práctica liberticida de la influencia moral en los comicios y en la organización partidaria; la consagración del incondicionalismo como escuela de carácter, y finalmente, el propósito de trastornar las instituciones fundamentales de la República, rehabilitando formas reaccionarias de organización que la ciencia y la experiencia han desautorizado universalmente y que sólo pueden considerarse eficaces para fines de perpetuación oligárquica y de indefinida usurpación de soberanía. Qué más extraordinario programa democrático puede esbozarse, como síntesis de una acción intelectual cumplida con entereza?
Tales arrestos de gallardía que ponen en evidencia una posición de luchador, no indiferente a las realidades circundantes, estribar en que, para Rodó: El escritor es, genéricamente, un obrero, y el perio.
dista es el obrero de todos los días: es el jornalero del pensamiento.
En serlo, tiene su más alta dignidad. Cuando todos los títulos aristocráticos fundados en superioridades ficticias y caducas hayan volado en polvo vano, sólo quedará entre los hombres un título de superioridad, o de igualdad aristocrática, y ese título será el de Obrero. Esta es una aristocracia imprescindible, porque el obrero es, por definición. el hombre que trabaja. es decir, la única especie de hombre que me rece vivir. Quien de algún modo no es obrero debe eliminarse, o ser eliminado, de la mesa del mundo; debe dejar la luz del sol, y el aliento Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica