REPERTORIO AMERICANO 219 que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.
con rumor de collar; la naranja, en el plato, dividida según ella se da.
Nada de lo escondido y lo negado sirve a la paz.
Esto es tan cierto como el sol que ciega.
Esto es verdad. un día, un dulce día, quizá un día de fiesta para el hombre de pala y la mujer de cesta; el día que las madres y las recién casadas vienen por los caminos a las misas cantadas; el día que la moza luce su cara fresca, y el cargador no carga, y el pescador no pesca. tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata tenga catorce noches y espolvoree plata sobre la paz del monte; tal vez en el villaje llueva calladamente; quizá yo esté de viaje Un día, un dulce día, con manso sufrimiento, te romperás cargada como una rama al viento. será el regocijo de besarte las manos, y de hallar en el hijo tu misma frente simple, tu boca, tu mirada, y un poco de mis ojos, un poco, casi nada.
Donde el aire es de pan puesto a la vista, allí está.
La mesa limpia quiere manos limpias; no quiere más.
Ya la ha encontrado el ave; ya la bestia, tomando el viento, nada más.
Ya la ha encontrado, y está debajo de (ella el can, y junto a ella, el ángel meditativo de la grulla real.
Sólo tú no la hallas, hombre triste; descaminado vas, con tu mujer dolida, hecha para crear; con tu hijo, que un día amargarán.
Tira el arma en la hierba mancillada de sangre y alquitrán.
El arma que te han dado y que te pesa, tírala.
También las piedras del rencor y el odio; también, arrójalas.
LA MESA DE LA PAZ Por el fresco camino Acaba en un inmenso mar sin lindes; del agua en libertad; la unidad del trigal.
hacia donde el ave se ha ido Hay una voz antigua que reclama; y se la oye cantar; dice: No matarás, hacia la verde planicie y una voz que conduce; del lirio natural; dice: Ama a tu igual.
hacia donde reclama la paloma, está la mesa de la paz.
La mesa del amor está hacia el lado donde se ve clarear; Sencilla y blanca, enteramente blanca, hacia el lado del camino matutino; hecha de pino albar; ahi, no más.
con un arca debajo de la tabla, llena de pan igual, No está en la noche del temor y el y tantos platos como tantos hombres. hambre; está la mesa de la paz.
no puede estar; ni del resentimiento, ni del odio No está hacia el lado de la voz airada; sin sueño, en soledad.
no puede estar; No está; no ha estado nunca, ni de la mano abierta frente al barco ni nunca estará.
que echa el trigo en el mar; ni del sótano obscuro de la ciencia Está en el reino de la vara justa, tras de la fórmula infernal.
del buen pesar; No esta; no ha estado nunca, cada cual con su vino en la garrafa; ni nunca estará.
cada cual con su sal; cada cual con su estrella y con su rosa, Hacia el lado del día hay que buscarla, donde la flor se da; hacia donde se ha ido la paloma; El aceite es hermoso en la aceitera, ahí, no más.
tal su lugar; la harina lo es en las amantes manos El camino es de río sin fronteras; que hiñen el pan; por él se va.
el arroz, cuando cae de los puños Deja el mundo del trueno y la tiniebla.
Sal a la claridad.
Corta la rosa con tus manos libres; la rosa, córtala.
Toma del brazo a tu mujer, a tu hijo, y ponte a caminar.
La mesa del amor está a la vuelta, la mesa de la paz; a la vuelta del día con su pájaro; ahí, no más.
para soñar.
Así lo recordamos (Testimonios de aprecio recogidos por el Dr. Abel Romeo Castillo. Un libro de Proaño En 1884, residente en la República Donde la generalidad de las gentes no del Salvador, escribió Federico Proaño encontraría sino un accidente o un fenóuna colección de artículos humorísticos meno, Proaño encuentra toda una serie y serios: llámalos el autor cosa de pa de concausas y de motivos, que vuelve, satiempo, no obstante estar saturados de estudia, desmenuza y aquilata con atenuna sana filosofía y ser, en la forma y en ción imponderable y con una fuerza peel fondo, trabajo muy digno de compe netradora que admira.
tir con obras y labores que presumen El estilo de Proaño es para él sencide más alcance y trascendencia.
llo; para los demás dificilísimo, por lo Federico Proaño es un verdadero original y vigoroso: castizo, purista, literato: artículos hay en su colección, exacto en el juicio, diciendo siempre lo La Gloria. Tres Plumas. Horas que quiere decir sin palabra de más ni Perdidas y otros, que constituirían por de menos, corresponde a la corta fasí solos la reputación de un escritor y la lange de escritores que merecen ese nomfama de atinado y profundo observador bre y a la primera fila entre los que hade cosas, costumbres y tiempos. El fuer blan y escriben el hermoso idioma de te de Proaño es el análisis: no se hizo Castilla.
anatómico en los anfiteatros, pero lo es Proaño, como a tantos otros que en la sociedad, en los hábitos públicos, han tenido la desgracia de nacer en una en los sentimientos, en la conciencia. época transitoria y conturbada, faltóle el apoyo de circunstancias que le permitieran volar hasta las últimas cumbres, en la paz del ánimo y en el pasar sereno que las tareas literarias exigen; no le faltan alas sino espacio, alegría, estímulo; mal avenido con la existencia del proscripto y con la amargura de no ver el fruto moral de privaciones, sacrificios e incansables esfuerzos por la santa causa de la patria y la no menos sagrada de la libertad. con esos torcedores y conflictos del alma, y a pesar de ellos, es sin embargo Proaño distinguidísimo literato, grave pensador, temible polemista y corazán entero.
Tenía un amigo intimo, en su ilustre compatriota Juan Montalvo: en 1885 le envió a París su colección de artículos. Ayer lei, le respondía Montalvo, tres de sus artículos. Excusado es decirle que el autor del Times está allí en alma y corazón: hacía tiempo que deseaba ver algo de usted: el cuaderno es magnífico: procure difundirlo. El juicio de Montalvo vale por el de una Academia.
pero Proaño no procuró difundir nada; ahí ha dormido su colección hasta hoy en que los suscritores al Diario podrán saborearla, y ojalá todos la aprecien en lo que vale.
Sea advertido que ni de estas líneas que preceden sabe nada Proaño, ni yo he querido echarle incienso, mirra ni otro humo de ninguna clase, sino hacer un poco de justicia al donaire, la gracia Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica